La posverdad judicial
Este domingo se celebró el Día Mundial contra el Cáncer, bajo el lema: Por unos cuidados más justos. “Cualquiera puede tener cáncer —dice un video en la página oficial, worldcancerday.org—, pero no todos tienen el mismo acceso al cuidado del cáncer. Esto puede cambiar. Debe cambiar.” Es un llamado a los líderes del mundo, es decir a quienes tienen el poder para llevarlos a cabo, para que se aboquen con toda seriedad a efectuar los cambios que se necesitan, que urgen y que son posibles. “Ha habido avances increíbles en la prevención, el diagnóstico y el tratamiento del cáncer, para algunos pero no para todos. El nivel de ingresos, la educación, la geografía y la discriminación pueden afectar el tratamiento y los cuidados que recibimos.” Existen diferencias en la manera de abordar el cáncer entre los diferentes grupos de edad, desde luego, y entre países y al interior de los mismos. Pero si al cáncer no le importa quién es cada uno de nosotros ni cómo vivimos y de todos modos ataca, ¿por qué debe importarnos esto a la hora de brindar cuidados y aplicar los tratamientos?
Entre nosotros hay un tipo de cáncer que ejemplifica las inequidades y la injusticia en materia de atención de la salud: el cáncer cervicouterino o del cuello de la matriz, que sigue matando a muchas de nuestras mujeres a pesar de ser 100% prevenible. Este cáncer está asociado, en una alta proporción, a la infección por el virus del papiloma humano (VPH), enfermedad de transmisión sexual para la que contamos con una vacuna altamente efectiva. La prueba de papanicolaou, de rutina en las exploraciones ginecológicas, es capaz de detectar células precancerosas y al propio cáncer en sus etapas más incipientes, abriendo el camino hacia una biopsia que afine el diagnóstico. Un diagnóstico temprano a su vez hace posible un tratamiento sencillo y al mismo tiempo totalmente resolutivo. ¿Por qué entonces este cáncer sigue matando a nuestras mujeres, que además son las más pobres? La respuesta es un acceso limitado a la atención de la salud.
Para quienes nos dedicamos a la parte social de la medicina, el reto principal de toda política pública es el acceso equitativo y libre a todas esas intervenciones médicas que ha sido tan arduo desarrollar y que realmente cambian la vida de las personas y su manera de enfrentar lo que a todos nos llega tarde o temprano, que es la enfermedad. En el caso del cáncer el acceso oportuno es la diferencia entre la vida y la muerte. Porque si no, son largas y largas las esperas de la cita, primero con el médico general y luego con el especialista en oncología, que manda hacer la biopsia que el patólogo tiene que analizar, para luego regresar el diagnóstico al médico tratante, que hace la evaluación y programa por fin la radiación o la quimioterapia. Hay tiempos indispensables pero también hay rezagos y tardanzas, que luego son las que matan realmente.
Esto implica que la burocracia no puede ser aliada del cáncer. Que la atención de la salud sea expedita y que si alguien necesita atención médica la pueda tener y que le den a tiempo la orden para su estudio, para su biopsia, para su diagnóstico, para su seguimiento del cáncer, para sus radiografías de control y otros estudios de gabinete. Más allá de platicar de cifras hay que hablar de que todas las personas tengan sus pruebas diagnósticas a tiempo, sus biopsias a tiempo, sus tratamientos a tiempo. Y eso es lo que vive la gente pobre, la atención a destiempo.
He hablado de las mujeres con cáncer del cuello de la matriz, pero tampoco podemos admitir que los niños con cáncer, por enfocar la atención hacia los casos que más nos conmueven, carezcan de la atención y los medicamentos necesarios. Siendo un derecho consagrado en nuestra Constitución federal, esto lo tiene que cubrir el Estado mexicano en un gran ejercicio de gobernanza que involucre a los gobiernos federal, estatal y municipal, sin olvidar que como sociedad nos toca también dar una respuesta. Que todos estemos pendientes, porque el cáncer nos puede dar a cualquiera. Si toda la sociedad nos ponemos las pilas y logramos que los diagnósticos sean tempranos y los tratamientos oportunos, vencemos al cáncer.
Quiero terminar enviando un pensamiento de mucho cariño para quienes han sufrido de cáncer, para quienes han vivido la desgarradora, cruel y triste experiencia de vivir con cáncer. A quienes lo han superado, felicidades; a quienes no tuvieron la suerte de poder hacerlo, un abrazo solidario para sus deudos y familiares.
Por una sociedad comprometida con la lucha contra el cáncer y preocupada por otorgar cuidados más justos, ¡que viva Oaxaca!