La Constitución de 1854 y la crisis de México
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de mayo de 2020.- Soy pacifista, pero reconozco que disfruto una buena confrontación verbal humana. No por morbo sino porque en cualquier conflicto que busca dominar la razón y el espacio, se comprenden los contextos, los intereses y las habilidades de los interlocutores para utilizar sus argumentos. Sin embargo, la proliferación de videoconferencias y comunicación desde las pantallas parece impedirnos buena parte de esta importantísima práctica social.
Ha sido el caso de la video-comparecencia del subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell con senadores de la República, miembros de la Junta de Coordinación Política, realizada esta semana. Se anticipaba como una gran oportunidad de contrastar y debatir los argumentos que han mantenido en tensión social a gran parte de la población mexicana respecto a la pandemia de coronavirus; pero también, como el espacio natural de la oposición política a promover los perfiles de los liderazgos que cuestionen al régimen en el poder. En todo caso, un encuentro de alto impacto para el interés público.
Quizá parezca curioso que los medios de comunicación se hayan enfocado en apenas diez minutos de entre las cinco horas y media que duró la transmisión de la video-comparecencia del subsecretario, pero es comprensible cuando en casi todo el ejercicio privó la imposibilidad de seguir el diálogo o la construcción de confrontación: el exceso de formalismos y cálculo político aunado a la fría y cómoda distancia de la pantalla impidieron una buena comunicación.
Con honrosas excepciones, los funcionarios públicos no dominan los espacios ni lenguajes tecnológicos y simplemente trasladaron a la pantalla sus secos discursos desde la sala de su casa o de sus oficinas. Incluso los momentos más destacados por la prensa (la intervención de la senadora Reynoso y la respuesta del doctor López-Gatell) sucedieron con tanta distancia anímica y espacial que no ha sido fácil trasladarlo en complejidad a las narrativas periodísticas.
En concreto, ella le cuestionó sobre si estaba arrepentido por anteponer su función política a su labor profesional y él le respondió que es una lástima que la gente no ponga atención; ella deslizó la idea de que el gobierno ha mentido y él le reviró que hay intereses de agenda política en construir noticias falsas sobre la actuación del gobierno. Esto, dicho así, parece una confrontación interesante; pero en la videoconferencia hay tanta distancia física como temporal y verbal; no hay suficiente intención, no hay manera de sentir los ánimos ni las reacciones de los involucrados en el ejercicio, existe demasiada comodidad en los oponentes. No hay mecanismos de defensa o agresión no verbales que den cauce a las tensiones. Tuvieron que pasar cinco horas de transmisión para que sucediera el quiebre del conflicto, básicamente cerrando los micrófonos de los participantes.
Y es que la comunicación en persona incluye comportamientos, expresiones, contacto visual y el tono de voz; también otro tipo de mensajes más sutiles pero indispensables para nuestra convivencia y supervivencia como la gesticulación, la postura o las dinámicas cinético-espaciales. Aún no hay capacitación para mirar con desprecio a un dispositivo y lograr que el interlocutor se perturbe mientras atiende -o no- su propia pantalla. El pueblo irlandés acuñó la expresión “No hay palabra capaz de tirar dos dientes”. Y es que, para aquellos, la violencia física y la violencia verbal viven en dos esferas absolutamente diferentes; quizá se adelantaban a estas confrontaciones modernas, porque sin los inmensos matices y riquezas de la comunicación no verbal estamos condenados a huir de nuestros problemas, con un clic.
*Director VCNoticias
@monroyfelipe