Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
Raúl Ávila Ortiz | Oaxaqueñología
OAXACA, Oax., 30 de septiembre de 2018.- Las 4 pistas nacionales más relevantes de la transición entre gobiernos saliente y entrante en México (ciudadanos y sociedad civil, partidos, poderes políticos y órganos de garantía) interactúan con el contexto internacional (CI).
El CI es en definitiva influyente. Se trata de actores institucionales globales, internacionales y regionales modernos (Onu, FMI, Ocde) y posmodernos (Twitter o Facebook), así como de actores privados y organismos civiles y no estatales de alcance transnacional, incluida la difusa pero no confusa delincuencia organizada.
Según se observa a diario, un proceso de transición tan prolongado como el mexicano obliga a acuerdos y actuaciones concertadas entre los equipos de gobierno entrante y saliente. El motivo no es menor. Se trata de México, uno de los 15 países mas importantes del planeta
En la dimensión económica del CI destacan las señales y negociación efectiva del Tratado de Libre Comercio, las tasas de interés de la Reserva de los Estados Unidos, el precio del petróleo y el tipo de cambio peso-dólar, además de las decisiones de Trump que impactan en la estabilidad macroeconómica y las expectativas de corto y mediano plazos.
Según se observa, tales variables hasta ahora operan en favor de México, sin que se deban descartar factores desequilibrantes.
En ese tenor, es recomendable no perder de vista el juego geoestratégico entre EU y China mas Rusia porque del esgrima entre ellos depende bastante el margen de maniobra de México.
En particular, depende la posibilidad de salir de la semiperiféria y meterse más al centro del escenario que se está reconfigurando.
En ese contexto, mucho se dice de la economía y el poder político y militar –en lo que somos débiles– a la vez que muy poco se habla sobre la cultura –en lo que somos fuertes.
Dicho en breve: México debe exaltar sus rasgos distintivos y riquezas culturales puesto que representan instrumentos clave para fortalecer su posición.
Por ello, es imperativo y urgente definir y ordenar su estrategia y políticas culturales hacia adentro y hacia afuera del país.
Para eso es crucial involucrar al Presidente en la materia. Y, sin duda, importan las comisiones de cultura del Congreso, lo mismo que la Secretaría de Cultura federal, no menos que la sociedad civil organizada, exigente y propositiva. Vale citar el título de una reciente obra colectiva: “¡Es la cultura, Presidente!”.
Hacia adentro, urge e importa tornar la política cultural en herramienta para la inclusión, acceso y participación, creación, recreación y producción, crecimiento y paz en todos los niveles y ámbitos sociales.
Es indispensable contar con información-acción eficiente entre sectores y grupos bien coordinada en los ámbitos presencial y virtual.
Con semejante fuerza, urge e importa incentivar para disfrutar aquí y enviar hacia afuera valores y símbolos, productos y servicios que nos distingan por su originalidad y calidad. Que reflejen nuestra libertad creativa y el orgullo por la tierra y el cielo.
Hay que asumir que toda nuestra actividad es cultural.
Lo es el respeto a sí mismo y a los otros, la palabra y el trabajo, disciplina y sobriedad, productividad y cooperación, no lo contrario.
Lo es la protección e impulso a los sujetos colectivos, pueblos y comunidades originarios, afrodescendientes y comunidades afines –su acción creativa e interactiva–, no su ruina.
Lo es el orden, la invención e inteligencia de la habilidad inagotable, no la pasividad y el ocio.
Lo es el diálogo, tolerancia, carácter y decisión firmes.
También lo son, especialmente, las manifestaciones y expresiones culturales singulares y conjuntas que emanan de las localidades para sustentar la identidad y la vida que compartimos con orgullo en espacios multinivel.
La comunidad internacional debe influir tanto como México en ella.
Para que este enfoque avance se requiere seriedad y altura de miras a fin de concebir y operar una estrategia cultural democrática y sostenible, con sentido social y emancipatorio, no colonizador y degradante para los mexicanos y la Humanidad.
En la transición en curso, el CI, económico y político es determinante.
Sin embargo, la fidelidad a nuestras mejores prácticas y costumbres –no las peores: desconfianza, desigualdad, violencia y crimen– será el basamento del edificio mexicano del siglo 21.
Será mejor que regeneremos lo indispensable ya si queremos salvarnos de las nuevas plagas que nos debilitan y destruyen.
Tengamos claro valores y principios:
Profesar fidelidad a la democracia. A un presidencialismo equilibrado y no dictatorial. Al debate y control parlamentario. A la corrección judicial. A garantías institucionales que frenen el abuso, no que faciliten.
A políticas económicas que balanceen rentabilidad privada, capital común y equidad social, no que las expropien para unos “cuates”.
Lealtad a la integridad y no a la corrupción e irresponsabilidad impunes.
Defensa objetiva a las grandes marcas del pasado y el presente: Pemex, CFE, IMSS o ISSSTE, la UNAM y el POLI, el INE y el TEPJF, muy mexicanos.
También a las marcas mixtas y privadas exitosas: de la IBERO al CIDE y del TEC al ITAM, de ICA a CEMEX, de TELEVISA a TV Azteca. Cooperativas como la Cruz Azul y sindicatos como el de la extinta linea aérea Mexicana. Las centenas de miles de micro y pequeñas empresas. Detrás de ellas hay mexicanos, no apátridas.
El esfuerzo transversal debe priorizar el rescate y proyección de nuestro histórico y trascendente patrimonio cultural material e inmaterial.
Fidelidad a nuestra mega diversidad, ecología y conciencia de pertenencia a lo local y lo humano universal.
El CI es una pista interactiva de México a la vez que un espejo en el que se puede mirar y reflejar su cultura.
Es tiempo de formular una autentica y pertinente política cultural para el siglo 21.
Esta es nuestra principal fuente de poder: un nacionalismo humanista, universalista, comunitario y liberal-igualitario.
No es más –pero no es menos– que practicar, bien entendido, el credo laico de la Constitución.