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Tigres de Arena
“Todo arte es una prefijada costumbre de pensar la hermosura” Borges.
Guillermo del Toro Gómez desde hace tres décadas es uno de los mexicanos más conocidos y admirados tanto en territorio nacional como territorios extranjeros. Su reciente triunfo en la entrega de los Óscares lo ratificó como uno de los grandes exponentes de la animación y del cine fantástico. A partir de un relato ampliamente conocido como lo es Pinocho, a través de su visión, recreó la popular obra de Carlo Collodi (Carlo Lorenzini), dejando un sinnúmero de sensaciones en quienes han visto esta gran película.
Más allá de lo que es sabido respecto del que probablemente sea el cineasta mexicano más influyente de esta época, la figura de Guillermo del Toro, el ser humano, también es tan ejemplar como el ser público. Él, habitualmente inmerso durante sus horas laborables en cultivar su imaginación y genio creativo, extrañamente, ha mostrado ser también una persona sencilla y clara al momento de posicionarse y expresarse cuando se le han consultado por cuestiones coyunturales de la cotidianeidad. Serenidad, tranquilidad y lucidez lo han caracterizado cuando ha debido dar alguna opinión sobre determinada problemática que afecta al gremio artístico. En tiempos recientes, fue de los muy contados liderazgos culturales que cuestionaron a la actual administración por el nulo apoyo hacia la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas.
Al tomarlo como ejemplo o medida de otros mexicanos, si es que es válido el ejercicio, ¿quién se imaginaría perseguir o emular su carrera en esta época? Si uno recorre su biografía y comprende el espacio y el tiempo en el que se ha desarrollado, más de alguno intentará buscar ese oasis fantástico al que él llegó y que le ha permitido concebir historias que han sido abrazadas por culturas diversas. Es indiscutiblemente una proeza la carrera que ha logrado consolidar hasta el día de hoy.
En tiempos recientes, se publicó e hizo viral un estudio donde se identificó por país el “trabajo de ensueño” de sus habitantes, a partir de un levantamiento estadístico basado en el buscador Google, y, sorprendentemente para México y varios países de Latinoamérica, el trabajo más buscado era el de “youtuber” y el de “influencer”. Sin demeritar las aspiraciones de los mexicanos, sería muy interesante saber cuántos buscarían hoy la manera de ser directores de cine —y de cine fantástico—; sería interesante saber cuántos y cuántas buscan hoy ser como el maestro del Toro y que sueñan con hacer las cosas mejor que él, en el buen sentido. Como información adicional, en el estudio realizado por la agencia Remitly, en algunos países desarrollados tanto en nuestro continente como en Europa, el trabajo más buscado es el de escritor.
Las diferentes versiones de México que ha conocido Guillermo del Toro han sido tan disímbolas como efímeras a lo largo de las décadas y sin embargo él ha logrado crear una obra que ha trascendido el imaginario nacional y los arquetipos de la “mexicanidad”. Monstruos, superhéroes, seres fantásticos, mitologías, animaciones japonesas, videojuegos, etc., son influencias que han delineado la obra del ínclito director jalisciense y que han ya hecho soñar a millones de personas en este pequeño planeta.
No por el triunfo reciente sino ya desde hace una década por lo menos, quienes se consideran cinéfilos saben que la obra del tapatío universal ya aspira a la eternidad.
Para ir cerrando esta alocución semanal, sólo resta decir que me enorgullece de manera muy especial el saber que alguien que ha asumido y aceptado tranquilamente vivir en el mismo país que uno y que a su vez haya trascendido de manera tan brillante las barreras que otros hoy nos dicen que ya no podremos derribar.
Enhorabuena por el maestro Guillermo del Toro Gómez, gloria de nuestro país.
Bismarck Izquierdo Rodríguez
Secretario de Cultura del CEN del PRI
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