
Editar la vida
En memoria de Ismael Sanmartín
La vida es un cruce de momentos. A veces le llamamos casualidades, que celebramos cuando nos alegran y lamentamos cuando nos duelen.
En ese cruce, dejamos de ser los únicos protagonistas cuando prestamos atención a lo que nos rodea, y testimoniamos el presente, que puede ser la vuelta al mundo o las tres cuadras que quedan para terminar el día; el conflicto social en una esquina o una colorida calenda de julio.
El fin de semana estuve en San Lorenzo Albarradas, donde desde hace tres años tengo un motivo personal para volver: un taller de elaboración de artesanías de hoja de palma que, en mi última experiencia laboral, desarrollé ahí gracias a la valiosa ayuda de la Agencia Turca de Cooperación y Coordinación, TIKA.
Con las autoridades municipales he aprendido de la tradición de la única manera que se puede: viviéndola. Sea entre semana o en circunstancias específicas, como la de este último fin de semana, he tomado mezcal dedicándole antes un sorbo a la tierra, he caminado las calles al son del Jarabe del Valle y he visto el fin del mundo anunciarse en Rabo Culebra, no sin antes escuchar la leyenda de que, así como las cascadas de Hierve el Agua, esta línea rocosa que asemeja a una culebra sin cabeza se petrificó porque, con la bendición de Dios, un cura le cortó la cabeza a un mítico animal gigante que descendía de San Pedro Quiatoni para devorar personas.
Por eso digo que no hay casualidades. Volví el fin de semana de Albarradas, con un nuevo respiro porque la vida sigue ahí, en la convivencia específica de las comunidades de Oaxaca, sin los aspavientos políticos que sacuden al país, pero con los problemas cotidianos que, eso sí, se pausan para darle un respiro a las familias, a los niños, a los ancianos, y que el Dios nunca muere se escuche por todo lo alto, himno de todos nosotros, para dar comienzo a la verdadera fiesta en cada lugar de nuestro terruño.
En ese camino específico al cielo, tuve un quiebre al escuchar los nombres de más de veinte paisanos de Albarradas, que hicieron la promesa de pagar este año la banda, los arreglos florales de la iglesia, pero también unos tacos al pastor para todos, y es que es difícil mantener el corazón al margen cuando se piensa que quienes enviaron sus dólares para pagar todo eso lo hicieron por el puro amor a la tierra que los vio nacer, mientras trabajan ahora en Seattle, Washington, en las circunstancias adversas de la segunda era Trump, muy al norte de Rabo Culebra y los cerros que rebosan de palma en su pueblo.
A la vuelta de ese respiro, en mis recuerdos de Facebook apareció la que fue, en 2021, mi última colaboración en el periódico Noticias, la titulé Virtudes musicales, un artículo en el que recuperé tres ideas clave de Platón para criticar, en ese momento, el escaso apoyo oficial a los músicos oaxaqueños, siendo ellos el alma de la fiesta, en cualquier lugar del mundo, y más aquí, entre jarabes, chilenas y sones de fiesta.
En la esquina superior derecha se lee un nombre: Editor: Ismael Sanmartín, quien por varios años, desde 2015, revisó y decidió publicar la colaboración semanal que yo enviaba, en ese entonces, como universitario oaxaqueño radicado en la ciudad de México.
Por varios años, la página de opinión del Noticias fue un espacio para plantear temas de interés local, nacional e internacional. Creo que don Ismael tenía ojo clínico para ponderar algunas ideas, si estaba o no de acuerdo con ellas era secundario, lo primordial era que lo escrito ofreciera buenos argumentos. Alguna vez en su oficina de Libres, después de solo conocerlo a través de la llamada telefónica o el email, me dijo, entre cerros de revistas, en los que predominaban El País Semanal y Proceso, que lo interesante era sumar a un debate sin insultos; escribir bien no demandaba estridencia sino pertinencia, lo noticiable estaba a nuestro alrededor, pero debía cuidarse el interés general desde las primeras líneas. Recuerdo sus palabras: si en las primeras tres líneas no captas la atención del lector, perdiste, y hoy estamos en un juego en el que nosotros competimos con los 140 caracteres, refiriéndose a Twitter.
Nunca cerramos la colaboración, probablemente porque pensé en retomarla en el camino. Sin embargo, a veces algunas pausas duran demasiado y de pronto, cuando el deseo regresa, parece que leer en tinta y papel, sobre todo el periódico, se convirtió en una provocación vintage. El domingo pasado, antes de dormir, me dije a mí mismo que era momento de volver a escribir. Al día siguiente, en línea con las ironías que ha traído consigo la vida adulta, me entero del deceso de quien fuera mi editor, como lo fue de muchas personas, no solo periodistas y reporteros, también personas de distintos ámbitos de poder que hoy le dedican esquelas, pues encontraron en él un camino para publicar, siempre y cuando lo escrito fuera noticiable, o sumara a la discusión pública que tanto requiere de gente que defienda argumentos y no posiciones.
Hoy las respuestas rápidas de internet me describen con sencillez que editor es una palabra de origen latín, que deriva del verbo ‘edere’, que se refiere a sacar a la luz una obra, no necesariamente un libro, y que se ocupa para muchas tareas de la actualidad. Hay quienes dedican su vida a la edición, como don Ismael, y por ello, permanecerán en la memoria de quienes producimos un texto con la ayuda de su rigor. Seguramente habrá un mejor escrito que éste sobre su labor periodística, pilar en Oaxaca, y que se echará de menos hoy que cualquiera se nombra periodista por publicar un tweet lastimero. Solo el tiempo medirá sus aportaciones a la opinión pública, indispensable en una democracia desde Aristóteles, desde lo que distinguía al histórico editor del Noticias: la discreción, la buena conversación, el conocimiento basado en fuentes, la clase pues.
No hay casualidades en la vida, parece que ahora que ha dejado este plano terrenal, don Ismael movió alguna cuerda del sistema existencial, pues retomo este pequeño arte de elegir las palabras adecuadas, no solo para testimoniar el instante, sino para hacerlo con pertinencia, ahí donde las historias nos encuentren y donde nosotros recuperemos lo trascendente en ellas.
En Albarradas, o en uno de los muchos lugares o momentos que fueron parte de esa conversación que se abre al escribir y continúa cuando un editor se interesa, antes que nadie más, en las ideas de un joven inquieto. Por eso, más que un hasta siempre, quisiera recordar al editor en sus horas de arduo trabajo y productiva soledad, ahí donde seguramente fue feliz: “Sale Master: Mañana sale el de Terrorismo que cierra aeropuertos. La columna se llamará Dosis de litio… Vendrá la cabeza, el crédito y el texto. Todo en altas y bajas, por favor. Mucha suerte. Saludos”.