Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
OAXACA, Oax. 26 de febrero de 2017.- El pasado 21 de febrero no sólo se conmemoró el Día Internacional de la Lengua Materna sino que también sucedió el Acto de Reconocimiento de Inocencia y de Disculpa Pública hacia las mujeres hñähñu Jacinta Francisco, Alberta Alcántara y Teresa González.
Hablemos un poco al respecto y a ti, amable lector/lectora te invito a comprender esto. El Estado mexicano, a través de la Procuraduría General de la República (PGR), instruyó como escenario de este acto el Museo Nacional de Antropología (MNA).
Dato no relevante en las notas periodísticas e información que dio cuenta de este acontecimiento en los medios, pero que en sí es una referencia de suma importancia.
Pues donde se pretendió dar reconocimiento al sujeto/a que por cientos de años ha sido excluido fue el artefacto museístico que más bien lo ha condenado a su muerte.
Al respecto, Roger Bartra explica que: “El contenido indígena o prehispánico de muchos símbolos ligados a la identidad nacional se ha vuelto un signo abstracto que alude a valores muertos y delimita espacios petrificados de culto nacional”.
Por tanto, no es gratuita la relación entre museo y mausoleo, entendido como el monumento levantado sobre la tumba de alguien. Y si algo marca esto es el silenciamiento del otro, quien sólo es puesto para su exhibición y nunca de los nunca para su interlocución.
Sin embargo (y hay que subrayar este “sin embargo”), a pesar de la enorme injusticia cometida (por el gobierno encabezado por Felipe Calderón, quien hoy pretende ser el paladín de la justicia) sobre Jacinta Francisco, Alberta Alcántara y Teresa González ellas no fueron silenciadas.
Al contrario el ritual que pretendía el Estado no fue eficaz, pues hubo una torsión en el acto de poder ritualizado que permitió que hubiera voz y palabras de disenso.
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