Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 15 de octubre de 2019.- Enojado, y con su clásico tono gagá, López Obrador se quejó de que un mandante –uno de los millones de jefes del presidente–, exigió al Instituto Nacional de Transparencia toda la información sobre la salud del mandatario mexicano.
Y toda la información es toda, incluido un análisis psiquiátrico para conocer la salud mental del presidente.
López Obrador hizo público el requerimiento de información y, con risa nerviosa, pretendió descalificar al demandante con un fulminante “¡se pasan!”, como si el ciudadano mexicano que hizo tal solicitud al INAI fuera un paria.
Sin embargo, y a pesar del visible enojo presidencial, lo cierto es que el de la salud física y mental de López Obrador es un tema que está en boca de muchos; un tema que cada vez alcanza niveles de tendencia, en especial por los signos claros de que ya en el poder absoluto, el presidente Obrador no puede ocultar evidentes conflictos emocionales y hasta psiquiátricos.
¿Cuáles conflictos?
Los choques que a diario le provocan su ignorancia y analfabetismo; su fobia hacia las mujeres y hombres de ciencia; los conflictos que todos los días le causan la frustración evidente por la quiebra del país y, en general, la tensión por el inocultable fracaso total de su gobierno.
Y es tal el nivel de frustración presidencial que, por ejemplo, cada vez son mayores y más grotescas las mentiras que deben inventar el presidente mismo y sus colaboradores, con tal de justificar, minuto a minuto, los fracasos, las torpezas y los escándalos de todo tipo.
Por ejemplo, la “perla mentirosa” más recientes no sólo fue pública sino que ocurrió ante los más importantes empresarios del país.
Resulta que Alfonso Romo, el jefe de gabinete presidencial, les dijo a los hombres de empresa “que le digan mentiras” al Banco de México para calmar el nerviosismo y para que, con ello, bajen aun más las tasas de interés.
Esa escandalosa, inmoral y tramposa solicitud –que habría provocado el despido de Romo en cualquier democracia–, confirma que el gobierno de Obrador y el propio presidente “están al borde de un ataque de nervios”.
Y es que al tiempo que el “brazo derecho” del presidente le pide a los empresarios mentir, se dio a conocer que la actividad industrial cayó por onceavo mes consecutivo, mientras que en lo que parece otra mentira, el IMSS reportó un crecimiento del empleo, en septiembre, de poco más de 12 %.
Pero las anteriores son apenas algunas señales menores de las causas del nerviosismo y la frustración presidencial que han llevado a López Obrador a la cumbre de la mitomanía y a la pérdida de la salud emocional.
Según distintos estudiosos del discurso presidencial durante los primeros 320 días de sus “mañaneras”, el presidente mexicano ha dicho más de 12 mil mentiras. Es decir, tenemos de presidente a un mitómano sin freno.
¿Qué problema emocional, siquiátrico y de comportamiento tiene un gobernante que llega a mentir de esa manera? ¿A poco esa cifra de mentiras no es señal suficiente para que los mandantes, los ciudadanos, los empleadores del presidente, exijan que el mandatario sea sometido a una evaluación psiquiátrica?
Pero hay más. ¿Cómo entienden los especialistas de la conducta humana expresiones como la del “¡pueblo feliz, feliz, feliz…!”, cuando la violencia y el crimen viven sus peores momentos; cuando la economía está derrumbada, cuando el crecimiento económico es de cero en 2019?
¿Cómo entiende un psiquiatra las expresiones de “¡fuchi y guácala…!”, para rechazar la violencia criminal; la propuesta de reducir la violencia con llamados a las madres, padres y abuelos para que reprenden a los criminales?
¿Todas esas son actitudes de un político que está en sus cabales?
Está claro que no. ¿Entonces, por qué negarse a una evaluación siquiátrica, presidente Obrador?
Frente a ese reclamo, el presidente se ríe y descalifica a los mandantes que hicieron la solicitud.
Legalmente, sin embargo, nada obliga al presidente mexicano a entregar a los ciudadanos un examen de su salud y menos de su estado mental. ¿Y entonces?
Vale recordar que hoy se cumplen 85 días de que Obrador prometió entregar los reportes de su salud, en general. ¿Y qué creen? Que tampoco ha cumplido.
Sí, todo indica que los mandantes nunca sabremos si 30 millones de votantes eligieron a un enfermo mental o a un presidente en sus cabales.
Los hechos, sin embargo, gritan.
Al tiempo.