
Buendía: El poder de las palabras (III)
LA X EN LA FRENTE
Es prácticamente un hecho que los próximos ministros ya no usarán toga.
No imagino un pleno donde algunos la utilicen y otros no.
Una de las primeras declaraciones públicas de mi paisano Hugo Aguilar como primer presidente electo de la Corte fue el anuncio de que él no la portaría.
Si una de sus razones de uso era un simbolismo e impacto visual de uniformidad, no hay razón para que unos la usen y otros no.
Y es que claramente la nueva Corte es radicalmente heterogénea. Todos sus integrantes tienen orígenes distintos y disímbolos, y muy distintas maneras de concebir la vida y – desde luego – “la justicia”.
Y pareciera que lo que se quiere posicionar para dar muerte al pasado es eso: la pluralidad.
Y es que el pleno de la Corte deja de ser un órgano técnico y comenzará a ser cada vez más un órgano de discusión política.
El trabajo de asesores y secretarios de estudio y cuenta será acomodar el derecho y su interpretación a los designios políticos e ideológicos de sus jefes.
La Corte será, cada vez mas, un órgano de decisión política.
Por eso la toga está ya de más.
Ángel Osorio escribió hace ya un siglo en su clásico “el Alma de la Toga” que la prenda tiene dos significados para quien la porta (freno e ilusión) y dos para quien la contempla (diferenciación y respeto).
Claramente la toga ha perdido referente y significación tanto para quien la porta, como para quien “la contempla”.
Y no necesariamente por el mal desempeño de jueces, magistrados y ministros sino por su aislamiento del resto del mundo, primero; y del poder ejecutivo hegemónico, después.
En este nuevo país, las percepciones se construyen fácilmente desde el poder político y claramente la opinión más favorable será para las instituciones y los poderes que le sirvan.
Esa es la realidad.
Por ello era hasta innecesario el anuncio de Hugo Aguilar sobre el no uso de la toga. Dicha declaración fue más bien una proscripción de las formas en el único poder en que todavía las formas eran fondo.
Finalmente se trata de una nueva actitud política para que el Judicial se parezca, cada vez más en sus usos al ejecutivo y al legislativo.
Lo último que habría que matar del viejo poder judicial eran sus formas, porque los ceremoniales no van con el pueblo.
La del nuevo Ministro Presidente es una postura respetable, que tiene que ver con el rechazo no a la solemnidad en sí misma (él mismo y Arístides Guerrero han dicho que portará en las sesiones trajes de gala indígena), sino con la proscripción de la solemnidad europea.
La toga, como muchas otras cosas, nos viene de la España de Felipe II que reinó en la segunda mitad del siglo XVI.
Quizás falte agregar ese ingrediente a la discusión.
*Magistrado Presidente de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca