Cortinas de humo
OAXACA, Oax., 17 de junio de 2016.- Adriana tiene 13 años y cursa el primero de secundaria, es muy delgada y tiene unos rasgos armoniosos que provocan una gran belleza, sus ojitos rasgados, la nariz recta y la boca delineada perfecta, que cuando sonríe, muestra sus dientes parejos y blancos, sin que jamás braquete alguno haya estado en su boca. Todo este conjunto logra hacer una adolescente preciosa.
Para ella, ese día no es como otro cualquiera, está en su banca, tratando de seguir el dictado de la maestra, pero se ha descompuesto, se siente muy mal hasta que se desliza de su banca.
Cuando despierta está en la cama del hospital y se da cuenta que su mamá ya lo sabe, que ella se inyectó unos medicamentos caducos que se usan para anestesiar, ella quería morirse.
En otras ocasiones se ha cortado los brazos con las navajas y se ha lijado la cara hasta que la sangró; se ha rasurado sus cejas hasta ya no haber piel; en fin, se ha ensañado con su cuerpo.
Adriana ha inhibido el enojo contra su madre, Zinker 1980: que tiene un control y posesión excesiva sobre su vida y ha dirigido la acción destructiva hacia ella misma. Es su propia enemiga.
Josefina su madre, es una mujer con una autoestima muy baja, que terminó su carrera de médico, al faltarle el título, se acomodó en una farmacia de dependienta y ahí ha visto pasar la vida por 12 años.
Ha llevado a su hija a apoyo psicológico, que aún cuando necesariamente está prescrita por instrucciones de la escuela a estar bajo la supervisión de un psiquiatra, los problemas emocionales siguen ahí.
Y es que el apoyo psicológico no solo aborda a Adriana, también la madre tiene que ir, porque su amor se ha desbordado, es decir ha pasado los límites y como si fuera un gran león, ha devorado a su hija, para que sea ella quien permanezca en su piel.
Adriana está programada por su madre, sobre dónde estudiará cuando termine la secundaria, la carrera que elegirá, le dice cómo vestirse, cómo peinarse o el corte de pelo que debe hacerse, no debe maquillarse así sino asá; todo está controlado, todo está permitido pero solo dentro de los límites que ella ha marcado, que digo marcado, remarcado.
Y la comunicación va siempre en “doble vínculo”, por ejemplo, ahora que el novio va a salir de la secundaria, la mamá le dice que debe terminarlo, que eso no tiene futuro, que es una tontería seguir; “yo en tu lugar, le diría adiós”, no quiero que sufras, solo quiero verte feliz.
O esta: “yo creo que tu novio y tú continuarán su noviazgo, aún cuando el inicie el bachillerato, pero hay tantas niñas bonitas que él va a conocer, que quien sabe si la relación persevere”.
También “qué bonito te quedó ese vestido, aunque antes de que estuvieras tan delgada, te quedaba mejor, ahora ya no se ve bien”.
Martha Alicia Chávez, lo dice excelente: proyectamos en nuestros hijos nuestras expectativas de vida, nuestras frustraciones, lo que no pudimos concluir, o nunca resolvimos, hacemos una extensión de nosotros en él o ella, lo presionamos con tanta insistencia para que haga o deje de hacer.
Si nosotros como padres observamos, conductas de este tipo, en nosotros y en nuestros hijos, tengamos un momento de reflexión, Hay que darse cuenta, percatarse de esas actitudes inconscientes que tenemos hacia ellos, conocer esa parte oculta de la relación y consultar un especialista que nos ayude a resolver nuestros conflictos y no esperar resultados devastadores.
Adriana ya no puede tocar más fondo, ya llegó a él; afortunadamente no murió, está viva, para vivir su propia vida.
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