Cortinas de humo
OAXACA, Oax. 11 de julio de 2018.- Cuando inició la Independencia de México hasta su culminación el 27 de septiembre de 1821, la idea era construir algo propio, quitando de la cúpula del poder a la oligarquía que gobernaba la Nueva España, puesto como ahora, un pequeño grupo de ricos manejaba el poder político, económico, social y cultural, mientras la gran parte de la población se encontraba como ahora en la pobreza.
Los 300 años de colonización más las pérdidas materiales y humanas de la lucha por la independencia nos había dejado casi en la ruina, aun así muchos buscaban la libertad, otros, pretendían construir un Imperio y algunos, querían todavía depender de la Monarquía.
Con la guerra de Reforma, los conservadores y los liberales peleaban por el poder, cada grupo tenía un interés particular.
Por una parte, se encontraban los que querían mantener el estatus quo a través de gobiernos paralelos, y otros, como Benito Juárez deseaban un verdadero y profundo cambio basado en la Constitución, porque era consciente de que no podía existir una transformación fuera de la Ley y de la razón.
En la Revolución de 1910, Emiliano Zapata y otros, tenían claro que México requería de un cambio social trascendental, por eso parte de sus causas e ideales fueron traducidos en contenido constitucional, sin embargo, la persecución, la traición y la muerte le alcanzó, pero su legado al igual que el de muchos mexicanos anónimos que lo acompañaban había empezado a transformar el país, el sueño de los campesinos e indígenas apenas se vislumbraba en el escenario político, a pesar de que ellos conformaban una gran parte de la lucha revolucionaria, como cuando inició la lucha por la independencia en 1810.
Con los más de 80 años que gobernó el Partido Revolucionario Institucional (PRI), con la efímera incursión del Partido Acción Nacional (PAN), haciendo una etapa intermedia de 12 años, y ahora con el gobierno de Peña, los resultados está ante la vista de todo mundo, desapariciones forzadas, secuestros, homicidios, feminicidios, corrupción, persecución de activistas sociales, periodistas y defensores de los derechos humanos, entre otras muchas cosas, lo que ha provocado un seísmo en la conciencia nacional mexicana.
Con la revolución de conciencia a través del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), se ha logrado algo semejante a lo que rezara el principio de Lavoisier que “la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”, es decir, en términos políticos y sociales, los mexicanos seguiremos siempre siéndolo, indistintamente del partido político, la religión, clase social, el origen étnico, las opiniones, las preferencias sexuales, el género o cualquier otra condición en que nos encontremos.
En ese sentido, lo que hoy es MORENA es el resultado de la conjunción y cohesión de muchas corrientes de pensamiento, de lucha social obrera y campesina, de la exigencia permanente de los de abajo de la pirámide social, quienes luchan por un mejor futuro para México, dejando a un lado la trayectoria política o partidista de muchos de los que ahora integran el partido político MORENA, pues por todos es sabido, que hace años o apenas hace meses muchos de sus afiliados y simpatizantes se encontraban en otros partidos que ahora se desdibujan en el escenario político, afortunadamente, con la esperanza de una nueva transformación del país, decidieron formar un bloque común y la ciudadanía se unió a la propuesta con el deseo de que las promesas de campaña se hagan realidad.
La historia que se empezó a escribir con el lápiz y la boleta electoral el 1o de julio del 2018 en las urnas, es muestra de que como ciudadanos estamos cansados de las mismas promesas y de los partidos políticos que, por muchos años han manejado el mismo discurso y la forma sistemática de alcanzar el poder.
Hoy podemos decir que el poder del pueblo a través del voto puede transformar las instituciones, desde instituir un nuevo partido político hasta desaparecer los viejos partidos.
Asimismo, la verdadera democracia del pueblo deja un gran mensaje en el sentido de que ya nada le asusta respecto de los spots de miedo, las cartas amenazantes de los empresarios a sus trabajadores, el reparto indiscriminado del recurso público para la compra de votos y de conciencias a través de programas sociales, la comparación política para denostar al rival, entre otras artimañas de los oscuros intereses de la vieja política oligárquica.
De esta manera, se debería también regenerar la historia, empezando por establecer como “la noche de gloria mexica”, a la mal llamada “noche triste”, relacionados con los hechos históricos suscitados entre el 30 de junio y 1 de julio de 1520.
Como mexicano y dado el reconocimiento constitucional de la pluriculturalidad de la nación, desearía que el gobierno de López Obrador, como una forma de reivindicación indígena y de cambio, aparte de tomar posesión en el Congreso de la Unión, trasladara ese mismo acto solemne al centro del complejo indígena de Teotihuacán, entre las pirámides del Sol y la Luna.
Que en ese acto de Teotihuacán las autoridades indígenas de México sean los que le tomen protesta al nuevo gobierno y que establezcan “El pacto de Teotihuacán”, es decir, una nueva relación de respeto, colaboración y trabajo entre el gobierno federal y el de las entidades federativas, con los pueblos indígenas.
En esta nueva etapa de la historia de México, algo se tiene que cambiar, por lo que considero, mínimamente habría que empezar por sensibilizarnos, reafirmando así que el pasado y el presente de los pueblos indígenas no es un objeto folclórico, sino que, dichos pueblos son sujetos que históricamente han defendido y transformado a la nación, por lo tanto, quien o quienes pretenden representarlos en el nuevo gobierno deben de actuar en coherencia a los principios constitucionales respecto al reconocimiento de la pluriculturalidad de la nación, porque de otra manera, todo quedaría en el discurso, el reconocimiento de la nación pluricultural seguiría siendo letra muerta en clave constitucional, entonces, todo se dejaría en esperanzas y promesas.
Con el beneficio de la duda, creo sinceramente que tarde o temprano, lo utópico siempre encuentra una realización, porque quien no es utópico no desea la transformación, sino la pasividad de dejar pasar y dejar de hacer las cosas.
Por lo anterior, la transformación que se espera de la República mexicana, no es responsabilidad de un solo partido, sino de todos los mexicanos, la mayoría votó por esa esperanza de cambio, esa mayoría que antes votaba por otra cosa, -para no decir por otro partido político-, es la misma que ahora se encuentra hilvanando una nueva historia, un nuevo sueño, un nuevo reto, sobre todo, una nueva esperanza con el anhelo de alcanzar la cuarta transformación de México, consistente en menos pobreza, mejor distribución de la riqueza, menos privilegios coloniales, más educación, un gobierno ciudadano, políticas incluyentes, reconocimiento e implementación de los derechos de los pueblos indígenas, acciones y evaluaciones educativas más coherentes con la realidad del país, valoración de lo propio, justa negociación con las grandes empresas, en general, empoderar al pueblo, cambiar las políticas de odio y de terror, por políticas de paz, justicia, solidaridad, comunalidad, mayor seguridad, libertad e igualdad.
* Licenciado en Derecho, por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO), [México, 2008]. Egresado del Máster Propio denominado «Título de Expertos en Pueblos Indígenas, Derechos Humanos y Cooperación Internacional», Instituto de Estudios Internacionales y Europeos «Francisco de Vitoria», Universidad Carlos III de Madrid, [España, 2016]. Es Maestro en Estudios Avanzados en Derechos Humanos, Instituto de Derechos Humanos Bartolomé de las Casas, Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) [España, 2017]. Autor del libro (2018). “Democracia indígena en contextos multiculturales”. Instituto Electoral del Estado de México, Centro de Formación y Documentación Electoral. Toluca, México. ISBN 978-607-9496-47-0