“…que le están degollando a su paloma”
Nezahualcóyotl, 20 de diciembre, 2016.- Ya lo decía Carlos Monsiváis: en México no se discrimina, excepto a los pobres, los homosexuales, las prostitutas, los indios, las mujeres, los ancianos y todos aquellos que se arriben a la mente del lector.
El pequeño Hitler que todos llevamos dentro no pierde oportunidad y se expresa a la menor provocación. Incluso, señala don Lugar Común, hasta para defenderse de la discriminación se discrimina: -Puto lo serás tú y los que de ti dependen. -A quién le hablas, pinchi indio igualado…
El escritor Enrique Serna señala con acierto en su ensayo “México en el país de las castas”, que el racismo mexicano se propaga hacia abajo por un efecto de cascada, sembrando discordias y antagonismos entre la masa variopinta que debería oponerse al enemigo común.
En ocasiones disfrazada de chanza, broma, ocurrencia que se pretende inocua, la discriminación en México se ha eternizado, por más que desde el discurso gubernamental se pretenda lo contrario, o que desde ese mismo discurso los meros meros del poder en México se discriminen, como bien ha recordado Raymundo Rivapalacio en su columna: “Zedillo era despreciado por Salinas y por su equipo íntimo.
Nunca lo consideraron un buen economista y cuando en los días posteriores al asesinato de Colosio llegaron a mencionar su nombre en Los Pinos, entre los más cercanos al ex Presidente lo consideraban un zoquete”.
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