La posverdad judicial
OAXACA, Oax. 11 de agosto de 2019.- El reconocido profesor alemán, Dieter Nohlen nos sigue invitando a que en el análisis de las instituciones democráticas incluyamos las variables de su contexto porque este influye hasta en los conceptos.
Nos propone advertir que el concepto formal de Derecho Electoral equivale a las normas que deben asegurar la democracia.
La democracia equivale a elecciones libres, auténticas y periódicas, plurales, competitivas y equitativas, con base en el voto universal, libre, secreto, personal y directo, y con integridad y resultados confiables.
Pero también nos alerta que usamos con mucha flexibilidad nociones como democracia participativa, deliberativa, plebiscitaria, comunitaria, ciudadana, plena, integral y hasta pragmática para referirnos a las condiciones que debería reunir para funcionar mejor o las expectativas que debería satisfacer una vez terminado su trabajo.
Lo hacemos sin meditar en que la democracia supone elecciones, participación, deliberación, consultas ciudadanas y hasta modalidades como la del voto no secreto pero sí libre dentro de los pueblos y comunidades indígenas.
Al desvirtuar su significado básico siempre la culparemos de todo mal externo a ella y esto es equivocado y riesgoso.
En efecto, la distinción es relevante porque con frecuencia le pedimos o esperamos de la democracia los resultados que no puede ofrecer en términos de capacidad y rendimiento de la operación gubernamental.
En consecuencia, comenzamos a pensar que es mejor un gobierno autoritario o de plano dictatorial. Pero pocas cosas en la vida son blanco o negro.
Nos ubicamos, de inmediato, ante el desafío del contexto en sus sentidos más amplio y más restringido, cuyos factores hay que ponderar porque todos influyen en alguna medida.
En su sentido más amplio, el contexto lo forman la historia, la política, la economía, la sociedad y la cultura.
En su sentido restringido aparecen los aspectos socioculturales, por ejemplo, la mentalidad, las buenas y malas prácticas cotidianas, en particular la desconfianza, la corrupción, la violencia, la impunidad y la mayor o menor corresponsabilidad.
La democracia mexicana ha avanzado pasos adelante en su maduración a lo largo de las últimas 4 décadas, desde la reforma política de 1977.
Y lo ha hecho tanto en términos de normas e instituciones como de sus contextos. Esto no niega sus limitaciones y desviaciones porque aquellos factores no evolucionan linealmente.
Por lo tanto, es importante que esa trilogía siga siendo revisada y perfeccionada para continuar el proceso de consolidación y enraizamiento social de lo que nuestra Constitución prevé no solo como régimen político sino como forma de vida: la democracia.
En el proceso reformista que se comienza a perfilar deberá tenerse en cuenta, según lo ha reiterado el doctor Diego Valadés, que el sistema constitucional y político-institucional es una relojería fina por lo que tocar alguna de sus piezas conlleva prever los efectos que pueda ocasionar en otras y en el sistema en su conjunto.
En todo caso, la experiencia documentada nacional y comparada está disponible para que en ese empeño se acierte más de lo que se yerre.