Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 12 de mayo de 2020.- En efecto, el 12 de mayo del 2020 se recordará en México como el día en el que el presidente mexicano, López Obrador, decretó un paso decisivo en dirección a la dictadura en México; una dictadura de Estado.
¿Por qué?
Porque en esa fecha –mayo del 2020–, el mandatario confirmó que, por la vía del decreto, en México desparece la policía civil y, en su lugar, el presidente ordenó la más poderosa militarización de la historia mexicana.
Es decir, que a partir de hoy, México vivirá en aquel régimen militar que, por más de dos décadas, estigmatizaron los políticos del llamado lopezobradorismo; el régimen que, según Andrés Manuel y sus más cercanos colaboradores, era un peligro para la democracia mexicana.
Sin embargo, hoy, a lopistas como el presidente Obrador, ya no les parece peligroso el régimen militar que cuestionaron por décadas; violatorio de derechos fundamentales -como los derechos humanos–, y que por decreto del propio López Obrador, está vigente en México, por encima de la vida institucional y democráticas, por encima de la Constitución, y por encima del poder civil.
Dicho de otro modo, resulta que, a partir del 12 de mayo del 2020, el presidente Obrador convirtió al Estado mexicano en un Estado militar; un Estado dictatorial, en donde militares y marinos sustituyen a los policías civiles y en donde los efectivos castrenses podrán investigar, acusar y detener a presuntos culpables
¿Y eso qué…? podría preguntar algún despistado.
Pues casi nada, que estaríamos ante la instauración de uno de los regímenes menos democráticos, más autoritarios y de menores libertades civiles. En pocas palabras, resulta que ya vivimos en la dictadura de López Obrador.
¿Y por qué un régimen de menos libertades civiles?
Porque, a querer o no, el gobierno de Andrés Manuel dinamitó la Comisión Nacional de Derechos Humanos –la CNDH–, y por tanto los ciudadanos estaremos a merced de los excesos castrenses.
Todo ello a pesar de que durante poco mas de dos décadas, el líder social y dirigente partidista, López Obrador, además de muchos de sus socios políticos –como Manuel Bartlett, Epigmenio Ibarra y Jenaro Villamil, Mario Delgado y Ricardo Monreal–, cuestionaron con severidad la supuesta tentación autoritaria de los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña.
Por ejemplo, durante esos años, los morenistas le gritaban a los mexicanos y al mundo que, con el cuento de la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico, esos gobiernos pretendían la militarización de la vida nacional lo que, según ellos, no era otra cosa que una grosera tentación dictatorial.
Militarizar al país era, según la chabacana interpretación lopista, lo más cercano a la traición a la Patria; era un error de la pureza discursiva de la entonces llamada izquierda mexicana.
Por eso, el lopismo político denunciaba que, por ejemplo, Vicente Fox, promovía la militarización cuando en el viejo Distrito Federal, el Ejército Mexicano entró a la violenta Delegación de Iztapalapa, para combatir el crimen organizado.
Ya con Felipe Calderón, como presidente, los lopistas criticaron no sólo el uso del Ejército y la Marina para la lucha frontal contra el crimen, sino que llegaron al extremo de llamarle la guerra de Calderón.
Y con Peña Nieto, algunos resentidos políticos, como Manuel Bartlett, armaron todo un montaje para denunciar un supuesto asalto militar contra el poder civil en México.
Lo cierto, sin embargo, es que, en las últimas dos décadas, el grupo político de AMLO no era más que una dictadura embozada.
¿Por qué?
Porque, en el fondo, el propio Obrador y sus más allegados siempre trabajaron para instaurar la dictadura que hoy han impuesto en México.
¿Lo dudan?
El 2 de febrero de 2017 titulamos así el Itinerario Político de entonces: Venezuela apoya a Obrador.
En esa entrega probamos que no era nueva la intención del gobierno dictatorial de Nicolás Maduro, de meter la mano en las elecciones mexicanas, a favor del candidato López Obrador.
Y, no hablábamos de oídas, ya que el bloque más cercano a Andrés Manuel coqueteaba con el dictador venezolano. Basta recordar que leales de Morena, como Yeidckol Polevnsky, René Bejarano, Dolores Padierna, Héctor Díaz Polanco, Gerardo Fernández Noroña y Alberto Anaya –dueño del PT–, entre otros, ya era probados adoradores de Nicolás Maduro.
Desde entonces existen evidencias de financiamiento de dinero venezolano a la candidatura presidencial de López Obrador, además de que esa dictadura capacitó cuadros de Morena a el adoctrinamiento de militantes del partido oficial mexicano.
Y la militarización decretada a partir de hoy en México, es el mejor ejemplo de que Andrés Manuel sigue a pie juntillas los pasos de Venezuela.
Se los dije; ya estamos en dictadura.
Al tiempo.