Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
OAXACA, Oax., 31 de marzo de 2019.- Creo que el año 2021, en el aniversario de la caída de Tenochtitlán y de la Independencia Nacional, es necesario emancipar a las naciones originarias, antes pueblos y comunidades indígenas, de una vez por todas, de su condición de colonialidad, que implica, exclusión, marginación, explotación, discriminación, desconocimiento de sus derechos, avasallamiento de sus identidades, mutilación de sus saberes y de sus futuros, agresión de sus creencias y divinidades.
La grandeza de México, en un solo puño, mostrar al mundo su gran síntesis de una gran Nación compuesta por sus nacionalidades originarias, de la diversidad de sus saberes, identidades, visiones, creencias, grandes y pequeños relatos, de sus diversas utopías y sueños.
Esto deberá reconocerse, esta realidad, plasmarse en nuestra máximo ordenamiento jurídico, desde su artículo primero, disponer que el Estado mexicano es un Estado plurinacional.
Esta declaración, este reconocimiento del carácter plurinacional del Estado mexicano, implica reconocer cada una de las naciones originarias que lo conforman, confirmar la autodeterminación de cada una de ellas, incluyendo, desde luego, al pueblo negro, haciendo eficaz cada uno de sus derechos.
México es un crisol de culturas de sus naciones originarias, es un poderío, es una fuerza interior con capacidad suficiente para competir con dignidad en los conciertos de las naciones.
Mientras se siga con la colonialidad, México seguirá siendo una nación injusta, dependiente de centros imperiales, impotente para resolver sus problemas y sin viabilidad histórica, ni más ni menos.
Este Estado plurinacional, con plebiscito diario de su existencia y viabilidad histórica, implica un reordenamiento territorial para hacer efectiva los derechos de estas naciones originarias, por ejemplo: el reconocimiento del nivel comunitario de gobierno, con autonomía y poder suficiente para alcanzar la felicidad de sus poblaciones.
Reconocimiento del poder territorial de las naciones originarias y agrupadas en una sola entidad federativa como los mixtecos o en una federación de los pueblos y comunidades mayas, por citar los dos casos emblemáticos. Estas naciones, por derecho propio y humano, merecen tener sus propios gobiernos.
Si hay un reconocimiento territorial, implica que estas naciones tienen el manejo de sus recursos naturales, que ellos si saben cuidar por tener una relación esencial con los mismos. Estas naciones no se pueden entender sin la autonomía en el manejo de su territorio. El territorio es vital para su ser y existencia. No fueron extinguidos por el imperio español, precisamente porque estos les respetaron parte de sus territorios.
Desde luego, las naciones originarias no pueden tener viabilidad histórica si no tienen a sus representantes en los órganos de decisión nacionales y locales. Si se reconoce el gobierno comunitario, estas asociaciones humanas no tendrán la necesidad de estar representadas en los ayuntamientos municipales pero si en los congresos locales, en la Cámara de los diputados y en el Senado de la República.
Estas naciones originarias tienen el pleno derecho, como mexicanos, de ser escuchados en los congresos y legislar de acuerdo a sus intereses, desde luego, la representación no será a través de partidos, sino a través de los métodos que las naciones originarias convengan.
Por su situación de colonización, primero, luego por la colonialidad, estas naciones originarias han existido en condiciones muy precarias. Como la idea era extinguirlas, toda la acción política, administrativa, jurídica, económica, social, educativa, ideológica y cultural del Estado mexicano fue dirigida para exterminarlas e integrarlas como simples poblaciones y ciudadanos mexicanos.
Cuando se tuvo algún gobernante benevolente como el actual Presidente, nos asignaron recursos especiales y establecieron alguna institución para su atención de manera específica.
Por lo anterior, en justicia, es necesario un gran presupuesto suficiente de parte del Estado mexicano, para erradicar la condición de desigualdad y pobreza endémica en que viven las poblaciones de estas naciones, no puede ser de otra manera. Si se logra la emancipación política es condición necesaria su emancipación económica y social.
A estas naciones originarias es necesario reconocerles sus bienes comunes, muy diferentes a los bienes públicos o los bienes privados. Darle poderío a lo común de estas naciones está la clave para su emancipación histórica. Un nuevo mundo podrá asomarse en el horizonte nacional, un nuevo mundo que, en definitiva, sepultará las relaciones sociales neoliberales.
La condición de las naciones originarias de México, no es muy diferente a las de los países latinoamericanos y de la propia América en su conjunto, por ello, es necesario impulsar la unión de todos los pueblos y comunidades originarias de América como una expresión de su grandeza, de la necesidad de la emancipación de toda idea remanente de colonización y de acabar con toda colonialidad que es la verdadera revolución o transformación.
Aprovechemos el 2021 para arribar al México que nuestros antepasados soñaron: libre, plural, igualitaria, diversa, democrática y con gran sentido de la justicia.