La Constitución de 1854 y la crisis de México
OAXACA, Oax., 7 de noviembre de 2017.- El proceso electoral de 2018 será particularmente competido, pero —paradójicamente— al mismo tiempo será inhibidor de la auténtica participación de la ciudadanía. Al ser una elección concurrente entre cargos federales, estatales y municipales, es muy probable que la inercia del proselitismo y la ingeniería electoral, así como la ausencia casi total del voto diferenciado, terminen por inhibir las auténticas expresiones de voluntad popular y, entre ellas, a las candidaturas independientes. Esto resultará una tragedia, porque ya está anunciada.
En efecto, en la jornada electoral del primer domingo de junio se elegirán, al mismo tiempo, a los nuevos integrantes del Senado, de la Cámara de Diputados, y al Presidente de la República; en el ámbito estatal, se elegirán a los diputados de la que será la LXIV Legislatura; y en el ámbito municipal se elegirán a las autoridades municipales que se rigen por el sistema de partidos en Oaxaca. Es decir, que será la mayor jornada electoral que se haya organizado y celebrado hasta ahora, y por eso mismo será un escenario particularmente complejo en el que se desatarán todas las pasiones y maniobras posibles para tratar de tomar ventaja de dicha circunstancia.
Una de las cuestiones que resultará más trascendente para este proceso, es el hecho de que habrá una competencia a fondo entre los partidos y coaliciones electorales que buscarán hacerse de los cargos más relevantes —que, en este caso, serán los federales. Para ello, habrá un despliegue monumental de recursos económicos, humanos y tecnológicos para poder influir en la voluntad de los ciudadanos. De ahí que, en el caso de la competencia electoral presidencial, se estén generando desde ahora los estandartes necesarios para impulsar esas acciones.
Así, en uno de los polos, se encuentra Andrés Manuel López Obrador, que desde hace años ha venido construyendo una imagen de liderazgo, único bajo la cual ha cimentado la fortaleza del partido político que encabeza. Por eso, en el caso de los liderazgos regionales, estatales, legislativos o municipales, lo cierto es que todas las figuras resultan relativas —y a veces intrascendentes— porque en el fondo todo está concentrado en la figura y las decisiones que tome el aún Presidente Nacional de Morena, y próximo candidato presidencial.
En esa circunstancia, es evidente que lo que hagan o dejen de hacer los militantes de Morena en realidad es relativo —incluso cuando se les acusa de traiciones, acuerdos discrecionales o actos antidemocráticos—, porque la única realidad apunta a que mientras sea López Obrador quien esté a la cabeza, todo lo demás será relativo, y al final todos le terminarán apostando a que el tabasqueño haga una buena campaña para que ganen. Igual que como ocurrió en ocasiones anteriores, en una elección como la que ocurrirá el año próximo, todos buscarán subirse a la inercia de la elección presidencial para que sea ésta quien mayormente decida quién gana y quién pierde, incluso en las comunidades más alejadas.
Algo muy similar ocurrirá en el ámbito priista. Ahí, las decisiones no quedarán centralizadas en la sola figura del candidato presidencial sino que, de hecho, ahí habrá mucho margen para que los liderazgos locales, y los gobernadores priistas, impulsen a sus candidatos a los cargos de todos los niveles que estarán en disputa.
Sin embargo, lo cierto es que aún con eso, la inercia será la misma: en cierto momento de la campaña, todos dejarán de hacer sus propios esfuerzos y dejarán que la inercia los lleve hacia la victoria o derrota según sea el destino de su candidato presidencial en cada una de las entidades federativas. Así, quien piensa que desde un municipio se trabaja para la Presidencia, más bien tendría que considerar que es la fuerza electoral superior la que termina arrastrando a todas las demás.
Independientes, sacrificados
Esa inercia, y esa lucha feroz entre grupos políticos, inhibe de manera natural las luchas y los intentos genuinos de la ciudadanía para acceder al poder público. Basta ver cómo a nivel de las candidaturas presidenciales, los partidos políticos hoy libran una batalla silenciosa pero a fondo en contra de quienes intentan hacerse de una candidatura por la vía ciudadana.
De hecho, más de 50 ciudadanos registraron sus intenciones de convertirse en candidato presidencial independiente. Pero los cálculos más optimistas sugieren que cuando mucho habrá uno —o una— que podría lograr juntar las más de un millón 200 mil firmas que son necesarias —por el margen de error que deben tener en la validación del respaldo ciudadano por parte de la autoridad electoral— para poder acceder a esa candidatura independiente. Lo cierto es que buena parte de los obstáculos —constitucionales, institucionales y materiales— a los que se enfrentan esos aspirantes a una candidatura presidencial independiente, fueron creados, y son fomentados, por los mismos partidos políticos, como parte de su feroz lucha electoral en la que quieren que no existan más contendientes ni competidores que ellos.
Si ello ocurre a nivel de las candidaturas presidenciales, ¿qué no podrá ocurrir en las candidaturas a cargos de menor jerarquía? Más allá de las conjeturas y de las cuentas alegres, lo cierto es que en este tipo de competencias el envión electoral inhibe la mayoría de las expresiones ciudadanas, que en este caso parten de las propias candidaturas independientes. Propios y extraños, terminan imbuidos en la efervescencia electoral y de los partidos políticos, y relegan y desdeñan las formas alternativas ya contempladas en la Constitución, para la participación a través de otras vías que no sean los partidos políticos.
Por esa razón, amén de las bondades que tiene la unificación de calendarios electorales entre la federación y las entidades federativas en términos de economía de recursos, lo cierto es que el gran escollo es el desaliento a la participación de la ciudadanía, y la preferencia abierta hacia la inhibición del voto diferenciado. En el fondo, habrá muchos que terminen siendo presa de los ardides de la maquinación electoral para terminar votando en todas las papeletas por un solo color partidista, sin diferenciar su voto, sin razonarlo y sin entregarlo a cualquier tipo de convicción.
Esa, de fondo, será ya una derrota anticipada para la democracia mexicana que intenta evolucionar, a pesar del propio sistema.
¿Y en Oaxaca?
Para muestra un botón: nadie habla, en lo local, de ninguna candidatura independiente. A ningún cargo. Otro tema de fondo, para la reflexión.
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