La Constitución de 1854 y la crisis de México
Cipriano Flores Cruz
OAXACA, Oax., 9 de septiembre de 2018.- Todas las teorías indican que el gobierno ha sido, es y será la institución que tiene como fin fundamental, la conducción de la sociedad hacia un puerto seguro y de bienestar común.
La teoría del gobierno surge en la India en similitud con el arte de sembrar la tierra. La siembra implica un método, una técnica, cuidado de la siembra, recoger el fruto, al final sirve para la subsistencia del ser humano.
Todo gobierno, por tanto, tiene que rendir fruto: la conservación, la tranquilidad, el bienestar y la felicidad del ser humano en sociedad. El ser humano se asocia para su seguridad y armonía social, evitar su destrucción.
El ser humano se gobierna por su bien. El gobierno es el instrumento para lograr este objetivo. El mejor gobierno es aquél que, los que toman las decisiones, están respaldados por el pueblo o por su mayoría. El gobierno es una delegación del pueblo. El peor, el que toma decisiones a espaldas del pueblo.
Los buenos gobiernos son la minoría, en el caso particular de nuestro país, los malos gobiernos abundan, los buenos escasean. En más de doscientos años de vida independiente hemos avanzado gracias al desarrollo de la propia humanidad, por el gobierno, estaríamos muy mal. La pregunta es ¿por qué seguimos tan amolados? ¿Por qué el gobierno ha sido tan inútil?
La primer respuesta es que nunca hemos instalado un gobierno de acuerdo a nuestra idiosincrasia, de acuerdo a nuestra manera de ser, a nuestras mejores virtudes, a nuestros peores defectos, hemos sido unos copiones, no hemos tenido imaginación para idear el mejor gobierno. Nuestros ancestros tenían mejor modelo de gobierno, por lo menos resolvían mejor sus problemas.
Los franceses e ingleses nos otorgan el gobierno liberal, pues lo adoptamos sin ton ni son. Los americanos, el gobierno federal y presidencial, pues también los adoptamos sin medir consecuencias. Entre ensayos y errores, en diseños de gobierno, nos ha pasado el tiempo y aún estamos buscando la salida adecuada.
Lo cierto es que a pesar de que no avanzamos con los modelos de gobierno experimentados en nuestra historia, seguimos insistiendo en los mismos errores, parece que no tenemos la voluntad de aprender y la imaginación para proponer alternativas. Seguramente el pueblo nos apoyará si somos prácticos e inteligentes, es decir, cumpliremos con el principio del mejor gobierno.
Un segundo problema que tenemos, es que los problemas comunes y generales, siempre los queremos resolver a través de una organización administrativa, a través de la organización burocrática.
Si tenemos un problema de la mujer, pues instituyamos la Secretaría de la Mujer, si tenemos un problema con la calidad ambiental, pues fácil, hay que establecer la Secretaría del Medio Ambiente, si se tiene un problema con la pobreza, pues no le demos más vueltas, hay que crear la Secretaría de los Pobres.
Además de no resolver los problemas lo complicamos más al estar sujetos a las cotidianidades, normas, rutinas, corrupción, de este tipo de organizaciones, además de plantear serios problemas de presupuesto. No todo lo debe atender en forma burocrática, pueden existir otras formas para la atención de estos problemas.
Un tercer problema, somos un pueblo de costumbres políticas, administrativas, económicas, sociales y culturales, no nos atrevemos a romper con cualquiera de estas costumbres.
Por ejemplo, nos no hemos dado cuenta que el Senado nos sirve para una y dos con sal, rompimos el equilibrio de representación de los Estados al introducir los senadores de representación proporcional y de minoría, por belcebú, qué cosa más espantosa y bizarra.
Esta institución que no sirve al federalismo, por economía imaginativa y administrativa la seguimos arrastrando para nuestra desgracia.
Hace mucho tiempo le dimos el tiro de gracia a la única institución que nos puede dar una salida inteligente a nuestra desgracia, el municipio.
Sin embargo, ni lo desaparecemos, ni lo rescatamos, ni lo modificamos, estamos dejando que muera de inanición, que se extinga, nos hemos acostumbrado a ver al municipio como un mal necesario, nuestra única preocupación con esta noble institución es cuando no pasa el camión de la basura.
La descentralización pues, como método más efectivo de gobierno que la centralización y la concentración que tiene rendimientos decrecientes, pero no hacemos nada por corregir el fenómeno.
Hasta cuando nos daremos cuenta que nuestra organización territorial y de autoridad por estados es ineficaz, estorbosa, corrupta y costosa, pues no, no nos daremos cuenta porque nos negamos para la innovación y la creatividad.
No sería mejor hacer otra distribución territorial del poder y de la administración, por regiones, por ejemplo, no tendríamos más que diez regiones y diez gobernadores, el estado no es nuestra identidad sino el pueblo.
Con estos ejemplos hemos querido demostrar que nuestra forma de gobierno y de administración ya no funciona, de solución se ha convertido en problema, lo malo es que en el horizonte no se ve la posibilidad del pronto cambio, radical y profundo.