Derecho a una vivienda digna
OAXACA, Oax., 17 de febrero de 2019.- En el debate contemporáneo de las ideas políticas troncales y su aplicación práctica compiten el neoliberalismo, el socialismo, la socialdemocracia y el neopopulismo.
Emerge, de manera gradual, la propuesta comunalista o comunitaria. En esta, la quinta vía, los mexicanos y oaxaqueños tenemos mucho que aportar.
El neoliberalismo, que reeditó sus fortalezas y debilidades clásicas, un siglo después se niega a ser desplazado y expiar sus culpas.
Insiste en derechos individuales y libertad, igualdad formal, darwinismo egoísta y competencia desregulada, privatización y gobiernos gerenciales no interventores.
Persiste en instrumentalizar a la naturaleza y la sociedad en favor de minorías que suponen beneficiaran indirectamente a mayorías.
Su carácter multinacional lo hace ubicuo e hiper-pragmático. Ataca aún en los países anglosajones que lo engendraron.
El socialismo, por su parte, se aferra a sus tesis igualitarias que exigen obligaciones, cooperación, hegemonía estatal y redistribución de riquezas. Continuan allí países como Corea del Norte y Cuba.
Se ha movido al frente de manera espectacular China en su propio contexto.
En su versión más actual, promovida por los nuevos demócratas y los millennials, de Corbyn en Inglaterra a Sanders y Ocasio-Cortes en los Estados Unidos, el socialismo prioriza el compromiso global y entre sectores, economías solidarias, energías limpias, trabajo digno, responsabilidad intergeneracional, compensación en la diversidad, superación de la vulnerabilidad y nuevos sistemas de cuentas para medir el desarrollo.
La socialdemocracia de la tercera vía, ayer con Tony Blair en Inglaterra y hoy con Pedro Sánchez en España continúa conjugando la opción socialista de intervención estatal con el liberalismo de mercado para equilibrar igualdad y libertad de manera estratégica y táctica.
EL neopopulismo de derecha (Trump, Urban, Bolsonaro) de izquierda (Chávez-Maduro y otros en Centro y Sudamérica, AMLO en México) apelan al titular de la soberanía (el pueblo), lo oponen a aquellas minorías expoliadoras e intentan estabilizar los graves desequilibrios económicos, comerciales, sectoriales, regionales y sociales heredados, mediante la receta clásica del fortalecimiento del estado y la reconstitución de la nación.
Entre los populistas, los de derecha recurren al fundamentalismo de lo propio y explotan la inseguridad y el miedo a lo ajeno. Los de izquierda apelan al humanismo y la esperanza en mejorar la condición social cotidiana.
Los dos luchan en contra de modelos burocráticos capturados, ineficientes y corruptos.
Los dos juegan riesgosamente con la retórica, el nativismo, la antiglobalización y la polarización, el personalismo, la improvisación y el estado de Derecho según sus propias circunstancias.
En cada contexto histórico esas cuatro opciones ideológicas y prácticas resultan más o menos instrumentales y más o menos exitosas antes de debilitarse en favor de alguna otra.
El comunitarismo no es nada nuevo en ese abanico de posibilidades pues se remonta a la antigüedad cristiana y múltiples experiencias marginalizadas durante la modernidad, aún en los países anglosajones y no sólo en ambientes católicos, islámicos y orientales.
El comunitarismo ha re-aparecido en términos del (neo)comunalismo indígena mexicano en cientos de municipios y localidades.
Ha cobrado forma desde hace años en la palabra y la experiencia de los intelectuales de la Sierra Juárez de Oaxaca (de Floriberto Díaz a Benjamín Maldonado y de Jaime Luna a Cipriano Flores) y puede crecer como uno de los componentes clave de la Cuarta Transformación.
Su apuesta por la vida buena, su identificación con la naturaleza y la comunidad, su sentido cooperativo y solidario antipersonalista, su democracia deliberativa y participativa, sus fórmulas originales de trabajo, gobierno y compensación deben abonar a la nueva etapa del país.
Por el contrario, sus prácticas menos apreciables que limitan libertades y su propia universalidad ilustran que ninguna ideología es ideal o perfecta.
Pero si enseñan que todas las opciones son respetables y contienen elementos conducentes para atemperar y resolver los complejos problemas de nuestro tiempo.