Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 18 de marzo de 2020.- La escena es casi idéntica a la que vivimos millones de mexicanos, en el mortal terremoto de 1985, que costó la vida a un número nunca determinado de ciudadanos.
Si, la de hoy es la escena de un presidente paralizado, sin capacidad de reacción, sin respuestas claras y al que dejan atrás la capacidad de respuesta y de reacción de los ciudadanos.
Y es que hoy, igual que entonces –hace 35 años–, resultó aplastante y ofensivas la ausencia de gobierno, del presidente y de no pocas instituciones del Estado mexicano.
Igual que en aquel 19 de septiembre de 1995 el presidente De la Madrid no entendió la magnitud de la tragedia, hoy el presidente Obrador no atina a dar una sola respuesta coherente, mientras que sus colaboradores desaparecen o se contradicen; mientras que el mandatario se cree iluminado, inmune a la pandemia; mientras que sin freno crece el número de infectados por el mortal Covid-19.
Todo eso en medio del más feo espectáculo de adulación, por parte de ese profesional “del cultivo yucateco” llamado Hugo López Gatell, que, a su jefe, el presidente, le otorga una impensable fuerza moral frente a un posible contagio de Covid-19. Y ya en la sublimación del delirio, el propagandista presidencial de cabecera, Epigmenio Ibarra, prefiere preparar el terreno para justificar la caída de la popularidad y la aceptación del presidente.
La derecha quiere tirar al presidente, dice Ibarra en sus redes sociales, a partir de quién sabe qué malévola conspiración, justo cuando crece el reclamo por la paquidérmica respuesta de López Obrador al mortal virus. Pero acaso la escena más patética es que en su púlpito mañanero, un desencajado presidente pregona el éxito de la inexistente estrategia contra la pandemia de Covid-19 y hasta asegurar que México está preparado para entrar a la Segunda Fase de contingencia, cuando la realidad es que casi todos los ciudadanos, los sectores sociales y buena parte de gobiernos e instituciones ya están en la Segunda Fase.
Es decir, igual que en aquel 19 de septiembre de 1985, la sociedad tomó en sus manos la emergencia y con un más avispado olfato de riesgo, rebasó al presidente y su vieja maquinaria, incapaz de reaccionar ante la destrucción de la economía, la seguridad, la salud y el empleo de los mexicanos.
Y es que sólo el presidente Obrador no se ha dado cuenta de que ya están en Fase 2 todas las universidades privadas, muchos colegios, también privados y no pocas universidades públicas; López no se ha percatado que por lo menos en una decena de estados ya se suspendieron la educación pública de todos los niveles y la mayoría de sus burocracias; en tanto que miles de empresas organizaron brigadas de prevención e impusieron el trabajo desde casa.
Incluso, estados como Hidalgo, se colocaron a la cabeza de la contingencia –con un hospital instalado en sólo tres días–, a pesar de que hasta ayer martes no existía un solo caso de Covid-19 en la entidad gobernada por Omar Fayad. Otros, como Jalisco, Yucatán, Guanajuato, Sonora, Michoacán, Tamaulipas, Tlaxcala y Colima, no esperaron la instrucción oficial y menos el aval presidencial, para poner a su población en alerta; para detener toda la educación pública y privada y para impedir una irresponsabilidad como la cometida en CDMX, de no cancelar el Vive Latino.
En unidades habitacionales, condominios verticales y horizontales, los vecinos y sus administraciones suspendieron amenidades y establecieron severas medidas para evitar eventuales contagios.
Todo a partir de la iniciativa propia, sin tomar en cuenta a los irresponsables gobiernos de CDMX y federal La iglesia católica no se quedó atrás –y a través de la Conferencia del Episcopado–, anunció la cancelación de las celebraciones religiosas, en tanto que gobiernos como el de Aguascalientes reprogramó la mundialmente famosa Feria de San Marcos. Sin embargo, el presidente Obrador se negó a cancelar sus “baños de pueblo” en Ciudad de México y las cada vez más ridículas mañaneras, mientras la alcaldía Iztapalapa, de Morena, se negó a cerrar la Pasión de Cristo, en Semana Santa.
Es decir, la sociedad se adelantó a un atolondrado presidente Obrador, a su gobierno, su partido y a instituciones del Estado, incapaces de reaccionar ante una emergencia como la que significa la pandemia del Covid-19. Y, claro, todo ello en medio del penoso escándalo que, a nivel mundial, ha convertido a López Obrador en el hazmerreir del mundo, por el tamaño de su irresponsabilidad e incapacidad para entender la crisis. Sí, la sociedad mexicana pasó por encima de un presidente que sigue sin entender nada; sin aprender que la ingobernabilidad –y no la derecha–, ya pusieron fecha de caducidad a su gobierno.
Al tiempo.