Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 15 de septiembre de 2017.- La alerta sísmica al sonar detonó miedos pasados y realidades presentes. El recuerdo es por demás obvio, la coincidencia del mes y la cercanía de la fecha exacta da motivo a las anécdotas coincidentes. Diecinueve de septiembre de 1985 y siete de septiembre de 2017 ya comparten algo en común: la desgracia.
El gobierno y quien lo encabeza actuaron como marcan lo que llamamos cánones. Cerca de donde pueden transmitir que están trabajando, en este caso desde el mando de Protección Civil. Analizando los daños. Consiguiendo lo primero que se debe tener en una crisis o emergencia: información de primera mano.
Aunque los noticieros estelares de televisión ya habían terminado. No hubo reparo para que de nueva cuenta los conductores titulares volvieran a las cámaras y micrófonos a dar a conocer la más reciente noticia, y no era para menos. Ya desde ese instante se sabía que era el sismo más fuerte que había sufrido México en los últimos cien años.
Réplicas, alertas de tsunamis, videos en internet. La posible psicosis al servicio de las redes. Pronto los mandatarios empezaron a enlazarse a los noticieros en vivo y a transmitir por redes sociales sus primeros hallazgos o decisiones. Ya el de Chiapas, ya el de Oaxaca, ya el Jefe de Gobierno capitalino.
El anuncio de la suspensión de clases, las primeras tomas de las cuarteaduras, el Presidente en el cuarto de mando empezando a dar instrucciones. Y por supuesto, a la par de la desgracia (que a esa hora todavía no se preveía su dimensión) nace la esperanza, en este caso y una vez más en forma de bandera.
Nueva coincidencia. El heroísmo de aquél niño de nombre Juan Escutia que nos dice la historia se aventó con el lábaro patrio en el castillo de Chapultepec. Sólo que esta vez el heroico mexicano lleva por nombre Ángel Sánchez, herrero y de familia que vende pan artesanal en Juchitán, Oaxaca.
Luego viene el traslado del Presidente y sus funcionarios al lugar de los hechos. Pasan las primeras horas y los primeros días. Allí no tiene pierde, acción irrefutable, nadie puede echarle en cara estar cerca de la gente, llevar ayuda, alimentos, agua embotellada. En el noticiero y en redes se ve la figura de la esposa del ejecutivo en uno de los tantos puntos donde se recibe la ayuda. Y más tarde repartiéndolos en algún poblado. Pese a la dimensión de la desgracia no se vuelca esta vez el apoyo social. Sin embargo tampoco es poco lo que se ha logrado. Pero se requiere más.
El Presidente de México desde el lugar de los hechos decretó 3 días de luto nacional (jueves 7, viernes 8 y sábado 9 de septiembre). Todas las banderas izaron a media asta. Se juntó con el miércoles 13, la gesta de los niños héroes merece también la media asta.
Siguen y seguirán los recuentos de afectados, el derrumbe de tantos inmuebles que por sus daños ahora son un peligro. La generación de oaxaqueños, chiapanecos y tabasqueños que por desgracia un embate de la naturaleza les generará un mal recuerdo, habrá muertos en sus anécdotas.
Cada quien comunicará su emergencia. Cada uno transitará su pesar. Cada persona sabe lo que pensó o sintió cuando la preocupación fue nota o cuando sintió que el piso se movía. Luego vinieron las llamadas y mensajes. La otra comunicación de la desgracia.