Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 10 de octubre de 2018.- Sonriente, saludador, como si nada pasara, el diputado Cipriano Charrez regresó ayer a San Lázaro, recuperado de la parranda del pasado fin de semana, en la que protagonizó un choque en donde murió una persona.
Tuvo tiempo para curar la resaca, para montar un circo mediático, para tratar de zafarse del escándalo y para culpar a su chofer. Tuvo tiempo para engañar y para negarse a responder las preguntas de los reporteros.
Y, aun así, regreso como si nada pasara y hasta tuvo la cachaza de pedir el respaldo de sus compañeros diputados de Morena quienes, solidarios, avalaron la impunidad propia de los tiempos de la cuarta transformación.
¿De qué se ríe, diputado…? Le pregunta otro legislador que, indignado, recordó que tal cinismo no se veía ni en los peores tiempos del PRI más autoritario y dictatorial. Y sí. ¿De qué se reía ayer el diputado Cipriano…?
¿Acaso reía de la impunidad que le prodiga su partido, Morena? Y es que si en Morena existiera congruencia, si en realidad se tratara de un partido, con principios, estatutarios y sanciones a las violaciones estatutarias, el diputado Charrez ya habría sido expulsado.
¿Se ríe de la casa del pueblo…? Si en el grupo parlamentario de Morena existiera congruencia, pudor, ética y un milímetro de respeto a los mandantes –a los ciudadanos–, el pastor de Morena, Mario Delgado, ya habría iniciado el juicio político para llevar a prisión al hidalguense Charrez.
¿Se ríe el diputado del mensaje de AMLO, cuando pidió a los diputados portarse bien…? Lo cierto es que si el Presidente electo, López Obrador, llevara consigo la cultura de cumplir la palabra empeñada, ya habría ordenado una sanción ejemplar al diputado que “borracho” provocó un accidente mortal.
Sin embargo, en los hechos, Morena no es un partido sino una agencia de colocaciones que recibió todo el cascajo –lo peor–, de la clase política y, por tanto, nadie respeta nada.
En los hechos el grupo parlamentario de Morena es una romería de ignorantes, pillos, iletrados que poco o nada entienden de política y no se diga de respeto a la ley. ¿Y cómo estarán en Morena para que aplaudieran a Gerardo Fernández Noroña por haber pedido juicio político contra Charrez?
Lo cierto es que nadie puede pedirle “peral al olmo”. ¿Por qué? Porque el diputado Charrez es una verdadera joya política; cacique de horca y cuchillo en Hidalgo; militante del PRI, PRD, PAN y Morena, junto con toda su familia y con presuntos vínculos con el narcotráfico.
Es decir, el clásico prototipo del militante de Morena.
Peor, el diputado viajaba en una camioneta equipada, a todo lujo, de más de un millón y medio de pesos. A pesar de vivir en un municipio miserable, el derroche era su marca, ya que vivía como todo un potentado.
Conducía a exceso de velocidad, se pasó una luz roja, chocó contra un taxi, iba alcoholizado, huyó del lugar, mintió a los diputados y a las autoridades, se negó a contestar preguntas de los medios y, encima, cree que los ciudadanos son idiotas.
¿De qué se ríe, diputado?
Al tiempo.