Diferencias entre un estúpido y un idiota
Raúl Ávila Ortiz | Oaxaqueñología
OAXACA, Oax., 1 de diciembre de 2019.- El Benemérito de las Américas, don Benito Juárez García, advirtió hace siglo y medio un escenario que en nuestros días luchamos por tornar irreversible: la democracia, de la cual la libertad es su arma indestructible.
En mi opinión no se trata; sin embargo, de cualquier democracia, si no de la democracia constitucional.
Por contraste, la democracia constitucional no es la democracia de mayorías y tampoco la democracia plebiscitaria, populista o directa.
Estas últimas son las que apelan a la voluntad de la mayoría coyuntural que gana las elecciones y, al mismo tiempo, tienden a hacer perdediza la Constitución.
Se justifican en el bienestar de los más que son los que menos tienen y culpan a los menos de haber creado una condición injusta.
El problema es que, aun cuando les asista la razón, tienden a utilizar la voluntad popular como instrumento de su poder incluso por encima de la Constitución y, por tanto, la traicionan.
Obligan a los poderes políticos (legislativo) y órganos de control y garantía (órganos autónomos y Poder Judicial) a ceñirse a su interpretación política de la realidad y la acomodan a sus propósitos.
Si la crisis jurídica y social heredada no ceja, entonces se justifica aún más el buscar otros caminos para resolverla y remontarla pues, en apariencia, no hay otra opción.
La democracia constitucional no es perfecta pero es lo más cercano al ideal moderno.
La democracia constitucional supone que a través de la Constitución democrática que garantiza derechos individuales y colectivos, de mayorías y minorías, todo poder se somete a las normas jurídicas pactadas vía los órganos autorizados para aprobarlas.
La democracia constitucional es democracia representativa complementada con consultas populares y no al contrario.
Es un razonable equilibrio de poderes que no impida la conducción del Estado a cambio de respetar la mínima autonomía de aquellos para no negar tres veces a la propia democracia.
La democracia constitucional es garantía de los derechos y de la propia Constitución democrática. Debe facilitar el enfoque de género, de niños y jóvenes, de orientaciones sexuales diversas, y de interculturalidad.
En los días que corren, ni la democracia participativa o populista, ni los autoritarismos competitivos y sus variantes pueden reclamar mayor legitimidad ciudadana que la democracia constitucional.
Pensar y practicar lo contrario equivale a perder la única garantía social e institucional de nuestros derechos.
He de reiterar: la justicia social no puede legitimarse sacrificando la Constitución democrática ni la democracia constitucional.