Economía en sentido contrario: Banamex
La semana pasada se dieron a conocer los resultados de la Medición Multidimensional de la Pobreza 2022, llevada a cabo por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). La buena noticia es que, según este estudio, durante el periodo analizado, 2020 a 2022, se redujo en casi 9 millones el número de mexicanos y mexicanas en situación de pobreza, verificándose asimismo una reducción de la pobreza extrema, de 8.5 a 7.1 por ciento, es decir casi dos millones de personas menos en esta lamentable situación.
La mala noticia es que el acceso a los servicios de salud y seguridad social por parte de la población más pobre se redujo drásticamente. El número de personas que presentó esta carencia pasó de 16.2% del total de la población en 2018 a 28.2% en 2020 y luego a 39.1% en 2022, es decir que en estos últimos cuatro años pasó de cerca de 20 millones de personas a poco más de 50 millones, una cantidad alarmante. Solamente en Oaxaca más de 2 millones de personas se quedaron sin acceso a servicios de salud, siendo, después de Chiapas, el segundo estado de la República con mayor porcentaje de su población en presentar esta carencia.
He podido constatar de primera mano lo anterior, en las múltiples visitas que he realizado para presentar mi libro La pandemia de COVID-19 en Oaxaca en muchos hogares de la capital oaxaqueña. En el marco de las familias hemos conversado sobre sus inquietudes en materia de salud y he escuchado anécdotas muy valiosas de lo que pasó durante la pandemia. Pero lo más importante que he advertido es que hay un problema descomunal en materia de salud y que nuestro sistema de salud está a punto del colapso. Tengo que decirlo, no solamente como médico preocupado por los problemas sociales de Oaxaca, sino también como ex secretario de Salud. La mayoría de las familias que he visitado viven en una situación muy precaria en torno a su salud, sienten una falta de atención, con escasez de clínicas, de especialistas, de médicos, de servicios de laboratorio. Por ejemplo, si alguien necesita operarse en el Hospital Civil Aurelio Valdivieso, se encuentra con que no hay camas sino hasta enero del próximo año. Es una verdadera calamidad en materia de salud y ahora puede advertirse que no es solamente una apreciación empírica, sino que está fundamentada en los resultados de Coneval.
Hay que meditar muy bien sobre lo que está pasando. ¿Que es un problema mayúsculo?, sí. ¿Que hubo pandemia de por medio?, sí. ¿Que en sus evaluaciones, el grupo gobernante encontró que había fallado el Seguro Popular?, sí. No es este el momento de analizar con detalle si el sistema que teníamos funcionó o no funcionó o si el que ahora se está implementando va o no va a funcionar, pero lo que está claro es que el golpe de timón en el sistema de salud fue por lo menos temerario en el contexto de una pandemia que apenas comenzaba. Porque fue en esos momentos en que se decidió disolver el Seguro Popular, que desde luego tenía problemas y era perfectible, y en el cual a lo mejor sí había corrupción, que es lo que más motivó a las autoridades actuales para congelarlo y sustituirlo por un Instituto de Salud para el Bienestar que tuvo que ser cancelado al poco tiempo, como testigo de que algo se había hecho precipitadamente. El Seguro Popular al menos funcionaba y lo que he visto en las familias es que la gente lo extraña. Ahora lo que se trata de hacer es canalizar la atención de la salud de la población sin seguridad social a través del IMSS Bienestar, un modelo que ya se probó, con resultados variables, desde hace al menos cuatro décadas. Veremos cómo se instrumenta en esta ocasión.
La salud y la enfermedad no esperan ni pueden estar supeditadas al turno burocrático o administrativo, sobre todo cuando el sistema está, como he podido constatar de primera mano y como ha quedado claro con los resultados de Coneval, en una crisis descomunal y al borde del colapso. Pero debemos ver esta encrucijada como la oportunidad para mejorar nuestros servicios, en un gran ejercicio de gobernanza en salud que convoque a las instituciones tanto federales como estatales y municipales, a las organizaciones de la sociedad civil, al personal médico, a las y los especialistas, al personal de enfermería, cada quien en el ámbito de su competencia para atender de manera expedita las necesidades apremiantes en materia de salud que tienen las familias oaxaqueñas.¡Viva Oaxaca!