Economía en sentido contrario: Banamex
CIUDAD DE MÉXICO, 20 de marzo de 2020.- Aves de rapiña vuelan encima de las eventualidades que aquejan a México y muestran el aspecto más oscuro de lo que anida un país. La palabra aura se elevó al bagaje literario con el título de Carlos Fuentes como un vocablo con resonancia.
En el campo mexicano las auras son los zopilotes y demás aves de carroña que sobrevuelan para atacar. En mi infancia en el campo, muy lejana, los niños contemplábamos las aves negras que sobrevolaban, como la premonición de un desastre. Y son eso las auras. La famosa Clínica Mayo de Estados Unidos que presume miles de los mejores especialistas del mundo, ha acuñado el término aura como una premonición precisamente.
Es ese extraño fenómeno de ceguera y luces intermitentes, que presagia la migraña. Auras también aparecen cuando van a ocurrir ataques de epilepsia o de histeria, entre otros males. Se ha escrito mucho sobre eso y hay obras famosas de pintura que delinean las fases del fenómeno en edificios y monumentos.
La oposición mexicana en este tiempo no se caracteriza por crear. Todos sus planteamientos son de destrucción. Y esa postura se agudiza a niveles peligrosos para la población y puede crear situaciones inciertas.
Las auras simbólicas sobrevuelan como entes carroñeros en este momento a niveles extremos. Al grado de inventar muertes sin importar el respeto al ser humano, esperarlas con impaciencia y utilizar cualquier indicio para lanzar su ataque.
REVIVIDOS EN ACTITUDES PERSONALES, LOS BUITRES EN PELIGRO DE EXTINCIÓN
Con una concepción esopiana, los buitres recogen las actitudes humanas del ataque artero, el esperar carroñero y la insistencia premonitoria en torno a una víctima.
Hay una similitud que puede definir el porqué a esas y a otras aves de rapiña o rapaces, se les llama auras. Esta es una expresión que define una especie de halo que se capta en ciertas personas en la parte de arriba de la cabeza. Lugar donde sobrevuelan los rapaces. También un ambiente tenso o pesado que se capta en un lugar como si fuera a ocurrir algo.
La mayoría de las 557 especies rapaces llegan de sorpresa sobre sus presuntas víctimas y por lo general suelen comerlas vivas. Solo algunos se alimentan de carroña.
De acuerdo a Dialogical Conservation, de esas especies los buhos son los más tranquilos y numerosos con 234 especies y los buitres de los más precarios, ya que solo tienen 16 especies en el viejo mundo y 7 en América.
Se encuentran junto con el quebrantahuesos, una especie terrible por su fuerza y fiereza, el águila filipina y el cóndor de California, en peligro de extinción. No así sus representaciones humanas metafóricas, que en el caso de México, están dando un espectáculo de miseria y depredación pocas veces visto en el país.
FRANZ KAFKA, EL BUITRE Y LA PASIVIDAD SOCIAL ANTE LA AGRESIÓN ARTERA
El breve cuento de Franz Kafka, El buitre, ( Anibal, Libros para todos, Argentina, 2016), ha sido calificado por la crítica como evidencia de la pasividad del ser humano ante la agresión, lo que lo lleva a permitir la rapacidad de los demás y que lo vulneren en muchos aspectos.
Eso lo estamos viendo en nuestro país con personas que aceptan pasivamente las agresiones que está cometiendo cierto sector de la sociedad, los medios carroñeros entre otros y fuera de protestas en redes, no hacen algo más efectivo, como unirse, para parar a esos entes traicioneros.
En el cuento, un hombre temeroso de que un buitre lo agreda frontalmente, le permite que le pique los pies, que terminan destrozados. Otro hombre que pasa se conduele y acepta ir por un arma para matar al agresor. Pero el buitre que escucha los planes se va sobre el hombre de los pies martirizados y le clava el pico en la boca.
Este, liberado trágicamente, piensa antes de fenecer que al memos venció al buitre porque éste se ahoga con su sangre al quedar atrapado en la garganta. Sobre las aves de rapiña Juan José Arreola escribió en su Bestiario (Planeta 2002):
“Todos, halcones, águilas o buitres repasan como frailes silenciosos su libro de horas aburridas, mientras la rutina de cada día miserable les puebla el escenario de deyecciones y de vísceras blandas; triste manjar para sus picos desgarradores”.
Y se destrozan entre ellos por el botín: “…disputan sin cesar en la jaula por el prestigio de su común estirpe carnicera (Hay águilas tuertas y gavilanes desplumados)”.