Día 18. Genaro, víctima de la seguridad nacional de EU
Apunte diario sobre letras hipnóticas
La tragedia del polvorín de Chalchicomula, la muerte de 2,000 soldados de la República
CAPITULO PRIMERO
Cómo lo he manifestado, ahora hablaremos del extraño caso del sacerdote Epifanio Rojo. Lo he prometido ya en dos columnas anteriores, sin embargo el temblor me impidió terminar mis obligaciones de escribir todos los días la columna diaria sobre letras hipnóticas, por lo que pido una disculpa a mis 5 lectores.
Hemos de referirnos a la tragedia del jueves 06 de marzo de 1862 en Chalchicomula, Puebla, en donde la Brigada Oaxaca al mando del General Ignacio Mejía, los cuerpos 1º y 2º “Ligeros” y “Patria” fueron hechos pedazos por la explosión del polvorín y también fenecieron las columnas de Tehuantepec y de Huajuapan de León, una gran mortandad para por lo menos dos mil oaxaqueños. Un día que debería de ser declarado de luto estatal por aquel horrendo y tremendo acontecimiento.
En la maraña de la historia, el Sacerdote Epifanio Rojo se prestó como oficial capellán de las columnas de los Ejércitos de Oaxaca, Huajuapan, el Valle Grande (Bravos de Oaxaca), Tehuantepec y Fusileros de Juchitán al mando del General Mejía. Todos muertos y pocos heridos y menos vivos
Capítulo 1: La Calma Antes de la Tormenta
En el turbulento telón de fondo de la Segunda Intervención Francesa en México, un tranquilo rincón del país se preparaba para vivir un episodio que quedaría grabado en las páginas más oscuras de la historia mexicana.
Era el 6 de marzo de 1862, un día que comenzó como cualquier otro en Chalchicomula de Sesma, Puebla, una localidad aparentemente ajena a la vorágine de la guerra.
Pero lo que pronto sucedería trastocaría la vida de sus habitantes de manera irreversible.
Este pequeño pueblo, anidado a 114 kilómetros de la bulliciosa capital poblana, escondía en su interior un tesoro codiciado: la colecturía del diezmo, considerada la más rica de México, en su tiempo.
Su interior albergó inmensas cantidades de recursos, un manjar edificio en ese entonces ya vacío, pero ahora sabemos que un objetivo por las voraces fuerzas enemigas que se disputaban el destino de la nación en medio del conflicto con el ejército francés.
La tensión se acrecentaba con cada día que pasaba, ya que se había ordenado el repliegue de los ejércitos y la concentración de pertrechos de guerra en Chalchicomula, esto por orden del ejército mexicano.
El objetivo: preparar una batalla pactada en Acultzingo contra las fuerzas francesas que amenazaban la soberanía mexicana.
Los días se volvían más agitados a medida que las tropas avanzaban hacia el pueblo, trayendo consigo un aire de victoria y ansias de triunfo.
El 5 de marzo de 1862, el pueblo recibió a los ejércitos Primero y Segundo ligeros, junto con el Patria, a los hombres de las compañías de Huajuapan, del Valle Grande, Antequera, Ciudad de Oaxaca, Tehuantepec y Juchitán, casi todos excombatientes de la Guerra de reforma y conocidos y experimentados veteranos, conocedores del arte de la guerra del siglo 19, que sumaban más de mil 200 soldados.
La mayoría de ellos provenía de Huajuapan, Oaxaca, Tehuantepec y Juchitán y regresaban victoriosos de enfrentamientos previos. Además, se aguardaba con impaciencia la llegada del general Ignacio Zaragoza desde la Cañada, Teotitlán y Cuicatlán, una figura clave en la lucha contra la intervención francesa. Al mando primero de ligeros 1 y 2, Bravos, Oaxaca, Fusileros, Cazadores y Lanceros estaba el General Ignacio Mejía, que tampoco era de espada virgen.
Para acomodar a la Primera Brigada de Oaxaca, se tomó la decisión de trasladar los peligrosos pertrechos de pólvora y fusilería al templo de Guadalupe, ubicado en las afueras del pueblo.
La lógica detrás de esta medida era liberar espacio en la colecturía, que sería destinada como cuartel para las tropas. No obstante, en medio de estas maniobras aparentemente razonables, un siniestro incidente empezó a tomar forma, transformando la calma en una tormenta inminente.
Existen dos versiones que rodean el desencadenante de la tragedia que se avecinaba. La primera sugiere que una chispa inoportuna surgió durante la preparación del rancho (la cena) y esa chispa fue la que prendió la pólvora esparcida en el suelo, desatando la inmensa explosión que se avecinaba.
