Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de mayo de 2020.- De plano López Obrador no aguantó más y se va de gira la próxima semana porque su aceptación y credibilidad van en declive, pues lisa y llanamente su gobierno no da una.
Tiró la toalla ante el coronavirus y el combate a la pandemia es un desorden general en el que se ocultan, por incompetencia o mala fe, los datos reales de muertos y contagiados.
Por la mañana él dice que fue domada la epidemia de Covid-19 -lleva desde el 26 de abril con ese cuento-, y en la tarde su gobierno informa que escalamos hacia el pico de contagios.
La indicación de la secretaría de Salud es quedarse en casa y sólo salir de ella por motivos urgentes, y López Obrador anuncia que se va de gira al sureste porque quiere ir a dar el banderazo a los trabajos del Tren Maya.
Esa obra y cualquier otra puede empezar sin que nadie baje una bandera.
Que haga con su salud lo que quiera, pero en un país presidencialista como el nuestro, si el presidente sale a satisfacer caprichos y viaja en vuelos comerciales, quiere decir que la cosa no es delicada y está bajo control.
López Obrador percibe, y tiene buen olfato, que su partido y él van para abajo por las fallas y mentiras que suelta todos los días en sus conferencias mañaneras (cerca de 27 mil le ha contabilizado el Taller de Comunicación Política).
En lugar de corregir, que sería lo deseable para el país, sale a hacer lo que sabe: campaña en los estados para recuperar imagen y revertir la tendencia en contra, que lo abruma.
Le importan su imagen, su popularidad, los votos, y no la salud de sus gobernados. Esa se puede manejar con propaganda, y sin dar a conocer datos verídicos del número de muertos.
Miriam Castillo, Alejandra Barriguete y Samuel Adam, periodistas de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, hicieron una minuciosa búsqueda de actas de defunciones en la Ciudad de México, y resulta que al 12 de mayo se habían emitido 4,577 actas de fallecimiento por Covi-19.
Y ese 12 de mayo, el informe de Salud indicó que, a ese día, en el país había un total de 3,926 muertos por coronavirus.
¿Cómo es posible que ese 12 de mayo en la CDMX hayan 4, 577 actas de defunción por Covid-19, y en todo el país la secretaría de Salud sólo cuente 3, 926 muertos por el virus?
Están mintiendo, obviamente.
¿Cuántos muertos hay, en realidad?
El martes, en estas páginas, Enrique Quintana citó un estudio del Taller de Datos de Nexos, con información al 20 de mayo, que ilustra acerca de las defunciones en este mes en la Ciudad de México, comparada con mayos anteriores: se dispararon 120 por ciento.
Si esa tendencia es en toda la república, explica Quintana, habría que multiplicar por ocho el número de muertos adicionales.
Al día de hoy estamos hablando de unos 65 mil fallecimientos «extras».
Nunca supieron qué hacer con el coronavirus, y ahora que la pandemia hace estragos maquillan las cifras.
Insultan a los ex secretarios de Salud, que son eminencias e hicieron un gran papel.
Culpan a los medios de comunicación, porque se aproximan a la verdad que los inculpa.
Calumnian a los médicos, les llaman -parejo- mercantilistas, luego de que les bajaron los sueldos en el sector público y les piden que compren ellos las medicinas y material indispensable, como batas, jabón y guantes.
Exponen al personal de salud a contagios, con equipo insuficiente y barato, y mascarillas reusadas.
La información ha sido un desastre.
Primero dicen que no es grave el coronavirus, que no es necesaria la sana distancia, que estamos preparados, que no sirven los cubrebocas…
Después, cuando lo hospitales se llenan de enfermos y en los anfiteatros se amontonan los cadáveres, el doctor López-Gatell aparece con el cubrebocas (el 25 de mayo) que según él no servía. Muy gracioso no es.
El presidente anunció que la reapertura del país se daría para Semana Santa.
Luego, antes de terminar abril, dijo que ya habíamos domado al coronavirus.
El profesionalismo del gobierno federal es prácticamente nulo. No puede coordinar a los gobiernos de los estados para unificar criterios en el semáforo de reapertura.
Las autoridades locales son más serias y no se ponen, ni de chiste, en manos de la charlatanería e improvisación de la federación. Cuidan a sus gobernados.
El presidente no lo hace. Se va de gira a recuperar puntos y con su actitud propicia una reapertura desordenada, antes de que llegue el pico de la pandemia.
Piensa en la siguiente elección, no en la salud de los mexicanos.