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OAXACA, Oax., 25 de diciembre de 2016.- A millones de oaxaqueños les hubiera gustado que estas líneas expresaran la llegada de un gobierno acorde a la naturaleza del ciudadano oaxaqueño. Uno que reflejase su naturaleza indígena, colectiva, de democracia comunitaria más que representativa, que buscara el Buen Vivir antes que el progreso y el desarrollo, buscando la simbiosis entre ser humano y naturaleza y no su destrucción.
El arribo de un gobierno de alta participación ciudadana, un gobierno de derechos colectivos para preservar los derechos individuales. Un gobierno comunitario más que representativo, un gobierno de asambleas deliberativas más que de partidos oligárquicos.
Un gobierno de la ley sancionada por el pueblo y no por unos cuantos diputados. Un gobierno de consulta constante al pueblo. Un gobierno eficiente, honrado a carta cabal, responsable, transparente, republicano, es decir, sujeto a las leyes y no a los caprichos del gobernante. Un gobierno modesto, responsable, vinculado al pueblo, más bien sumergido en sus entrañas.
Con estas expresiones, en realidad estamos describiendo lo que no fue el gobierno de la Alianza con Gabino Cué a la cabeza. Sin embargo, se debe ser más preciso, más conceptual, más categórico, con apego a la realidad, rompiendo esquemas, tradiciones teóricas, metodológicas y categorías si esto fuese posible.
Como lo hemos descrito, por la forma de acceder al poder político del Estado, la Alianza se puede conceptualizar como un gobierno usurpador, estuvo ocupando un cargo que no ganó legítimamente, que no era suyo.
Esta usurpación del poder público oaxaqueño, al no ser un gobierno legítimo, el grupo gobernante se comportó como tal, es decir, como usurpadores, como ladrones. Sus acciones se encaminaron al uso y abuso de la propiedad del pueblo de Oaxaca, de sus recursos y de sus valores. Como nunca buscaron la justicia para con sus gobernados, no se diferencian de una banda de ladrones, parafraseando a San Agustín.
El usurpador no le tiene aprecio a cualquier bien público, salvo si le sirve para acrecentar su fortuna. Su desprecio por el trabajo, salvo si le sirve para conservar el poder. Como se sabe al margen de la ley le es imposible sujetarse a ella, le huye a la ley como de la peste. Su actuación fue siempre al margen de las Constitución, qué remedio para ser un gobierno constitucional, fue más cercano al gobierno de facto, así, todo gobierno usurpador lo será de facto. Existe la posibilidad de ganar legitimidad a través de sus acciones, sin embargo, no dejará de ser un gobierno usurpador.
En alegato a favor, se puede argumentar que fue sancionado por las instituciones correspondientes, otorgándole legitimidad y legalidad, eso se llama formalidad, que no siempre será justa. La formalidad del reconocimiento no puede ocultar el medio utilizado para acceder al poder político, solamente lo encubre, lo enmascara, lo oculta. La usurpación es un mal de origen que trae consecuencias graves para la salud del gobierno.
No fue extraño, por tanto, el comportamiento de los gobernantes aliancistas, fueron cínicos, sin vergüenza alguna exhibieron sus riquezas mal habidas; fueron soberbios porque sólo les costó recursos recuperables su ascenso al poder, no requirió sacrificio alguno, pérdida alguna, no tuvo un trabajo de masas de largo tiempo, sólo les valió violar las reglas electorales.
El usurpador será neutro al plantearse un futuro, porque no piensa en ello. No lo tiene, sólo le cuenta el presente, por lo tanto, le rehúye a toda ideología, a toda acción con valores. Al no tener valores, los gobernantes de la Alianza no les importó la opinión pública, simularon, disimularon, florearon la realidad.
Para definir al usurpador ya no es necesario el uso de la categoría de la violencia, basta el fraude electoral, basta unirse los contrarios para formar el frente opositor, basta la utilización indiscriminada de los recursos públicos para ganar una elección. Talvez este sea el mayor mal de México y de Oaxaca, de aquí tanto gobernante ladrón, de cualquier partido político.
Entonces por su manera de acceder al poder del Estado oaxaqueño el régimen de la Alianza es de usurpación siendo un gobierno usurpador. Por la forma de componerse este gobierno se le puede definir aberrante, su continuidad e imposición en gobiernos, aberrantismo.
Es aberrante porque se desvía de la normalidad, de lo usual. El gobierno aberrante no es fácil de entender ni justificar su existencia. Los aberrantes lo soportan por los privilegios que ello implica, así, panistas, perredistas, petistas y convergentes, así como algunos priístas, usufructuaron de los beneficios de este tipo de composición. Debería producir repulsión, así lo fue, sin embargo, el pueblo lo soportó porque exaltó la esperanza por encima de la repulsión. La repulsa de los puros, de algunos miembros de los partidos integrantes, no fue suficiente. Sentados en la mesa de las sabrosa viandas, la glotonería del poder sepultó cualquier intento de pureza moral.
La aberración en política es nueva, es poco entendible en un mundo de valores, pero en una situación de individualismo recalcitrante, de vivir el aquí y el ahora, la aberración política es posible. Baste escuchar o leer a los promotores de la aberración política para comprender que ya no razonan, emiten sonidos salvajes para orientarnos de lo que quieren: el poder para su uso exclusivo, para bien patrimonial, para bien prebendario. Existen otros tipos de desviaciones políticas, pero no son aberraciones.
La aberración política, cuyo ejemplo fue el gobierno de la Alianza, tiene mucho de depravación, de perversidad, en sus actuaciones. Por esto es posible apropiarse de inmensos recursos destinados a millones de hambrientos oaxaqueños a través de una simulación como lo fueron las cocinas comunitarias; por eso fue posible desviar recursos destinados a los pobres para edificar un estadio para un equipo privado; por eso es posible no asignar más de doscientos millones de pesos para ciudadanos de capacidades diferentes o simplemente dejar sin atención médica y de medicinas a millones de oaxaqueños pobres. Sólo se puede entender a partir de la clasificar al gobierno de Gabino Cué Monteagudo como aberrante.
Fue un gobierno aberrante porque poco a poco se fue transformando en un monstro ante los ojos atónitos de los ciudadanos, sus cambios morfológicos y de contenido fue constante, minucioso, se fue deformando, al final, los ciudadanos ahuyentaron a esta aberración política.
Fue aberrante porque no nuestro sistema óptico no captaba en su justa dimensión la relación entre el gobierno y su imagen. Vendieron bien la imagen, pura ficción. Nos costó establecer la relación objetivada, entonces surgió la verdad en todo su esplendor, despertamos de la pesadilla, el nuevo mandatario, lo expresó bien; gobierno colapsado, en ruinas. La ilusión óptica se había esfumado.
El gobierno de la Alianza fue aberrante porque formó en el universo de los oaxaqueños el astro de la esperanza, una esperanza a la medida de la situación de injusticia en que vive la inmensa mayoría de la población de Oaxaca. Bien, ese astro así formado, atrajo, con su luz iluminaba ese camino, irradiaba de felicidad a cada hogar miserable, en cada noche, uno a uno de los oaxaqueños esperó la llegada de ese astro. Qué crueldad, no cabe otra palabra para expresar lo acaecido. Ese astro nunca llegó, el gobierno se encargó de desviar su curso, el pueblo sin esperanza se quedó, hoy vive en el escepticismo, ya no cree.