Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 14 de agosto de 2019.- Si Rosario Robles y cualquier otro funcionario de la administración pasada la hizo, que la pague.
De eso se trata, entre otras cosas, la alternancia: que se vigilen unos a otros. En ningún bando político todos son santos ni todos son corruptos.
Qué tanto sabía Rosario Robles de las operaciones de la estafa maestra, es lo que la justicia tiene que dilucidar.
En ningún bando político todos son santos ni todos son corruptos. Qué tanto sabía Rosario Robles de las operaciones de la estafa maestra, es lo que la justicia tiene que dilucidar.
Un juez ha determinado que ella debe esperar en la cárcel hasta que se sepa la verdad.
Como bien dijo en estas páginas Salvador Camarena: pocos creerían que Rosario Robles no haya visto nada. Al igual que pocos creen que el entonces Jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, no sabía nada de lo que hacía su secretario particular, René Bejarano, que recibía millones en la oficina contigua de su jefe, para agilizar pagos de obra pública.
Pocos creen que el entonces Jefe de Gobierno no sabía que su secretario de Finanzas iba cada quince días a Las Vegas a jugar dinero de las arcas capitalinas, o de lo que le daban contratistas del gobierno capitalino, a salones VIP de Las Vegas.
Los actuales gobernantes, que se piensan encarnación de la moralidad, pueden “no ver” y no pasa nada. Llegan al poder.
Pero si un adversario político o personal “no ve”, va directo a la cárcel.
El proceso contra Rosario Robles comenzó manchado Lo que debe haber es un juicio justo, despojado de rencores personales de los gobernantes en turno.
Ahora hay un precipitado ingreso a prisión de una persona a la que legalmente no se le ha demostrado nada, porque el juicio aún no empieza… y ya es culpable. Tras las rejas.
Ella no se fugó ni permitió que encarcelaran a su madre para evadir a la justicia, como hizo Lozoya.
Robles fue arbitraria y ruda como Jefa de Gobierno, con los casos de Paco Stanley y Óscar Espinosa.
Pero eso no autoriza a la actual administración a actuar igual. Hay varios elementos concretos:
Entre el presidente y Rosario Robles existe choque personal. En el PRD, partido que ambos presidieron, Robles y AMLO hacían equipo político.
Se ha dicho que fue ella, desde la Jefatura de Gobierno del DF, la que operó para que Andrés Manuel López Obrador ganara la elección a Santiago Creel, por una nariz, y fuera su sucesor.
Después vino la ruptura por el caso Ahumada, Bejarano, las ligas, y el vuelco político de Rosario Robles.
Todo eso baja de importancia ante otro hecho concreto: sí existe una estafa maestra.
El juez que dio la prisión preventiva a Robles sugirió que se investigara a su sucesor en Sedesol, José Antonio Meade, porque tuvo en sus manos el acta entrega-recepción donde venían los números de la estafa maestra.
Absurdo: cuando se hace entrega de un cargo se informa de qué auditorías están en curso y las nuevas autoridades de la secretaría siguen ayudando a la Auditoría Superior de la Federación a que se desahoguen.
Eso es todo.
Se trata de otro asunto personal. Meade es un ciudadano honesto a carta cabal, y eso molesta en presidencia, donde creen tener la patente exclusiva de la autoridad moral.
A Rosario Robles le cargaron la mano con la prisión preventiva, sin que haya culpabilidad manifiesta de su parte.
Sea culpable o inocente, Rosario Robles puede darse por hundida porque tiene al aparato del Estado sobre ella.
Y contra el águila de frente, nadie puede.
Tiene en su contra la animadversión personal del presidente de la República.
Al presidente de la Suprema Corte también lo tiene en contra. El ministro Zaldívar descalificó de manera inusual, como maniobra mediática, el hecho de que Rosario Robles pidiera un juicio justo. Insólito.
Tiene en contra a la Fiscalía -es su papel- Tiene en contra a la Unidad de Inteligencia Financiera de la secretaría de Hacienda.
Tiene en su contra al juez que la mandó a la cárcel antes del juicio y por sobre el principio de presunción de inocencia.
Y tiene en contra el hecho de que sí existió una estafa, aunque ella no se haya quedado con el dinero. O sí, no lo sé.
Si alguien la hizo, que la pague. No hay duda.
Los juicios, sin embargo, deben llevarse sin la carga de los rencores personales ni los enconos de la lucha por el poder.
Y tampoco deben usarse como distractores del desastre en seguridad, empleo y economía en que estamos entrando.
De todo eso hay un poco en el proceso a Rosario Robles, que arrancó manchado.