Economía en sentido contrario: Banamex
¡A todas y todos aquellos que me regalaron sus mejores deseos, con cariño a todos quienes me recordaron!
CIUDAD DE MÉXICO, 4 de diciembre de 2017.- Un día como hoy Voltaire pensaba en sus “Siete discursos sobre el hombre” que estaba probada la igualdad de condiciones; que el hombre tenía la libertad para ser feliz; que la envidia era el principal obstáculo a la felicidad; que para ser feliz hay que ser moderado en todo; que la felicidad viene de dios; que no hay felicidad eterna que el hombre pueda heredar en este mundo; y que el amor y el trabajo son virtudes que hay que practicar en los demás.
Generaciones antes y generaciones después, estás han sido las grandes pautas que cruzan o trascienden credos, religiones y doctrinas que tienden a la realización de los seres humanos en los valores y en las facultades del espíritu.
Aún a pesar del superficial ateísmo recalcitrante de Voltaire, su contradictoria personalidad le vale un atisbo de arrepentimiento los últimos días de su vida. Nuestro calendario está repartido en fechas: fechas del alma, del cuerpo, del espíritu y la razón. Los cumpleaños encuentran siempre lugar en estas categorías, aunque no necesariamente en la misma cada vez que pasan.
Hay cumpleaños que no se festejan. Que se sufren con la pesada carga que cada ser humano decide llevar a cuestas en distintos momentos de su existencia. Son acaso las ocasiones donde el espíritu del hombre se torna en camello “que adolece lo pesado, lo más pesado”, dice Nietzsche en su Zaratrustra.
Los psicólogos tendrán explicaciones de sobra para este fenómeno.
Algunos cumpleaños no se festejan, simplemente porque no se quieren festejar; porque se prefiere celebrar a solas y en silencio; porque se tiene la falsa creencia de que todo festejo implica un gasto; o porque hay una factura no saldada con el pasado.
Hay quienes no celebran por temor. Miedo fundado o infundado al combate; al saldo que no se sabe si resultará positivo o negativo en cuanto a experiencias, conocimientos, salud, emociones, virtudes, amistades, paisajes, aprendizajes.
Temor a que un balance pudiera resumirse en la cada vez recurrida frase “ya no espero nada de la vida” ó “la vida ya no tiene sentido”, que no necesariamente es preludio a lo que los psicólogos llaman el “intento suicida”.
Habemos, por otro lado, quienes festejamos, celebramos haciendo el balance, independientemente de su resultado y plenamente convencidos de que existen acciones buenas ni malas; simplemente acciones.
Habemos quienes, al celebrar, lo hacemos pensando menos en el tiempo pasado de las culpas y en el futuro de las preocupaciones y las angustias y sí completamente en el presente: el aquí y el ahora.
Cuando Viktor Frankl inventó la logoterapia rehaciendo su manuscrito en los campos de concentración, lo hizo pensando en sí mismo. Se respondía a diario la pregunta: ¿cómo es que sigo aquí, sobrellevando esto que apenas puedo llamar vida?
Su descubrimiento partió de ahí. La premisa era: “Por más aciago y desgraciado que sea nuestro presente, siempre hay algo por lo cual valga la pena vivir”.
Quienes no hemos llevado nuestra vida a limites tan estremecedores, nos sentimos bendecidos por un día más que se convierte en un año más, con más dudas y más energías para aprender; para dejar que en nosotros se haga la voluntad de Dios, del destino, de la razón o de la naturaleza.
Viendo hacia atrás, nací en un siglo en que a decir de Ikram Antaki, “no inventó ideas nuevas, retomó enteramente las del siglo XIX”. Y del siglo presente ni se diga.
Cuando usted –amable lector- se dedica a la política, como servidor público, académico, consultor, etc. Puede comprender a cabalidad todo lo que lo anteriormente dicho.
Ante ello quiero regalarle unas líneas, en que Antaki, mejor que nadie, explica nuestro momento actual (aún a pesar de haberlo escrito en el año 2000). A su profunda reflexión se las dejo regaladas, de la misma forma en que yo les descubrí como regalo en la víspera de mi cumpleaños:
“La existencia de partidos políticos y elecciones no es suficiente para caracterizar una democracia. Hay países que tienen una amplía población campesina que no puede adoptar ni aplicar una democracia de estilo occidental avanzado… En la democracia no siempre tiene la razón el pueblo, pero tampoco se puede tener la razón solo contra el pueblo. El arte de argumentar se adquiere, es la mejor escuda de la democracia. Nuestro problema es que no argumentamos. Frente a la indigencia de pensamiento en nuestro país, sólo presentamos desnudez y miseria. Se acabó el Estado Padre, solo quedan Estados-madres, que no amenazan a nadie, sino que amamantan… Entre nosotros hay peligro grande: la gente está buscando un déspota. La determinación del déspota inspira más seguridad que la libertad de los ciudadanos… El populismo habla a la parte visceral del pueblo.