Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 6 de marzo de 2017.- Nada hay más tentador que la salida populista a tiempos difíciles. Pero esa salida conduce al precipicio. Pregúntenle a los venezolanos.
Hasta personas ilustradas, como Claudio X González jr., caen en el garlito y le hacen el juego al populismo para salvarse solos.
O lo hacen por ganar prestigio social frente a la irritación nacional, en parte creada y fomentada por los populistas. Les terminan comprando su discurso y les allanan el camino.
Con verdades a medias juegan con fuego y echan en el saco de la corrupción a gente honorable.
“Todo está podrido, que venga el Mesías a hacer justicia contra los mercaderes del templo”, es el corolario de la tarea de quienes le hacen el juego al populismo.
Luego, como sucede siempre, serán devorados por su propia creatura.
Sin lugar a dudas hay que combatir la corrupción, en México y en el mundo. Pero eso sólo se puede hacer desde el lado de la democracia, de la justicia y de las libertades, y no del populismo.
Hace un mes Moisés Naím publicó (El País) un “manual para usuarios” acerca del populismo. Se refería a los casos específicos de Donald Trump, Vladimir Putin, el húngaro Viktor Orbán y el turco Recep Tayyip Erdogan. Pero queda como anillo al dedo para el candidato populista mexicano que quiere llegar a la Presidencia de la mano de Claudio X y compañía.
Lo primero que dice Naím es que “el populismo no es una ideología. Es una estrategia para obtener y retener el poder”.
Dice que “el líder (populista) y su gobierno se presentan como los defensores del noble pueblo maltratado y atropellado. Los populistas se nutren del ‘nosotros contra ellos’: el pueblo contra la casta, la élite, la oligarquía” (o la “mafia del poder”, agrego yo).
Expone que “los populistas más exitosos son virtuosos del arte de exacerbar divisiones y el conflicto social: entre clases, razas, religiones, regiones, nacionalidades y cualquier otra brecha que pueda ser ensanchada y convertida en indignación y furia política. Los populistas no temen jugar con fuego y avivar el conflicto social: por el contrario, lo necesitan”.
La constante del populista, dice Moisés Naím, es “deslegitimar y criminalizar” a sus opositores:
“Exagerar la mala situación del país y magnificar los problemas es indispensable. El mensaje central del populista es que todo lo que hicieron los gobiernos anteriores es malo, corrupto e inaceptable. El país necesita urgentemente cambios drásticos y el líder populista promete hacerlos. Y quienes se oponen a sus cambios no son tratados como compatriotas con ideas diferentes, sino como apátridas que hay que borrar del mapa político”.
Hasta ahí las citas del insigne escritor y analista venezolano-español Moisés Naím.
La moraleja está a la vista. En México tenemos a un populista tras la silla presidencial que desde hace años ha polarizado a la sociedad entre buenos y malos, “ellos los mafiosos y nosotros los puros”.
La forma de “purificarse” es buscar la gracia del líder populista y ponerse de su lado.
Pero cuando los populistas llegan al poder, lo retienen mediante la agudización del odio social.
Y lo hacen al margen de la legalidad y con las instituciones controladas por ellos.
Lo hacen, ahí sí, con toda la fuerza del Estado, que tienen en su puño.
¿No lo ven en otros países? ¿Eso queremos para México?