Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 4 de mayo de 2018.- Un golpe de timón se requiere cuando la estrategia trazada no ha dado resultados, o al menos no los deseables, o bien cuando se quiere mandar un mensaje fuerte y contundente al interior y exterior de una institución. En una campaña electoral sucede similar, si las acciones realizadas no han logrado el objetivo entonces se debe transmitir el deseo de cambiar para mejor.
Tal es el caso, o al menos en apariencia, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que la tarde del miércoles, luego de muchos rumores alrededor, se dio la noticia de la salida de su dirigente nacional Enrique Ochoa y la llegada de René Juárez Cisneros como presidente interino.
El primero traído hace poco tiempo relativamente y, que si bien cuenta en su haber el triunfo del Estado de México y Coahuila, era notorio que no lograba permear entre la clase priista, sobre todo la de antaño, la que lleva la fama de saber ganar elecciones en tierra y en casillas.
Enrique Ochoa antes de estar en el PRI fue director de la Comisión Federal de Electricidad, y siempre fue considerado una pieza en el tablero del Presidente Enrique Peña Nieto, incluso en los tiempos de Alfredo Castillo como Comisionado para la Paz y Seguridad de Michoacán, se pensó en Ochoa Reza para ser el candidato del PRI a esa gubernatura, pero no se consolidó la idea.
Por su parte Juárez Cisneros viene de ocupar una oficina clave en la política interior del país en la subsecretaría de Gobernación, ha sido legislador y Gobernador de Guerrero, y representa a decir de varias voces al priismo que estaba quedando un poco relegado de las tomas de decisiones actuales, el de los exgobernadores, incluido Osorio Chong, el viejo PRI que puede manifestarse de nuevo, si es que todavía le queda tiempo.
La campaña va muy avanzada, el candidato José Antonio Meade debe aprovechar esta coyuntura del nuevo liderazgo en el priismo nacional para que se note el cambio de ritmo en el interior de la campaña y también afuera. Esta vez el sacrificado fue Ochoa, pero hay otros integrantes que deberían hacerse notar más.
Si la apuesta se centra en los dos debates restantes se quedará corto, si se le suma que en las nueve gubernaturas en juego no pinta en varias entidades entonces no hay explicación matemática para el triunfo. Sumado está a que pese a todo lo bueno que pueda ser como candidato, el mensaje de Meade no ha sido contundente y por lo tanto no ha permeado. Ni es gobierno ni es oposición, ni es del PRI ni es ciudadano pues.
Por un momento, en el cuarto de guerra tricolor deben dejar de ver las encuestas y pensar que se parte de cero, en esa medida sentir que se puede ganar, y allí dejar volar la imaginación con cosas nuevas, las que hasta el momento se han utilizado ya vimos los resultados, no necesariamente malos, pero tampoco contundentemente buenos, y quizá ya sea el momento de arriesgar, y atreverse, de lo contrario, seguirá siendo tendencia lo que marcan los números y ante eso no hay cura posible.
Todo cambio es para bien, también en los equipos, quizá haya que refrescar los equipos del frente y morenista. Pues en ambos por momentos se siente comodidad y aquí, en una competencia de esta naturaleza, nadie puede confiarse. Nadie.
@rvargaspasaye
Fuente: Sentido Común