Cortinas de humo
OAXACA, Oax., 27 de agosto de 2017.- Es indiscutible que los diferentes gobiernos oaxaqueños de los últimos 45 años han preferido administrar a la sociedad por la vía de la discrecionalidad que por la vía de la racionalidad, la discrecionalidad permite la prevalencia de la voluntad del gobernador, el sometimiento del Congreso, la complicidad del Poder Judicial, en suma, la práctica de la corrupción.
Desde el nacimiento de los Comités Promotores del Desarrollo de los años setenta, que buscaban la instrumentación de la racionalidad de la acción de los gobiernos, hasta la fecha, la planeación ha sido despreciada, desde luego también por el actual gobierno.
Ha prevalecido más la voluntad de los gobernantes, sus capricho, sus modos de gobernar, de administrar, sus deseos políticos y compromisos particulares, incluso han manifestado francamente su desprecio a la planeación como el actual gobernador, pues es increíble estar nueve meses sin dotar a las acciones de gobierno coherencia y rumbo.
Aún peor, los gobiernos de Oaxaca, incluidos los municipales, presentan sus planes de desarrollo como mero requisito formal: pura simulación. El gobierno de Gabino Cué Monteagudo desapareció, incluso, el Coplade en los inicios de su gobierno, manifestando así su desprecio por este medio de gobernar o el reconocimiento de su inutilidad.
La planeación en Oaxaca es una mera formalidad que hay que cumplir, los gobiernos la llevan a cabo con los requisitos, aunque los contenidos de los planes falten a la propia ley, como el más reciente plan aprobado por el Congreso, propuesto por el Ejecutivo.
El cinismo del gobernador fue tal al decir que los servidores públicos que no alcanzaran las metas del plan se irían a su casa, pues cómo si el plan carece de metas.
La formalidad nos lleva necesariamente al campo de la simulación, al disimulo, al engaño, a la mentira, al manejo arbitrario de la estadística, el gobernador Gabino Cué Monteagudo llegó a afirmar que su gobierno cumplió con el 95% de su plan de desarrollo, vaya desfachatez, vaya cinismo.
Además de formal, simulador, el plan oaxaqueño, tal como está, es inútil, no impacta, no tiene la fuerza necesaria para impulsar el Buen Vivir de los oaxaqueños.
En primer lugar, porque la dependencia hacia el gobierno federal es casi absoluta, convierte al gobierno estatal y a los gobiernos municipales en gestores de recursos y proyectos para sus ciudadanos quedando sujetos a la buenaventura de los servidores públicos federales, a sus contactos, en el caso del gobernador a su relación con el Presidente de la República o a su relación con los miembros del gabinete presidencial.
En razón de ello, es pertinente cambiar la fecha de inicio de la gestión de gobierno en Oaxaca, empatarla con el inicio y terminación del gobierno federal pues el inicio de gobierno en Oaxaca es al final del gobierno federal por lo que se dificulta todo esfuerzo de planeación, al gobierno federal no toma en cuenta en serio a un gobierno que está entrando, cuando inicia un gobierno federal se está en el cuarto año del gobierno estatal, así es imposible dotarle de racionalidad al gobierno oaxaqueño. La dependencia es nuestra desgracia.
En segundo lugar, porque el gobierno oaxaqueño se ve sometido a la presión de los agentes comunales, de los presidentes municipales, de las organizaciones sociales, de los empresarios, de los sindicatos, de las universidades, de los ciudadanos, que se manejan en su propia lógica, poco les importa una supuesta planeación estatal.
El gobierno se ve obligado a atender las demandas de estas organizaciones so pena de verse envuelto en movilizaciones, bloqueos, tomas de vialidades y carreteras.
Además en las condiciones de pobreza en que viven la gran mayoría de la población oaxaqueña aumenta la demanda hacia el gobierno haciendo imposible todo esfuerzo de planeación, o por lo menos de programación de las actividades de gobierno.
En tercer lugar, tenemos la cultura política del oaxaqueño que consiste, mayoritariamente, que al ocupar un cargo de responsabilidad en la administración pública, florece su interés particular e detrimento del interés público, contribuye así a la impotencia del aparato gubernamental para resolver los problemas estatales, se tiene de esta manera a un personal público mal preparado, improvisado, corrupto, sin compromiso con la población.
El dinero público en manos de este personal se traduce en beneficios privados en donde la planeación es un elemento que estorba.
Dependencia, presión y corrupción son los grandes males para arribar a un proceso serio de planeación gubernamental, de aquí de su inutilidad, de su formalidad y de su naturaleza simuladora.
Se debe de plantearse la necesidad de llevar a cabo una planeación en serio, eficiente, coherente, apegada a la realidad del Estado, acabemos con la simulación.
Hagamos lo que se necesita con urgencia, démosle viabilidad al Estado, lo primero es lograr la gobernabilidad, si esta es débil es inútil todo esfuerzo de planeación.
Es necesario tomar en serio a la planeación, a la gobernanza, a la transparencia, a la rendición de cuentas.
Es necesario la construcción de una esfera pública más amplia, más deliberativa, debemos poner fin a los gobiernos autoritarios, a los de una sola voluntad, sólo la planeación en serio puede contribuir a ello, en caso contrario, seguiremos existiendo como los peores gobiernos de la República.