Economía en sentido contrario: Banamex
La primera vez que atestigüé la fuerza devastadora de un Huracán fue en 1988, cuando Gilberto azotó a Cancún, ocasionando severos daños al edén turístico del caribe mexicano. Con vientos de casi 300 kilómetros por hora, siguió su curso al norte del país castigando fuertemente a la ciudad de Monterrey, que pese a ser advertida de su llegada desestimó la información.
Lo recuerdo bien:
Protección Civil de Quintana Roo informó en tiempo forma la llegada del meteoro a tierras regias, sus pares de Nuevo León minimizaron la alerta. Gilberto impacto con fuerza el cerro de la Silla y demás sierra, y los muertos, daños y desparecidos por la creciente inusitada del río Santa Catarina fueron tremendos. 150 personas perdieron la vida en cinco autobuses mientras cruzaban los vados del río Santa Catarina; 6 policías murieron al intentar rescatar a los pasajeros varados en los mismos. Las aguas desbordaron el río, generalmente seco.
“No compa, acá no pasa nada, estamos a 300 kilómetros de la costa”, fue la lacónica respuesta que ocasionó muchas muertes. A su paso, Gilberto dejó 250 muertos, 150 mil damnificados y pérdidas materiales por encima de los 750 millones de dólares en total.
Hoy es Ian azota las costas del Golfo de México y la Florida estadounidense. Su paso también es destructivo en Cuba y Tampa, lugares que han sido declarados zonas de desastre pero desalojadas con tiempo.
En Cuba, con ráfagas de viento de 208 kilómetros por hora, provocó inundaciones, techos arrancados y árboles y postes de luz derribados. La región de Pinar del Río fue una de las más afectadas y unas 40 mil personas fueron desalojadas. Hay un millón 300 mil personas sin luz y 23 desaparecidos
Ahora Ian se dirige a la Florida con una fuerza inusitada. En la costa de la península, los daños son cuantiosos y se estima en 20 los desparecidos bajo el agua. Se calcula hay dos millones 500 mil personas en riesgo.
A diferencia de los temblores, los huracanes son predecibles. La Ciencia a través de modelos matemáticos sigue la ruta de la formación de lluvias que pueden transformase en tormentas y luego en Huracanes, con el tiempo suficiente para desalojar a las personas a zonas más seguras y que se instalen todo tipo de materiales para salvaguardar sus casas y pertenencias.
De igual manera, la ciencia considera que no podemos «atraer» huracanes, terremotos y otros fenómenos, pero sí podemos influir en su intensidad con el cuidado de los ecosistemas y las personas a través de una cultura de protección civil, en lo que se ha avanzado mucho, pero aún es insuficiente
Los científicos descartan totalmente que septiembre sea «el mes de los temblores», y aseguran que esa idea errónea también ha provocado una multiplicación exponencial de las llamadas falsas noticias alrededor de los desastres naturales y su intensidad. La desinformación y el miedo han orillado a muchas personas a creer en teorías infundadas que parecen sacadas de una película de ciencia ficción.
Y explican que un fenómeno natural “es un evento físico producido por la naturaleza propia, es decir que sus causas son procesos naturales que se llevan a cabo desde los inicios de la Tierra hace más de 4.6 miles de millones de años, de acuerdo con el Servicio Geológico Nacional.
Los desastres naturales –a su vez — son los mismos fenómenos, pero que ya tienen afectaciones en las personas y que resultan en desbalances significativos. «El desastre natural es el impacto que tiene el evento en las personas, la economía y el medio ambiente. Si bien es difícil determinar valores exactos en cuanto a sus afectaciones, si el suceso causa un daño significativo a la sociedad es considerado un desastre natural».
Con base en una entrevista publicado en un diario de circulación nacional, Alexander Ganshin, meteorólogo, Doctor en Física Atmosférica y CEO de Meteum, aplicación especializada en pronósticos meteorológicos, nos enteramos que los desastres naturales están divididos en cuatro categorías de acuerdo a su origen: Meteorológicos (relacionados con el clima), hidrológicos (relativo al comportamiento de las masas de agua como los océanos), geofísicos (movimientos de la tierra) y biológicos (en los que están involucradas las bacterias y los virus).
Los desastres naturales son procesos naturales que se producen durante los ciclos meteorológicos, como huracanes, temporadas de viento y ciclones. Y así como el cambio climático ha aumentado, los desastres meteorológicos se han quintuplicado durante los últimos 50 años de acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El cambio climático de la mano con los desastres naturales y la actividad humana producen una emergencia en la que los desastres naturales se agravan y pone cada vez a más población y ecosistemas en riesgo. Estos riesgos han representado el 50 por ciento de los desastres naturales entre 1970 y 2019, así como el 45 por ciento de las muertes reportadas y el 74 por ciento de las pérdidas económicas a causa de desastres naturales.
Lo anterior se desprende los datos del Atlas de Mortalidad y Pérdidas Económicas por Fenómenos Meteorológicos Climáticos e Hídricos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR).
Debemos cobrar conciencia, pues, de que nosotros aceleramos el cambio climático, y ese cambio se traduce en mayores y severas sequías, como en el incremento de los huracanes o ciclones, que cada temporada se tornan más destructivos. No entenderlo va contra la naturaleza y nosotros mismos.