
Claudia rompe con la CNTE y les cerrará su financiamiento
LA X EN LA FRENTE
En uno de sus actos de campaña editorial Hernán Gómez Bruera, reconocido militante y propagandista del ex presidente López Obrador, de la Presidenta Claudia Sheinbaum y en general de la 4T, dijo algo que llama poderosamente la atención:
Que “una de las debilidades de la izquierda siempre ha sido despreciar el mundo del derecho, ningunear a los abogados”.
La Declaración pasó desapercibida. Por algo será.
No sé, en el momento actual, cuál sea la situación real de la profesión del abogado en relación con la ciudadanía (o el pueblo, si se prefiere).
¿Qué piensa la gente de los abogados? ¿Se han alejado los abogados del pueblo? ¿Perdieron los abogados el entusiasmo por el servicio público?
¿Abandonaron los abogados su función social y política? ¿Se desentendieron los abogados de la salud de la república?
¿Dejaron las universidades de formar abogados? ¿Se ha convertido la abogacía en un oficio o una micro empresa donde se presta el servicio de resolución de problemas privados?
Definitivamente algo pasó en algún momento sin darnos cuenta. Y en definitiva la abogacía es hoy algo diferente a lo que en su momento fue.
Basta revisar los perfiles de quienes nos gobiernan y las formación profesional de quienes ocupan los lugares de decisión dentro de los gobiernos.
Y no se trata, desde luego, de que todo el que quiera dedicarse a la función pública deba ser abogado.
Pero, como lo expresé semanas atrás, pocas profesiones como la del abogado reúnen (si se estudian y se aprenden bien) lo necesario para guiar el destino de las sociedades.
El trabajo de los políticos es tomar las mejores decisiones, y pocas personas como los abogados se forman en el “arte de tomar decisiones”.
En nuestra más reciente clase mis alumnos de la especialidad en Sistema Penal Acusatorio (todos abogados), preguntaban con angustia, frente a lo que perciben se avecina con el nuevo sistema judicial:
“¿Qué va a poder hacer un simple litigante frente a los nuevos jueces?”
Y ello habla de algo que nunca se ha escrito: el complejo del abogado.
Antes, independientemente de la formación, el estilo de litigio o la forma de argumentar los abogados tenían actitud.
En la era de los “empoderamientos”, quizás a los abogados les haga falta algo de eso.
Pero mientras descubrimos en dónde están las fallas de origen, los abogados de hoy deben entender que el conocimiento es poder y que si la abogacía -como dijo Couture se trata de estudiar todos los días, no hay manera de que el abogado no sea poderoso.
La cuestión tiene que ver con la forma en cómo se ejerce ese poder para transformar no sólo la vida de los clientes, sino la vida social.
Hoy los maestros organizados ponen en jaque al país. ¿Qué diferencia hay entre la profesión del maestro y la del abogado? ¿Qué estudia y qué enseña cada una?
Mientras el docente se forma para enseñar lo primero que hay que saber para enfrentarse a la vida, el abogado es el experto en el conocimiento y la aplicación de las reglas que rigen nuestra convivencia.
El abogado – se supone – es el experto en eso que llamamos el Estado de Derecho fuera del cual las democracias no pueden existir.
Probablemente -entonces – la crisis más profunda en nuestro país sea la crisis de la abogacía.
*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca
*La publicación de la columna no tiene ninguna vinculación con el TSJO