La segunda versión, aún más intrigante, apunta a un complot fraguado por el conde del Jaral, Juan Nepomuceno Almonte, y otros conservadores presentes en la zona.
La trama, si es que existió, parecía estar destinada a cambiar el destino de Chalchicomula para siempre.
Esta explosión, de una magnitud devastadora, dejó su huella imborrable en la historia de México.
Se estima que cerca de 2,000 personas perdieron la vida en ese fatídico 6 de marzo de 1862.
Fatídico juéves 6 marzo de 1862
Entre las víctimas se contaban más de 1,500 valientes soldados, 1200 regulares, 300 de incorporación sujetos a entrenamiento, y por su experiencia en las armas, la joya del ejército mexicano, unas 300 soldaderas que habían acompañado a sus esposos y, para aumentar aún más la tragedia, numerosos niños y habitantes civiles que quedaron atrapados en medio de la conflagración.
La explosión primera fue muy grande pero la segunda fue extraordinariamente inmensa, la destrucción de la colecturía de diezmos fue absoluta, se conservan hoy los muros y las ruinas, y un eterno y presente ánimo de tristeza y olvido, añoranza por tanto muerto y herido
Los cadáveres se apilaron por montones en las calles vecinas, pedazos de seres humanos volaron hasta 400 y 500 metros de distancia, el espectáculo fue desgarrador, cabezas, miembros, vísceras, todo quedó regado en un círculo inmenso de destrucción y muerte.
Los sobrevivientes no la tuvieron fácil
El General Zaragoza ordenó la incineración de los cuerpos
Se improvisó en un hotel y una casa particular hospitales y primeros auxilios, pero dado lo precario y alejado del lugar, la mortandad de los sobrevivientes fue galopante.
Médicos castrenses, de los lugares cercanos y los pocos del lugar no se dieron abasto
Sin embargo contaron con los servicios espirituales, tanto los moribundos para oír la confesión y recibir los santos óleos, cómo los difuntos, para recibir los ejercicios de despedir al ser humano que de semejante manera abandonó al mundo y fue a ver de cerca al buen Dios
Nadie sabe cómo el Sacerdote Oaxaqueño Don Epifanio Rojo, padre del Sagrario Metropolitano de la Catedral de Oaxaca, estuvo presente desde la misma noche del jueves 6 de marzo y días posteriores, ayudando a sacar a los heridos, a quitar escombros,va retirar piedras y ladrillos , cómo cualquier soldado Razo, y al encontrar moribundo al cercano soldado, ayudarle espiritualmente a entregar el alma y emprender el camino al Eterno Oriente
A los difuntos, uno por uno fue bendiciendo, realizó incontables servicios y a quien pudo le dió la comunión, las ánforas de agua para bendecir fueron llegando piadosamente y el sacerdote cumplió su misión.
Los días posteriores al cataclismo se llenaron de trabajos de rescate y limpieza que se prolongaron durante más de una semana. El hedor fétido que se esparcía por la atmósfera era una macabra recordación de la tragedia que había asolado este tranquilo rincón de México.
Chalchicomula, antes serena y apacible, se había convertido en un sombrío escenario de horror.
Este fue el preludio de lo que estaba por venir, un capítulo trágico y oscuro en la historia de México que dejaría su huella imborrable en las generaciones futuras.
El padre Rojo está por aparecer en escena.
En el tiempo, otro oaxaqueño aparecería por las calles trágicas de Chalchicomula y también después, el mismo personaje llenaría de sangre las calles de México, un represor consumado, un ejemplo de dictadura, en fin, Chalchicomula de Sesma hoy Ciudad Serdán, fue el rincón olvidado de Puebla que escogió Gustavo Díaz Ordaz Bolaños Cacho para inventar que era el pueblo que lo vio nacer. Nada más falso y para nada enorgullecedor para el lugar de luto nacional, que este satanás tirano llamase a Ciudad Serdán cómo el lugar de su apócrifo nacimiento, aún pese a ciertos acontecimientos históricos que le ayudaron de alguna manera a hacer medianamente verídica semejante mentira.
Chalchicomula debería, por lo menos la colecturía , ser declarado Monumento de Luto Nacional, ahora que está tan de moda la historia decimonónica.
Con afecto
Si usted considera que estas letras son de interés, le pedimos humildemente que las comparta con sus contactos, amistades y grupos.
Gracias a nuestros 5 lectores
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