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CIUDAD DE MÉXICO, 30 de septiembre de 2019.- Por años, durante el largo proceso de construcción de la democracia mexicana, el de la transparencia del poder público fue una de las exigencias centrales de ciudadanos, partidos y políticos de la llamada izquierda.
El reclamo fue tal que, en el gobierno de Vicente Fox, se construyó el Instituto de Transparencia; órgano autónomo del poder público, al que debía vigilar, y que se sumó a otras instituciones como el INE y la CNDH, creadas como verdaderos contrapesos del otrora descomunal poder presidencial.
Se trata, como se dijo, de instituciones cuya labor central es contener los excesos del poder público, en general, y del presidencialismo, en particular.
Son instituciones destinadas a evitar el dispendio y la opacidad; dar total certeza de elecciones confiables --como la que hizo presidente a López Obrador--, y sobre todo, garantizar la defensa de los derechos humanos.
Sin embargo, y cuando muchos suponían que los contrapesos al poder presidencial ya eran instituciones solidas, llegó un presidente dispuesto a “mandar al diablo” esas y otras instituciones, porque cree que estorban su ambición de poder absoluto.
Y entonces, ese presidente --llamado Andrés y de apellido López--, no sólo ignora instituciones como el INE, el INAI y la CNDH –entre otros--, sino que amenaza a sus integrantes y les advierte --palabras más, palabras menos--, que el nuevo mandatario mexicano es intocable; impermeable a la rendición de cuentas, la transparencia, la cultura democrática y que, en la práctica, le “valen madre” los derechos humanos.
Sí, que nadie se atreva a cuestionar a López Obrador, a exigir que explique los negocios turbios de sus colaboradores, los acuerdos “bajo cuerda” de su canciller y el uso del dinero público para la propaganda oficial porque, entonces, el intocable presidente mexicano monta en cólera, amenaza, difama, sataniza y calumnia.
Y si dudan, el presidente lo probó en “la mañanera” del viernes último.
Primero, los paleros de palacio --bufones más que periodistas--, le preguntaron al presidente sobre el requerimiento del INE para explicar el uso de programas sociales a favor de la propaganda de su gobierno, lo cual es inconstitucional
Socarrón, montado en su típica arrogancia mesiánica, Obrador respondió con un feo “desconton” a los consejeros del INE, los mismos que garantizaron la legalidad electoral que lo hizo presidente.
Así les dijo: “lo único que les voy a decir es que vámonos respetando, que no somos iguales, que no se confundan, eso sí calienta”.
Más allá del lenguaje de fajador de barrio –“¡eso si calienta!”--, el centro de preocupación es el fondo del mensaje presidencial.
¿Qué debemos entender con una expresión como: “¡vámonos respetando, que no somos iguales!”?
¿Acaso el presidente Obrador cree que el cargo de presidente lo coloca por encima de la ley y de otras instituciones, como el INE?
¿Será que por vivir en Palacio Nacional el presidente López ya se cree un monarca y cree que el resto de las instituciones son subordinadas?
Lo que no sabe López Obrador, lo que olvida o ignora, es que ante la ley –y en tanto servidor público--, es igual que cualquier otro servidor público.
Es decir, que como todo empleado del Estado debe respetar las leyes que emanan de la Constitución, mismas que Obrador juró respetar y hacer respetar cuando protestó como presidente, ante el Congreso.
Más aún, en la toma de posesión, el propio presidente pidió que si no respeta la Constitución y sus leyes, “¡que la Nación me lo demande!”.
Y lo que no sabe o no quiere entender el presidente mexicano es que, casualmente, cuando el INE lo llama a rendir cuentas –igual que, en su momento, llamó a Calderón y a Peña Nieto--, es la Nación –las leyes--, las que le exigen al presidente que rinda cuentas.
Las mismas cuentas que debe rendir el presidente López a la Nación, por los acuerdos secretos que pactó el gobierno mexicano con el gobierno de Donald Trump, a espaldas de los mexicanos.
Y es que ese es otro ejemplo de la impunidad presidencial y de que Obrador se cree intocable. Y es que, ante la declaración de Trump, de que Estados Unidos “usa a México” como muro fronterizo contra los migrantes, el presidente mexicano volvió a exhibir su impunidad.
Se niega a transparentar los acuerdos secretos con Trump y dice que su conciencia “está tranquila” y que, por eso, debemos creer en su palabra. Olvida, de nuevo, que el ejercicio del poder y la aplicación de la justicia no son actos de fe, sino responsabilidades legales.
Si quiere ser un presidente respetado y respetuoso de la Constitución y sus leyes, López debe acudir al llamado del INE; debe revelar los acuerdos secretos con Trump y está obligado a despedir a Manuel Bartlett.
Claro, a menos que quiera que la historia lo coloque en el lugar de los “presidentes fantoches”.
Al tiempo.