Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
Los teléfonos celulares se han convertido en una extensión de nuestra memoria, capaces de almacenar millones de imágenes y videos que capturan momentos de nuestra vida. Sin embargo debemos preguntarnos, ¿cuántas veces volvemos a ver esos recuerdos? ¿Qué valor les damos? ¿Qué consecuencias tiene para nuestra salud mental y emocional?
La paradoja de la sobreexposición
En la era digital, estamos expuestos a una cantidad abrumadora de información visual, tanto propia como ajena. Las redes sociales nos permiten compartir y consumir imágenes y videos de forma instantánea y en algunos casos masiva, creando una ilusión de conexión y pertenencia. Sin embargo, esta sobreexposición también puede generar efectos negativos, como ansiedad, depresión, baja autoestima, adicción, distracción y pérdida de privacidad.
Además, la sobreexposición provoca una paradoja: mientras más imágenes y videos producimos y almacenamos, menos los apreciamos y recordamos. Según un estudio de la Universidad de California, el acto de tomar fotografías reduce nuestra capacidad de recordar los detalles de lo que vemos, ya que delegamos esa función en el teléfono celular. Así, nos perdemos de vivir el momento presente y de generar recuerdos significativos.
Un ejemplo de esta paradoja se observa en la fotografía del festejo de año nuevo en París, en la que miles de personas prefirieron grabar la celebración en los Campos Elíseos que disfrutar de la llegada del 2024. Esta imagen se hizo viral y generó un debate sobre el uso excesivo de los celulares y las redes sociales, y sobre la pérdida de la esencia de las fiestas y las relaciones humanas. Desafortunadamente el debate no ha permeado lo suficiente como para hacer conciencia y modificar este hábito contemporáneo.
El desafío de la gestión y el almacenamiento
Otro problema que surge de la acumulación de imágenes y videos en nuestros celulares es el de la gestión y el almacenamiento. ¿Qué hacemos con todos esos archivos que ocupan espacio y que rara vez revisamos? ¿Los borramos, los guardamos, los organizamos, los respaldamos? ¿Qué criterios usamos para seleccionar lo que vale la pena conservar y lo que no?
Estas preguntas no tienen una respuesta fácil, ya que implican un proceso de decisión que requiere tiempo, esfuerzo y criterio. Además, pueden generar sentimientos de culpa, nostalgia, arrepentimiento o indecisión. Según un estudio de la Universidad de Oxford, el 58% de los usuarios de celulares se siente abrumado por la cantidad de imágenes y videos que tiene, y el 41% admite que nunca los borra.
Algunas posibles soluciones para este desafío son:
Ante todo, antes de tomar una imagen o un video con nuestro celular, deberíamos preguntarnos lo siguiente:
Y una vez que tomamos alguna imagen o video, antes de hacerlos públicos debemos cuestionarnos:
Estas preguntas nos pueden ayudar a reflexionar sobre el propósito y el valor de las imágenes y videos que tomamos con nuestro celular, así como los riesgos y beneficios que implican. También nos pueden ayudar a reducir la cantidad de contenido multimedia que acumulamos en nuestro dispositivo y que puede afectar su rendimiento y seguridad.
La oportunidad de la recuperación y el disfrute
Finalmente, el reto más importante que tenemos frente a la acumulación de imágenes y videos en nuestros celulares es el de la recuperación y el disfrute. ¿Cómo podemos volver a ver esos recuerdos y sentir las emociones que nos provocaron? ¿Cómo podemos compartirlos con nuestros seres queridos y fortalecer nuestros vínculos afectivos?
Estas preguntas tienen una respuesta más sencilla, pero que requiere voluntad, motivación y creatividad. Se trata de dedicar un tiempo y un espacio para revisar nuestros archivos, recordar nuestras experiencias, expresar nuestros sentimientos y conversar con nuestros familiares y amigos. Algunas posibles formas de hacerlo son:
Las imágenes y videos que acumulamos en nuestros celulares debieran ser parte de nuestra memoria, de nuestra identidad y de nuestra historia. Reflexionar sobre ello puede ayudarnos a limitar el número de imágenes y videos que tomamos y hacer buen uso de esas imágenes. Por otra parte no basta con producirlos y almacenarlos, sino que debemos gestionarlos, recuperarlos y disfrutarlos. De esta forma, podremos darles el valor que se merecen y aprovecharlos para mejorar nuestra salud mental y emocional, y para fortalecer nuestras relaciones sociales.