Diferencias entre un estúpido y un idiota
OAXACA, Oax., 28 de abril de 2019.- El encuentro casual en un avión volando desde la Ciudad de México a Oaxaca me permitió conversar con Karl.
Joven danés, típico ejemplo de su generación en red, y por ello viajero global incansable, me ilustró con algunas observaciones que ahora comparto.
Karl me confesó su positiva sorpresa por la enormidad del territorio mexicano, la extensión y modernidad de la Ciudad de México, su seguridad peatonal en los lugares por los que caminó, los marcados contrastes entre lo agrario y lo urbano, y el carácter afable de los mexicanos, más cálido y agradable que el de los brasileños, según lo advirtió.
Me refirió el sentido de poder que captó en Teotihuacán, en su opinión tan solo comparable con la Ciudad Imperial china, y, desde luego, la respuesta unánime que recibió de aquellos a quienes consultó en la Ciudad de México y le respondieron: tienes que ir a Oaxaca.
Karl cree que México es un gran país al que le espera un futuro luminoso, que China no desplazará a Estados Unidos del liderazgo mundial si acaso en un siglo, que el modelo cultural norteamericano es muy fuerte y difícilmente reversible, y que México es un híbrido social y cultural único en el planeta, lleno de energías que desplegar y que le aseguran un lugar privilegiado en el mundo que viene.
En respuesta a sus preguntas sobre la historia nacional, que dijo no conocer bien (otro rasgo de su joven generación), le explique la gesta de México en el último siglo y medio al pasar de la casi nada a convertirse en el segundo país más industrializado de América Latina y el 15 del mundo, y que del TLCAN de 1994 al T-MEC en curso de aprobación con el recambio de estrategia y políticas públicas que estamos experimentando esperamos recobrar más fuerza interior para posicionarnos mejor aún en el siglo 21.
Me preguntó específicamente si México era una democracia, a lo que respondí que sin duda lo es, pero en proceso de maduración y arraigo de los hábitos del pluralismo, los equilibrios y controles a los poderes lícitos e ilícitos, cuya regulación exige un estado fuerte y una nación plural y diversa pero no dispersa ni capturada por males y vicios como la corrupción y la impunidad.
La ciudad de Oaxaca sorprendió a Karl. Su extensión y población, su dinámica callejera y tanta riqueza de espacios, historia, piedras, sabores y colores, y no tuvo ningún incidente de seguridad aun cuando se hospedó en un suburbio alejado del centro histórico.
El joven danés rentó un vehículo y visitará la Sierra Juárez, la Sierra Sur y la Costa durante los próximos dos meses.
Es claro que a lo largo de su estancia también se enterara de los problemas persistentes que encaramos y padecemos en desigualdad, pobreza, informalidad, marchas, plantones e inseguridad o falta de mejores vías de comunicación entre regiones y dentro de las ciudades.
Pero, por sobre ello, Oaxaca cautiva a los visitantes extranjeros y sus percepciones y opiniones abonan a la fama de que hace tiempo goza la tierra de Dios y del Sol.
Nos corresponde en el día a día cuidar la vida buena familiar, vecinal y amistosa; cultivar y fortalecer el tejido social con dosis de ética aplicada y legal a las actividades cotidianas; mejorar la confianza entre personas y exigir atención preventiva más que remedial de los gobiernos a los servicios públicos básicos; condiciones mínimas de seguridad, empleo y bienestar; y más comunicación directa del servidor público con la gente de a pie.
Oaxaca es de los oaxaqueños, los mexicanos y la Humanidad. Enriquecer nuestro espacio vital de manera constante asegurará que muchos visitantes como Karl sigan escuchando la respuesta que el atendió: tienes que ir a Oaxaca.