Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de julio de 2017.- Tuxtla Gutiérrez. Julio de 1985. La imagen es impactante. En ésta se puede observar a dos policías con sendas armas en la mano. Ambos pertenecen a la policía estatal de Chiapas. Uno de ellos –bajo de estatura, bigotes ralos, uniforme oscuro, casco de soldado, botas militares, cartuchera a la cintura- va directamente contra el autor de la fotografía con la cacha por delante y el rostro descompuesto por la ira.
En una sorprendente reacción, el fotorreportero, Fabrizio León, logra tomar la instantánea segundos antes de que el arma impacte sobre su rostro.
Aun con el golpe recibido, el fotógrafo se recuperó y envió su valioso testimonio gráfico a su redacción de la Ciudad de México. Un día después la imagen se convirtió en el foco de portada del diario autoerigido como el órgano de la “auténtica izquierda mexicana”, donde laboraba Fabrizio. Con la cabeza: “¡Violenta represión en Chiapas!”, se denunció el ataque contra el reportero, así como el desalojo de tres mil campesinos de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC), quienes realizaban un mitin. La nota detalló que en total 15 personas resultaron heridas.
El editorial de este diario responsabilizó directamente a Absalón Castellanos Domínguez, un general que gobernó Chiapas con mano dura de 1982 a 1988 (el ex gobernador, por cierto, murió este 2017). A partir de ese día en las páginas de ese rotativo se dio amplio espacio a las voces de repudio, lo mismo del gremio periodístico como de organizaciones campesinas y sociales.
A esta campaña de denuncia se sumó El Día, algo sorprendente, pues aunque ese diario tenía una línea de izquierda en los asuntos internacionales (apoyo a la Cuba revolucionaria, a la Nicaragua sandinista y al llamado “socialismo real”), en los temas domésticos predominaba una tendencia hacia el oficialismo priísta y el apoyo al sindicalismo corporativo. Resultaba más inesperado aún, pues ese periódico tenía suscrito un convenio de publicidad, precisamente con el gobierno calificado como “represor”.
Sin embargo, desde la mesa de redacción un grupo de jóvenes recién egresado de la UNAM buscaba dar un giro a la línea editorial y denunciar lo que consideraba injusto.
Así, durante varios días hubo destacados espacios a quienes fustigaban la represión en Chiapas.
Entre quienes laboraban en esta mesa de redacción desentonaba un sujeto cincuentón, obeso, bigotes de morsa, que había trabajado por varios años en la cadena de diarios propiedad de una familia de empresarios gallegos. Con oscuros vínculos con algunos gobiernos estatales, entre ellos con el del mandatario chiapaneco, el individuo en cuestión, conocido como El embutes, fastidiaba a sus colegas, un día sí y otro también, por la posición que habían asumido en el caso.
-Les faltan muchos kilómetros por recorrer, chamaquitos imberbes. ¿Qué ganan con hacer suyo un asunto que nada tiene que ver con nosotros? ¿Ustedes creen que si las cosas hibieran sido al revés ese diario daría espacio al tema?, provocaba a sus compañeros.
-No nos importa el medio. Se trata de un colega nuestro que ha sido reprimido. Hay que denunciar cualquier atropello. Esa debe ser la función del periodismo social, respondía con vehemencia el encargado de la mesa de redacción.
-Periodismo social, mis polainas. Lo único que van a provocar es el enojo de Absalón. Tengo información de que está analizando cancelar el contrato de publicidad. A ver qué dice la directora de eso, replicaba.
Ésta, senadora tricolor, tenía como prioridad su carrera política por lo que continuamente andaba de viaje en “comisiones legislativas”. A menudo pasaban varios días sin que apareciera por el diario, como era el caso.
Pese a los reproches, en el llamado Vocero del Pueblo Mexicano el apoyo al fotorreportero golpeado continuó por varios días, casi a la par del diario autoerigido como el órgano de “la auténtica izquierda mexicana”, el cual exigía en sus titulares de portada la reparación del daño “al represivo gobierno de Absalón”.
Una tarde, El embutes llegó triunfal a la redacción y anunció: “¿Qué creen, mis bisoños compañeros? El gobierno de Chiapas acaba de suscribir un importante convenio de publicidad con el periódico al que pertenece el fotógrafo. Y otra noticia más: decidió cancelar el que tenía con nosotros”.
Los jóvenes desestimaron los dichos de su compañero, y los tomaron simplemente como una baladronada. Románticos irredentos, para ellos era impensable que ese diario “tan crítico y combativo” se vendiera al “enemigo” por un plato de lentejas. Por ello, con más ímpetu aún arreciaron el ataque contra el gobierno de Chiapas.
Un día después, muy de mañana, el coordinador de la mesa de redacción de El Día se levantó y, como de costumbre, fue al kiosko a revisar los rotativos del día. Cuando leyó el encabezado principal del diario de izquierda sintió un fuerte vértigo que a punto estuvo de enviarlo al suelo: “Chiapas avanza en la justicia: Absalón”. El embutes tenía razón. El periódico había aceptado el convenio gubernamental. No solo eso, Por la tarde, ya en la redacción, también comprobó, ante la cara de satisfacción de su compañero, que el acuerdo de publicidad con El Día se había cancelado.
Con un agudo dolor de estómago, volteó a ver a sus compañeros, que también se econtraban cabizbajos, y solo atinó a preguntar: “¿Alguien sabe cuándo llega a México la directora?”
Fuente: