¿A quién corresponde defender?
El ideal de un sistema social es la eficacia de los derechos humanos individuales y colectivos traducidos en índices adecuados de desarrollo
OAXACA, Oax., 9 de diciembre de 2018.- Durante el primer Foro Anual de la Red 3D (Derechos, Democracia y Desarrollo) el pasado jueves en la UNAM abordamos varios aspectos de la 4T.
Partimos de la proposición de que el ideal de un sistema social es la eficacia de los derechos humanos individuales y colectivos traducidos en índices adecuados de desarrollo incluyente y bienestar compartido bajo un sistema político democrático constitucional.
Desde esa perspectiva, las tres primeras transformaciones (Independencia, Reforma y Revolución) contribuyeron al progreso de la sociedad –no sin contradicciones– que el subsecuente ciclo de cambios ha tenido que superar.
En breve síntesis, hay varios aprendizajes que iluminar y tener en mente a partir del conocimiento de las transformaciones previas:
Cada uno de esos tres ciclos de cambio tejió un hilo identitario sobre lo mexicano con el que los protagonistas de esas historias justificaron sus acciones y legaron sus resultados al futuro.
En la Independencia, monárquicos o republicanos, federalistas o centralistas quisieron lo mejor y no lo peor para México, de modo tal que lucharon sin tregua por imponer sus ideas.
Igual en la Reforma o que en la Revolución, liberales y conservadores, radicales o moderados, nacionalistas o internacionalistas difirieron en los métodos pero no en los objetivos sociales sintetizados en la integridad nacional y el bienestar social.
Cada ciclo de cambio ha mostrado larga duración.
El primero se inició en 1810 y se consumó en 1821, pero sólo pudo consolidarse años después. El segundo arrancó en 1855 con la revolución de Ayutla y terminó en 1867 con la muerte de Maximiliano y la restauración de la República.
El tercero irrumpió en 1910 y se concretó en 1917, pero no pudo consolidarse sino al través de la década de 1929 a 1940, entre la fundación del PNR y el cardenismo.
Cada ciclo modificó el régimen político y la estrategia económica.
El primero ya que fundó la república cuasi-confederal que hizo posible la transición a la independencia de un extenso archipiélago territorial y demográfico en un contexto económico y social precario.
El segundo porque liquidó el centralismo y la dictadura a cambio de un gobierno semiparlamentario y proto-laico, que impulsó el librecambismo y tenso la estructura social.
El tercero, en la medida en que fundó el sistema presidencial y priorizó la justicia social fundada en el proteccionismo y el petróleo.
En cada ciclo, la coalición gobernante tuvo una integración heterogénea y alguno de sus grupos constitutivos –con un componente de recambio generacional– asumió el liderazgo imprimiendo un giro drástico a sus políticas.
Lo hicieron primero Iturbide y luego Santa Anna en la 1T; Porfirio Díaz en la 2T y la línea de Miguel Alemán y de Salinas a Peña Nieto en la 3T.
En cada ciclo, el proyecto transformador se enderezó en contra de un proyecto modernizante que imprimió aquel giro a la transformación reivindicadora precedente. En esa dialéctica se forjaron las instituciones fundamentales del país.
Así, en la 1T Hidalgo, Morelos, Iturbide y Guerrero, y lo que representaban, encararon la modernización borbónica y su tardía versión monárquica liberal, antes de que Santa Anna, la Iglesia y el Ejército la capturaran.
En la 2T, sin duda el giro porfiriano apoyado en el ejército, la iglesia y grandes capitales. En la 3T, el giro neoliberal entre 1982 y 2018, esta vez apoyado en coaliciones corporativas multidimensionales no populares.
En cada ciclo cambiante, un congreso constituyente aprobó una nueva Constitución.
La de 1824 en la 1T, la de 1857 en la 2T y la de 1917 en la 3T. Esta ha sido objeto de numerosas reformas, sobre todo durante el periodo neoliberal, lo que abre la interrogante sobre su refundación en los años por venir.
Finalmente, ninguna transformación ha sido ajena al contexto internacional y el recambio de potencia hegemónica.
La 1a revolución industrial, RI (acero, carbón, mecanización, ferrocarriles, electricidad e Inglaterra) durante la 1T y la 2T. La 2a y 3a RIs (petróleo, informática y Estados Unidos) durante la 3T. La 4a RI (Inteligencia artificial, genómica y telecomunicaciones, y China) al inicio de la 4T.
En todas esas transiciones, México se ha transformado. A la vez, ha fortalecido sus identidades básicas: recuperadas, reconstruidas, reinventadas y transferidas a las generaciones del porvenir.