
López Obrador huye de Chiapas por inseguridad
Genio y figura
Dicen que en la política “la forma, es fondo”. Sin embargo, esta frase aplica también para muchos otros aspectos de la vida, sobre todo cuando hace uno referencia a un tema tan doloroso como el de los desaparecidos, simplemente no se puede ser insensible, no se puede tomar el asunto a la ligera.
Pues bien, a raíz de que la realidad les estalló en la cara a las autoridades con el descubrimiento del tristemente célebre rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, por parte del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, el desarrollo de los acontecimientos que le siguió a este hecho ha sido vertiginoso, dando traspiés el gobierno, de todos los niveles, en su afán de pasarse la “bolita”, ya no para salir limpios, sino menos “raspados”.
Los eufemismos no se hicieron esperar y con términos más que rebuscados tratan de justificar lo injustificable, lo cual se va notando todavía más conforme la presión mediática, y de la misma sociedad, les urge a responder preguntas de las que, difícilmente, saldrán bien librados, porque la responsabilidad de lo que pasó en ese predio de la comunidad de la Estanzuela, alcanza a las más altas esferas del poder y ya no lo pueden negar.
Tal es la gravedad de esta situación que el Gobierno Federal tuvo que sacar de su guarida al mismísimo Alejandro Gertz Manero, Fiscal General de la República, o al menos ese cargo ostenta desde el sexenio pasado, porque, en los hechos, durante la administración de López Obrador estuvo más oculto que murciélago al mediodía, pero alguien tenía que dar la cara y da la casualidad que la dependencia a su cargo es la encargada de atender los casos de delincuencia organizada.
Es así como en su primera rueda de prensa en mucho tiempo, quiso utilizar el mismo tono despreocupado y bonachón que le ha caracterizado a lo largo de su carrera política para contestar las preguntas de la prensa y, ya entrados en gastos, como si de invitarlos a una pachanga se tratara, dijo que abrirían las puertas del rancho del terror a los medios para que fueran a darse una vueltita, sólo que saludó con sombrero ajeno, porque, para empezar, no habían atraído oficialmente el caso, por lo que sabía perfectamente el fiscal Gertz Manero que no iba a asistir, total, si no vas al guateque no te importa quien pague la cuenta.
El titular de la FGR terminó su conferencia urgiendo a la Fiscalía de Jalisco a que le entregara todo el expediente del caso Izaguirrre para “hacerles el favor” de investigar el tema y su homólogo a nivel estatal, Salvador González de los Santos, le tomó la palabra y rápidamente le envío el documento, esperando librarse de cualquier responsabilidad, pero no contaba con que no sólo tardaría cinco días la FGR en atraer el caso, sino que le dejarían la responsabilidad de organizar el Izaguirre´s Tour para más de 200 periodistas de todo el mundo.
El mayor problema fue que González de los Santos declaró que, una vez que entraran los medios de comunicación al rancho del terror, las puertas estarían abiertas para colectivos buscadores, organismos de derechos humanos y, prácticamente, para cualquier otro interesado en darle una visitada al infame sitio, pero la forma en que lo dijo hizo suponer que todo sería el mismo día.
Era obvio que los colectivos buscadores no se iban a quedar de brazos cruzados, sobre todo porque fueron ellos quienes descubrieron las atrocidades que pasaron en el rancho que, tras su aseguramiento en septiembre del año pasado, fue dejado en el abandono por las autoridades. Y, aunque finalmente se les permitió el acceso, la molestia de tener que exigir su derecho a constatar personalmente las condiciones en que había quedado el predio, luego del levantamiento de evidencias, al menos en una primera etapa, fue más que justificada.
A todo esto debemos sumarle la puntada del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, quien, en el marco de la mañanera de Palacio Nacional, se aventó la puntada de jugar con la semántica en su retórico reporte para minimizar la tragedia ocurrida en Teuchitlán, al señalar que, si bien en ese rancho habían matado a varias personas, no se podía considerar que fuera un campo de exterminio, porque para eso deberían ser miles las víctimas.
No sé cuántas personas fueron asesinadas en el rancho Izaguirre, pero sí puedo asegurar, porque estuve ahí, que la muerte dejó huella y no me refiero a las evidencias físicas, sino al dolor y la angustia que sufrieron infinidad de personas que acabaron sus días encerradas, torturadas, sin esperanza. Y eso no se podrá cambiar con discursos, lo que hay sucedió nos debe marcar siempre como sociedad, si es que queremos conservar algo de humanidad en nuestras vidas. #Izaguirrenoseolvida