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A los que gobiernan la educación…
OAXACA, Oax., 7 de enero de 2018.- Hay una frase que me ha llamado mucho la atención: “la mujer no nace se construye”, de la misma manera se puede decir que “el hombre no nace se construye”.
Entones, ambos géneros son un producto social, nadie nace mujer se hace mujer, nadie nace hombre se hace hombre.
Si lo afirmado tiene validez, entonces podemos cambiar la condición prevaleciente de la mujer hacia otra condición que no implique su opresión por parte del hombre. Esto nos abre un mundo de posibilidades en la cual el conjunto de los humanos vivan bien y con justicia.
En el mundo nuevo, desde luego, la mujer como tal no puede existir, porque precisamente por ser mujer, una construcción social, es su condición de opresión.
Será un mundo sin mujeres, dicho de otra manera, sin la opresión de una mitad de los humanos hacia la otra mitad. Esta mitad de la humanidad será simplemente otra mitad de la misma, será la existencia de una verdadera humanidad.
La mujer como simplemente humana es un largo recorrido que debe transitar la historia humana y estará a cargo de las mujeres conscientes de su condición actual.
En los inicios de la humanidad la mujer no existía, simplemente había una parte del grupo que desempeñaba un trabajo dada su condición física, la primera división social del trabajo entre agricultores y cazadores no se dio por condiciones de sexo sino por fortaleza física, el medio imponía la fuerza. Decir que esta división social se dio por motivos sexuales es una falsa hipótesis.
De esta falsa hipótesis, al relacionarlo con el sexo, se creó la falsa idea de la debilidad congénita de la mujer, lo cual trajo por consecuencia la idea de la necesidad de su protección, la expresión “sexo débil” expresa muy bien esta ideología.
La ubicación de estos seres humanos en la división social del trabajo, se les asignó aquellas labores que según se creyó le eran consustanciales por su condición sexual: se creó por tanto a la mujer condenándola a ciertas labores “propias de su sexo”, como la administración del hogar, ser compañía de los hombres, su uso y disfrute por el “sexo fuerte”.
La mujer surge como tal como valor de uso y de cambio, como mercancía y no como productora, creadora de valor, de riqueza, esto estaba reservado a los hombres. El trabajo de la fábrica por las mujeres sólo se dio por la muerte temprana de los hombres por la sobreexplotación por el dueño de la fábrica.
La creación de una mitad de la humanidad como valor de uso, como valor de cambio, es decir, como mercancía, para el uso y disfrute de la otra mitad de la humanidad fue, ha sido, es un verdadero crimen de la historia humana y todavía nos atrevemos a llamarle civilización. Le llamamos crimen por decirlo de alguna manera pero esto no tiene nombre.
Observar en alguna esquina una mujer vendiendo su sexo porque las condiciones económicas así lo determinan, por costumbre, por historia, por lo que sea, es la escena más degradante que no es posible aceptar.
En ello se refleja la condición más degradante de un ser humano llamado mujer, que de esta situación extrema se pueden mostrar diversas formas que adopta esta venta desde el matrimonio santificado por las iglesias y las leyes, pasando por la venta sexual en las oficinas públicas y privadas, en las factorías, así como en el mercado político.
Pero el escenario más cruel se da cuando algunas mujeres, en contra de esta condición, levantan el puño, elevan su voz, se organizan, crean una corriente de pensamiento emancipador, son descalificadas, difamadas, estigmatizadas, “locas”, “ligeras”, “manfloras”, “les falta macho”, son los calificativos más amables que reciben.
El problema más grave es que las mujeres no han obtenido conciencia de su situación. Millones de mujeres, mediatizadas, enajenadas, acostumbradas, por el poder político, el Estado, la moral, la ética dominante, las iglesias, los dispositivos de dominación, aceptan esta especie de servidumbre voluntaria.
La servidumbre voluntaria es la perspectiva de la dominación desde el propio dominado. Poderosa ideología es esta servidumbre voluntaria. La gran mayoría de las mujeres lo ven como algo natural, así fueron educadas en la familia, las leyes refuerzan esta ideología, los gobernantes se sienten muy a gusto con “sus primeras damas”, mientras más correspondan con el modelo de uso imperante mucho mejor.
En los campos del poder y de la lucha política, la servidumbre voluntaria se expresa a partir de la subordinación de la mujer hacia el político del momento, del hombre exitoso, del partido oportuno, manejado regularmente por hombres, siempre buscan el acomodo a la sombra de su opresor: un hombre.
Cuál deberá ser el camino para la emancipación de las mujeres, ¿conciencia de clase, de grupo social, creación de la ideología liberadora? ¿Por qué no empezamos por algo más elemental: la unión de las mujeres para la toma del poder político, la mujer como sujeto político y no como su objeto?