Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 1 de junio de 2018.- Se ha escuchado más de una vez que las encuestas son sólo una fotografía del momento en que fueron levantadas, no necesariamente serán iguales en el resultado de la competencia electoral final. Esto es: una encuesta es una encuesta y el resultado en el acta es lo oficial.
También no será la primera vez que se diga que la encuesta en épocas recientes es un mecanismo de promoción de alguna fuerza o candidatura, sirve para moldear o al menos intentarlo a la opinión pública, haciéndonos recordar a Elisabeth Noelle-Neumann en su “La espiral del silencio”.
Hacen mal quienes tratan de descalificar las encuestas sobre todo cuando no favorece a su candidato o partido. Como también hacen mal quienes creen ciento por ciento lo que esos números reflejan. Un estudio demoscópico tiene su metodología y como tal conlleva su grado de fiabilidad y la reputación de la marca cuando se confronten los resultados.
Nunca está de más recordar que un levantamiento en domicilio es muy diferente a uno telefónico, no solo por la enorme diferencia en costos que implica realizarla, sino por la dinámica que viene entre el trato humano del encuestador in situ con la persona (en su casa), que tras el teléfono donde quien responde puede estar haciendo varias cosas a la vez.
Otro factor es precisamente la capacitación que tienen los equipos que hacen los levantamientos, así como la metodología del cuestionario, allí tal vez radique una de las principales diferencias para la extracción de la información, en su hechura, redacción y longitud.
También es cierto, y hoy en día sorprende a muy pocos, como bien lo señaló Raymundo Riva Palacio el lunes en su artículo “Encuestas espurias”, que existen las “Encuestas a la carta, para el mejor postor”. Como su nombre lo indica es un intercambio económico para que la posición del interesado en la encuesta mejore (o empeore si no se llegó al acuerdo).
En elecciones recientes hemos visto estudios cuyos resultados son muy distintos a los que arrojan el día de la elección. Algunas casas encuestadoras saben que se juegan su prestigio y reputación, muchas salen descalificadas, sin embargo en el siguiente proceso electoral de nueva cuenta están en el campo de batalla, porque sin lugar a dudas las encuestas son una herramienta imprescindible para la toma de decisiones tanto en la arena electoral como en la de gobierno.
Este fenómeno no es exclusivo de México, en Europa tenemos el caso del Brexit y en Estados Unidos las elecciones donde Donald Trump estaba por debajo de Hillary Clinton y sin embargo ganó la contienda. También hay que poner otro elemento en el contexto 2018 en nuestro país, y es que los resultados de hace seis y sobre todo de hace 12 años fueron sumamente cerrados, de allí también que exista ese grado de incredulidad ante algunas cifras de encuestas recientes.
Además, en cada día de campaña se suma o resta de acuerdo a las actividades que los candidatos y sus fuerzas políticas realicen. Mal hacen los que confían sólo en que la ola los llevará a la meta. Quienes dejan de lado las encuestas y trabajan en tierra tendrán un mejor resultado.
No se trata de descalificar sino de desmitificar. En algún momento todos pueden estar arriba en una encuesta, pero la elección solamente la ganará una opción y es la que más votos obtenga. La encuesta puede ser vista como un acto de fe o de amor, pues la cree quien quiera, pero el resultado oficial no tiene vuelta de hoja.
@rvargaspasaye
Fuente: Sentido Común