Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 4 de septiembre de 2018.- El sexenio que nos han descrito en los últimos días, más el 3 de septiembre ante personajes seleccionados, parece un cuento de hadas para adormecer ciudadanos y situarlos en un país de maravillas.
Se matiza, es cierto, se hace profesión de fe, se reconocen errores, pero la realidad encubierta con frases de autoexculpación, siempre está partiendo de los buenos deseos, de las buenas intenciones, que se tenían.
La triste realidad se asoma solo como una probadita, en el dato oficial del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) que habla de un 20 por ciento que padece hambre en el país.
Casi 25 millones de personas no tienen para comer.
Los genios del cine que inventaron extraños personajes como parte una estrategia de descontrol del enemigo durante la Segunda Guerra Mundial, daban al final, de muchas maneras la visión al cinéfilo.
Los que crearon los mitos, los creadores de ficción que inventaron mundos que se incorporaron a la realidad, los grandes monstruos que aún nos castigan en los sueños, todo eso que nunca existió, tomó vida propia y convenció a muchos.
Pero una sola palabra, demagogia, término que crea utopías, irrealidades, engaños, ha sido más útil y ha servido a los políticos para exudar un mundo que no existe.
Un mundo que se descubre en México, al rascar un poco en los más de 60 millones de mexicanos en la pobreza, en una cifra de desaparecidos que ya colocan cercana a los 40 mil, en más de cien mil muertes violentas en ese sexenio, 2 mil 890 de los cuales se cometieron solo en mayo pasado para llegar a la cifra de 13 mil homicidios en los primeros cinco meses de este año.
ANTONIONI Y LAS BABAS DEL DIABLO. CON UN SOPLO LA REALIDAD DESAPARECE.
La realidad que vivimos estos seis años, desaparece como por arte de magia en el entresijo de palabras y como en aquella película clásica Blow -Up de Michelángelo Antonioni, basta una exhalación, un suspiro, un soplo, para desaparecerla.
Los crímenes no existen, los culpables son blancas palomas, el país es un edén, todo envuelto en una pantomima que se promueve y se festina, pese a los resultados catastróficos del PRI, el pasado primero de julio.
El gran realizador italiano recreó el cuento de Julio Cortázar Las babas del diablo (Alianza Editorial 1983) para configurar uno de los grandes clásicos del cine cuyo final evapora un sueño que no fue, un crimen, una estrategia que nunca ocurrió.
Muy diferentes son el cuento y la película.
De hecho el cuento podría tomarse como una denuncia de la pederastia tan mentada en estos días, con el relato del protagonista acerca de un niño al que tratan de seducir.
Pero Antonioni parte de otro concepto, de un crimen cometido por una mujer, que al final se diluye como una espiral, como un suceso que no fue como la realidad lo pintaba.
Así se elaboraron en México miles de situaciones que se diluyeron en el discurso, que dejaron de ser lo que eran, Odebrecht, la casa Blanca, los 43 de Ayotzinapa, las deudas interna y externa, los gasolinazos, las posturas de México en las instancias internacionales, la gran inseguridad y etcétera.
El filme que prefiero al cuento, que aparece en el libro del argentino, El perseguidor fue parte de una triada que contrataron al italiano productores británicos, de la cual la más famosa fue Blow-Up (1966) en el que destacaron el fallecido David Hemming y Vanessa Redgrave.