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Indicador Político
CIUDAD DE MÉXICO, 19 de marzo de 2017.- La crisis de la izquierda en México debe comenzar con un planteamiento estricto: en México la izquierda no existe, la izquierda socialista se disolvió como ideología en 1989 cuando el Partido Comunista Mexicano (PCM) –ya con el nombre de Partido Mexicano Socialista– le cedió su registro al expriísta Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano para fundar el Partido de la Revolución Democrática. Ahí la izquierda socialista quedó reducida a cenizas porque la ideología política del nuevo partido fue populista.
Es un poco complicado entender los pasadizos secretos de la política mexicana. La izquierda mexicana ha tenido dos veneros concretos: el movimiento social de la Revolución Mexicana por su proyecto social popular y el socialismo que vino de Moscú. No hubo grandes confrontaciones ideológicas entre el PCM y el sector gobernante sin/con partido, sobre todo porque el discurso oficial gubernamental siempre fue revolucionario no marxista. En cambio, el PCM desarrolló el pensamiento marxista.
A lo largo de su historia como PNR-PRM-PRI, el grupo gobernante priísta desarrolló un espacio determinado por dos extremos dentro del oficialismo: el conservadurismo sin llegar a ser derechista o exageradamente religioso y el progresismo que llegó a tocar algunos de los razonamientos del socialismo marxista pero no leninista. En el gobierno mantuvo ese equilibrio con distribución del poder a ambos extremos. Se trató, en realidad, de un centro estabilizador.
El único que tensó la cuerda un poco hacia la izquierda fue el presidente Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940) por sus expresiones y algunas decisiones socialistas, pero con la intención clara de ser un modelo extraño, tropical y tercermundista: un socialismo sin marxismo, lo que quedaba en un populismo de clase popular. El dato lo aportó el politólogo Arnaldo Córdova en su estudio sobre la política de Cárdenas al afirmar que el presidente organizó a los trabajadores como masa, no como clase.
La figura llevaba implícito el liderazgo político institucional, no proletario. La explicación del modelo la concluyó el líder sindical Vicente Lombardo Toledano, de los marxistas mexicanos académicos, que fundó la Confederación de Trabajadores de Mexico como el brazo proletario cardenista, pero sin llegar a convertirse el propio Lombardo en líder de gobierno; su propuesta fue una revolución democrático-burguesa, es decir, una burguesía nacional y progresista –inexplicable– liderando un desarrollo capitalista con dominio del Estado y políticas sociales asistencialistas,
La izquierda socialista, en cambio, siempre se propuso para México un gobierno marxista-leninista, aunque sin trabajar los liderazgos sindicales ni contribuir a la organización del proletariado del campo y de la ciudad. El PCM se refugió en las universidades públicas y en la academia que controlaba los enfoques académicos de los programas de estudio. El movimiento estudiantil de 1968 en México fue liderado –no controlado– por la juventud comunista del PCM y no tuvo apoyo obrero porque el partido apenas tenía presencia en algunos sindicatos menores. El gobierno y el PRI controlaban a los sindicatos a través de la CTM y de políticas obreras populistas.
De ahí que la izquierda existió en el sector progresista del PRI –socialismo populista un poco más radical que la socialdemocracia– y en la izquierda comunista del PCM. En 1978 el gobierno realizó una reforma política que llevó sobre todo a la legalización del PCM porque era la fuerza que no dejaba gobernar. Así, la izquierda socialista marxista llegó al Congreso en 1979 con apenas el 3.5% de los votos. Para ahuyentar los radicalismos y diluir el concepto de comunismo, el PCM cambió dos veces de nombre: Partido Socialista Unificado de México en 1981 y Partido Mexicano Socialista en 1987, pero manteniendo su programa de propuesta marxista-leninista.
En 1987 ocurrió una quiebra política en el sistema mexicano. El hijo del expresidente Cárdenas creó un grupo en el PRI para competir por la candidatura presidencial, pero entonces el mecanismo era presidencialista y autoritario. Cárdenas y su Corriente Democrática fueron obligados a salirse del PRI y crear un Frente político para las presidenciales de 1988, pasando la votación por esa izquierda de 4% a 31%.
La consolidación del movimiento fue crear un partido; el PCM como PMS cedió su registro, pero entregó también su ideología. Cárdenas y los expriístas fundaron el PRD como un partido que rescatara el proyecto populista del general Cárdenas. Ahí, sin funeral ni memoriales, la izquierda socialista murió y de sus cenizas nació el populismo post-retro priísta de los expriístas de Cárdenas. Su meta no es el socialismo ni siquiera la socialdemocracia, sino un Estado paternalista promotor del desarrollo capitalista autónomo.
La disputa entre el PRD y el movimiento Morena de López Obrador es un ajuste de cuentas en las élites populistas del partido, no entre la izquierda; es un conflicto elitista, entre liderazgos, no de proyecto. López Obrador fue presidente del PRD en el periodo 1996-1999 y promovió el colaboracionismo con el gobierno priísta neoliberal de Ernesto Zedillo. Forjado como caudillo, López Obrador ha querido ser el líder único; al no encontrar la forma de asumir el control, decidió salirse del partido y formar el propio. En las elecciones legislativas federales de 2015 Morena le quitó al PRD el 8% de los votos.
Por tanto, el conflicto PRD-Morena no es ideológico, ni por una forma de socialismo, sino que es una disputa por el control de la corriente populista del PRD. Los sobrevivientes socialistas del viejo PCM encontraron comodidad en los espacios legislativos y no han promovido un debate ideológico. Si las previsiones se cumplen, López Obrador va a desfondar al PRD y se quedará como la tercera fuerza política nacional representando al populismo progresista.
Lo malo es que México se quedó sin izquierda socialista. Y al final el PRD y Morena vienen del venero ideológico del viejo PRI.
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