Nos pegó la Fernandomanía
Raúl Ávila | Oaxaqueñología
OAXACA, Oax., 4 de noviembre de 2018.- En Días de Muertos hay que hablar con ellos de lo vivo.
La crisálida no solo significa la transición entre insecto post-larvario a mariposa. Simboliza aquí el momento histórico en curso.
En el ámbito global se traduce en el fin del sistema-mundo de los últimos cinco siglos bajo pleno predominio occidental capitalista de mercado.
Denota el amanecer de un juego nuevo en el que alineará el actor oriental y diversas expresiones del amplio sur, las cuales asignan papel determinante al líder y el poder político. No la borrará, pero si cambiará las reglas de la democracia.
Esa es la crisálida de la competencia entre Estados Unidos y China, una de cuyas pistas cruza por América Latina y El Caribe, y en parte explica el recambio en el Cono Sur (Brasil, el más reciente) y la sangría humana de México y el Triángulo Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras).
En la dimensión entre estados, mediante la reacción nacionalista frente a las economías y sociedades cuasi-liberales abiertas, se modifican correlaciones, acuerdos y pactos, como el de Norteamérica, para no quedar fuera del parto y el reparto global que viene.
En los ámbitos nacionales, la crisálida se nutre del cambio demográfico y socio político, de la ambición por el dinero y la corrupción de la vida que la gestó, solo que no está claro si podrá aislarse de tales herencias para alumbrar entes de mejor calidad, ya en Asia, Europa o América.
La crisálida se alimenta de la descomposición y recomposición de procesos de concentración de riqueza y distribución de la pobreza. De la expectativa frustrada que se vierte en las urnas y de la promesa de regenerarse en el siguiente ciclo de dominación. Veremos que pasa en México.
Ella se sustenta en la inutilidad de antiguas instituciones y formas de gobierno débiles y capturadas que no le sirven. Se cuece en la inmadurez de la adaptación a las nuevas tecnologías, sensibilidades y mentalidades.
En los espacios locales, ya del sur o del sureste, la crisálida crece en el desorden, el abandono y el olvido; en la burla a los más en el circo de los menos; a la luz y a la sombra de la irresponsabilidad y la impunidad de la que está contagiada.
Por tanto, en esos espacios no parece haber más opción que seguir haciendo lo mismo con resultados que, naturalmente, no cambiarán ni siquiera un poco el mundo real.
La transformación de crisálida en mariposa no es pronta ni fácil. Ningún cambio de fondo lo ha sido o lo es.
En el ambiente de incertidumbre generado por tales cambios de época, la crisálida del siglo 21 madura su porvenir, pero no hay la mínima seguridad de que nazca saludable y alce el vuelo de su futuro a tiempo.