La Constitución de 1854 y la crisis de México
CIUDAD DE MÉXICO, 22 de noviembre de 2020.- La presente administración federal está por condenar al país a vivir de manera permanente un problema de desempleo que condenará a un mayor número de familias mexicanas a mantenerse en la pobreza, la pobreza extrema y con una perspectiva menos optimista de poder salir de esos estadios.
Así, el Presidente que tuvo en compromiso más claro de gobernar en favor de los más pobres de la nación, con el diagnóstico más sensible hacia el problema de la inequitativa distribución del ingreso y compromiso más firme hacia el combate de la corrupción como el cáncer que invalida un crecimiento incluyente habrá incumplido sus compromisos y fracasado en sus propósitos.
Su resultado económico será el peor que tenga registrado el país y el ejército de desempleo y subempleo así como el reinado de la economía informal será la característica que reine en nuestra nación.
Será terrible para el Presidente ofrecer esos resultados para el país al que pretendía transformar. Su diagnóstico correcto ha sido acompañado por una pésima estrategia de corrección.
El Presidente ha desestimado la necesidad de aplicar recursos fiscales para amortiguar el daño económico de la pandemia, renunció a invertir recursos en favor de las familias y empresas para recuperarnos más rápidamente del daño de la emergencia sanitaria, dio la espalda a estructurar un plan económico de emergencia para atender las consecuencias económicas que seguimos acumulando, quedará inscrito por ser un mandatario que canceló la alternativa de llamar a un acuerdo de unidad nacional que sumara voluntades en la perspectiva de tener una nación más fuerte luego de la contingencia sanitaria y ahora ni siquiera voltea a la posibilidad de crear un plan emergente que fomente la creación de empleo formal.
Los datos serán desastrosos y celebraría terriblemente estar equivocado.
Observe estas cifras que son derivados del INEGI hace poco menos de una semana: México requiere 22.3 millones de trabajos. La población no económicamente activa disponible es de 10.9 millones de mexicanos, con 8.7 millones de personas subocupados procurando tener otras actividades que les generen mayores ingresos y 2.8 millones de desempleados.
El compromiso debiera ser no los 2.8 millones de desempleados o reducir el ejército de subocupados sino atender la demanda de 22.3 millones de trabajos que requiere ahora esta nación.
Recordemos que durante todo el sexenio anterior la economía mexicana apenas pudo crear 4 millones 17 mil empleados según los datos oficiales del IMSS. El año más lustroso en la creación de empleo fue en 2017 cuando se crearon 801 mil 800 empleos. Vale la pena recordar o al menos tener en cuenta que se estima que anualmente un total de un millón de jóvenes se incorporan a la fuerza laboral mexicana. En el mejor año de creación de empleos que se tenga memoria en años recientes no alcanzamos a superar las 802 mil plazas de trabajo.
Podrá decirse que la emergencia sanitaria fue la responsable de la calamidad del desempleo mexicano. Será correcta la justificación, pero no justa si deja de lado que este gobierno, desde que triunfo en las urnas a mediados de 2018 generó una pérdida de empleo.
Entre julio y diciembre del 2018 se crearon 171 mil 293 plazas de trabajo, 53.8% menos del empleo que se genero para el mismo periodo de un año previo.
En 2019 se crearon 342 mil 77 plazas de trabajo el nivel más bajo desde la crisis financiera del 2009. De hecho, en diciembre, mal mes para la creación de trabajos, se perdieron 382 mil puestos, un 52 por ciento más de los que se perdieron en 2009, año de crisis en la economía global que nos pegó de manera contundente.
No atender la actual emergencia en el mercado laboral mexicano significa garantizar no solo niveles de informalidad económica más altas, depauperación de los empleos que se mantengan de pie, incremento en los niveles de pobreza, retroceso en los avances que tímidamente pudo el país obtener durante los años previos en la pobreza extrema y calamidades que necesariamente incrementarán el nivel de inseguridad y violencia en nuestra nación.
La circunstancia actual, que exige decisiones inteligentes y concertadas, firmes y en un marco de unidad nacional debería encontrar en un plan emergente para incrementar el empleo una respuesta inmediata para conseguir mejores escenarios en la perspectiva del actual gobierno.
No hacerlo así hundirá más a la actual administración garantizándole una negra página en el registro histórico de México. No lo merecía López Obrador, pero sobre todo no lo requiere México, nuestra querida nación.
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