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El pacto y la coordinación fiscal
OAXACA, Oax., 21 de abril de 2019.- El Presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho con mucho acierto que “el que no conoce la historia no sabe de dónde viene ni a dónde va”.
De verdad, una primera condición para tener éxito como gobernante es el conocimiento de la historia patria, por lo menos aprender del pasado para comprender el presente y preparar un futuro mejor.
Con esta idea me puse a indagar sobre el gobierno de los 4 López: Antonio López de Santa Anna, Adolfo López Mateos, José López Portillo y Andrés Manuel López Obrador, todos ellos Presidentes de la República Mexicana.
Después de más de 165 años del último gobierno de López de Santa Anna, al relacionar a los cuatro Presidentes López, podemos concluir que nuestro país no puede abandonar la práctica gubernamental de la dependencia de un solo hombre.
Es demasiado preocupante para los mexicanos seguir bajo los humores, capacidades, virtudes, signos, inteligencia, deseos, maneras, ideas, sentimientos, corazonadas, perspicacia, maniobras, de un solo hombre.
A través de los años de la vida pública de nuestro país, de nuestros gobiernos, no hemos sido capaces de ser gobernados a través de instituciones sólidas, bien cimentadas en la costumbre y en las leyes.
Seguimos dependiendo de hombres providenciales, tal como lo fueron y lo es: López de Santa Anna, López Mateos, López Portillo y López Obrador. Seguro, urge, pasar del gobierno de los hombres al gobierno de las instituciones y de las leyes por el bien nuestro, de nuestros hijos y nietos.
El providencialismo político no nos quiere dejar, lo tenemos en nuestras raíces políticas, en nuestro ser nacional, es nuestra cultura política, desde luego, para algunos es bueno y positivo si tenemos la suerte de que nos toque un buen hombre de Presidente, pero si es malo, ya no habrá remedio, estaremos condenados, por lo menos durante seis años.
El providencialismo político que envuelve a los cuatro Presidentes López, representó siempre en ellos la fuerza de la República, un Presidente débil implica una República escuálida, falto de vigor, de fuerza. La derrota de Texas de López de Santa Anna significó el inicio de la pérdida de la mitad de nuestro territorio.
La enfermedad de López Mateos significó el ascenso del autócrata Díaz Ordaz. La crisis económica y moral de López Portillo dio origen a los gobiernos neoliberales productores de pobres, excluidos, marginados y miserables. Un posible fracaso de López Obrador nos abrirá de par en par el camino, no de una Cuarta Transformación sino de la Revolución del siglo 21, la violencia pues.
El fatalismo, el milagro, no el trabajo ordenado, planeado y calculado, acompaña al Presidente Providencial. El Providencialismo Presidencial Mexicano implica que todo sucede, acciona, existe, por voluntad y solo por voluntad del Presidente, así como todo depende de Dios. El Presidente es la divina Providencia, es un dios actuando. El Presidente todo lo puede.
Después del triunfo sobre el último reducto español en 1829, López de Santa Anna, por una suerte de golpe maestro de intrepidez, fue recibido en hombros, con poemas, loas, campeón de Tampico, héroe nacional, las guirnaldas de oliva fueron pocas para tan distinguido caballero, de ahí para adelante padre de la Patria.
La expropiación eléctrica elevó a nivel de grandeza mundial a López Mateos. La devaluación del peso sumió a la angustia y a la desesperación y con él, al país, a López Portillo. A la política social le apuesta todo su resto López Obrador, después de él, el vacío, así está el cálculo. El “me canso ganso” y “defenderé el peso como un perro” denotan el vigor, la fuerza o la fatalidad del providencialismo.
El providencialismo los hace ver gigantes, lleno de virtudes. Siempre indispensable para salvar a la Patria lo fue López de Santa Anna. Gigante de la persuasión de las multitudes, de las mujeres, conocedor del arte de la cortesía y de la suavidad, adorado como un dios por el pueblo, así lo fue López Mateos.
Con un auténtico carisma, personalidad, deportista, caballerango, estirpe del criollismo, con un triunfalismo inusitado informaba López Portillo, México estaba listo para la abundancia. Con el respaldo de más de 30 millones de votos, López Obrador tiene la firme convicción, como el Cid Campeador o por lo menos como el Quijote, de conducir a México a una Cuarta Revolución, sin la violencia revolucionaria, con la sola Voluntad Presidencial.
El paso del país de los caudillos al país de las instituciones que demandaba Plutarco Elías Calles no se ha hecho realidad. De López de Santa Anna a López Obrador hemos viajado en el tiempo en círculo, sabemos exactamente a qué conduce el providencialismo: estar siempre, con el Jesús en la boca, de que al Presidente le vaya bien para que el pueblo también le vaya bien.
Todo a la Fortuna, todo a la suerte, eso es una verdadera desgracia nacional, de eso no hay duda alguna.