Aunque lo nieguen, sí hay terrorismo
OAXACA, Oax., 6 de agosto de 2017.- Ni duda cabe, en una sociedad dividida en clases, grupos, asociaciones, desde luego, en individuos, con una diversidad de pasiones, intereses, deseos, tanto colectivos como individuales, la existencia del conflicto, la rivalidad, el antagonismo, la diversidad, por tanto, la lucha es casi natural en esta sociedad.
Para evitar que esta sociedad se subsuma a sí misma, se necesita de la acción del Estado, del gobierno y de la administración pública, por consecuencia, se necesita del político para encaminar los conflictos, menguarlos, resolverlos, administrarlos, conducir a la sociedad a buen puerto, ni más ni menos.
Es tal la importancia del político que es imposible pensar una sociedad sin ellos, por eso es importante que los políticos no fallen en su principal encomienda: conciliar los conflictos sociales y si se puede proyectar a la sociedad hacia una mejor sociedad.
Esta conciliación de los conflictos sociales lo ha realizado el político a través de la religión (los sacerdotes o los brujos fueron los primeros políticos), la tradición, de su carisma, las leyes, la persuasión, del ejercicio de la autoridad, suministrando recursos a la sociedad, por el uso de la fuerza, en fin, el político para realizar su labor necesita tener el poder político. Este poder político, en nuestro tiempo, lo otorga el ciudadano, las leyes y la organización política.
La profesión, el oficio, la categoría del político ha sido de tal importancia que algunos dividen a la sociedad entre los que mandan y los que obedecen, los que mandan siempre han sido y seguirán siendo una minoría, por eso se les denomina círculo, élite, familia, aparato político, clase, estamento, oligarquía, nomenclatura. Su formación es de vital importancia, que en los imperios antiguos el monarca se educaba para ello desde niño.
Platón recomendaba que los únicos buenos políticos deberían ser los filósofos.
Dada la importancia de los políticos se ha pensado que deben de tener excelentes virtudes para que puedan cumplir con su encomienda: tienen que ser eficaces en su trabajo, ser sensibles, inteligentes, sagaces, templados, cautos, prudentes, estrategas, tácticos, tener perspectiva, conocimiento de las leyes y de la historia, intuición, buena percepción, don de gente, sentido del deber, tener el oficio de político, el que sabe tejer y destejer, toda la habilidad para ello, sin olvidar la enseñanza de Maquiavelo, ser un león y un zorro.
Duele aceptarlo, el modelo de este tipo de político no existe en nuestro Estado, nuestro régimen político es subdesarrollado en la materia, esto no quiere decir que no haya excepciones y épocas en que existieron buenos políticos oaxaqueños, cómo no recordar a los que se formaron en el Instituto de Ciencias y Artes, Juárez, Porfirio, Marcos Pérez, por citar a estos gigantes de la política.
Durante buen tiempo de la vida independiente de Oaxaca, el político local había pertenecido a las personas instruidas de la capital y de algunas regiones del Estado, si bien don Marcos Pérez fue nuestro primer gobernador indígena, fue una persona ilustrada.
Con la Revolución esto se modifica un poco arribando al poder personas de origen popular e indígena como Heladio Ramírez.
A partir de la apertura electoral en el año de 1995 arriban al poder político de Oaxaca personas de diversidad de origen, desde potentados hasta personas humildes. El político deja de tener una connotación aristocrática, incluso deja de tener un poder especial (los políticos de antes si las podían se dice), se democratiza el oficio.
Pero también ha significado el arribo de políticos que denigran la profesión. En el imaginario colectivo el político oaxaqueño es representado como un simple buscador de poder para su provecho personal, como un constante aspirante que al llegar a un puesto ya desea subir al siguiente escalón, desea ascender al poder para resolver el problema económico de su familia por varias generaciones, por ello tiende a la desmedida corrupción, no está debidamente preparado, la improvisación lo caracteriza.
Es adulador con los de arriba pero tremendamente autoritario con los de abajo, no es sólido en su ideología, hoy es priísta, mañana perredista, pasado mañana panista, seguramente que pronto morenista, por lo tanto, es poco confiable.
Al alcanzar el poder político deseado aparece su verdadera naturaleza, afloran todos sus complejos, se olvida de la naturaleza de su profesión política, se vuelve arbitrario, insolente, majadero, la humildad no forma parte de su tarjeta de presentación.
Le gusta sentirse importante, que la gente le rinda pleitesía, se embriaga de poder, vive siempre en su nube, se ha olvidado de la política, vive en la vil politiquería. Lo primero que piensa es cambiar de esposa si esta no es de buena familia, cambiar de carro por una camioneta que le debe ir de acuerdo a su cargo, cambiarse a San Felipe del Agua o en alguna zona residencial, olvidarse de los antiguos amigos.
Desde luego estamos describiendo el imaginario social, como regularmente lo concibe el ciudadano oaxaqueño, esto no quiere decir que no existan las excepciones, sin embargo, se confirman la regla. Para tener buenos políticos es necesaria una formación sólida, excelentes partidos políticos, organizaciones sociales comprometidas con el pueblo y un aparato público que se ingrese y se ascienda por méritos y una moral pública a prueba de corrupción.