
Reforma de maíz transgénico: ¿camino a soberanía alimentaria de México?
A MI PADRE
SR. ALFREDO NAHUM
VASQUEZ ESCAMILLA (+)
EN SU 86 ANIVERSARIO.
Ninguna persona es una isla;
la muerte de cualquiera me afecta,
Porque me encuentro unido a toda la humanidad;
por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas:
porque están doblando por ti
John Donne.
La vida tiene un significado profundo. Es la inspiración de poetas, filósofos, éticos, científicos, médicos, abogados, etnógrafos, sicólogos, y una currícula larga, profusa. En mi particular punto de vista, me resulta atractivo su análisis literario, cotidiano y científico. Me inclino por el devenir literario ya que es la perfecta radiografía del concurso histórico de los hombres.
La vida. Descubrir el significado de la vida ha sido tarea y análisis de las más remotas culturas. Los hombres de la humanidad profunda, griegos, egipcios, babilonios, hititas, americanos originarios, hebreos, griegos, hindús, chinos, han dedicado razonables estudios para desentrañarla.
Incluso, la única verdad es que estamos vivos. Literariamente es la única forma de comunicarnos con otros tiempos.
Recuerdo a John Donne. Ernest Hemingway toma de su insigne poema su frase célebre: Las campanas doblan por ti. El poema de Donne dice al final: Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, /porque me encuentro unido a toda la humanidad;/por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; están doblando por ti. Este hermoso tratado de humanidad nos describe el valor de la vida, y aun, el peso de la ausencia de quien “partió a formar con la mayoría”, esta es una bella forma de los legionarios romanos para despedirse del soldado caído.
El conocimiento de la vida es la incógnita del hombre. Abarca los análisis de las culturas más antiguas como se encontraba en la biblioteca de Alejandría, ya que se sabe por los tratados de los sabios del décimo segundo Ptolomeo que contaba aproximadamente con un millón de títulos o trabajos diferentes al momento de ser destruida- contaba con un apartado sobre la vida.
Para el Doctor Alexis Carrel, Premio Nobel de Medicina, cambió de paradigma desde ser el autor de “La Incógnita del Hombre” hasta ser el titular de los laboratorios sobre la vida de la Fundación Rockefeller, allá por los 1920. La manera en que administraba su laboratorio era sumamente extraña aun para sus colegas.
Al cirujano de Francia eso no le importaba. De cualquier forma, ya era un Premio Nobel. En ese momento tenía la convicción de que su trabajo ampararía al mundo occidental y su civilización y ese era su principal objetivo.
Estaba convencido de que llegaría a conocer el secreto de la inmortalidad. Tal y como lo habían creído descubrir los Químicos del Medievo. Los alquimistas no estaban equivocados.
Lo que Carrel deseaba era lograr la preservación de la vida fuera del cuerpo animado sin causarle la muerte. Mantener vivos los tejidos y órganos “In vitro”.
Al igual que los egipcios, Carrel llego a pensar que en un momento del futuro el ser humano llegaría a renovar sus tejidos envejecidos y carne enferma, y de la manera de sus descubrimientos y ciencia, reparar y volver a construir los cuerpos. Su fe era inmensa. Mantener al ser humano entero y sano, como un eterno Shangri-La, el topónimo de ese lugar maravilloso, de ficción literaria, dado a la vida en la novela Horizontes Perdidos de 1933, por James Hilton. Lugar imaginario y exótico del Oriente.
Así en esa fuente, esa metáfora es válida para describir cualquier paraíso terrenal y utópico, creado Hiltorianamente en el Himalaya. Una inexistente tierra de felicidad permanente, aislada del exterior, en un valle místico y armonioso enclavado en las montañas Kulun, donde las personas que ahí viven, como la visión del fisiólogo Carrel, del escritor de guerra Hemingway, del poeta John Donne, del 12vo. Ptolomeo, de los atomistas y los metafísicos, como los alquimistas buscadores de la piedra filosofal y el bebedizo de la eterna juventud: alli los hombres no envejecen.
En su momento Carrel fue tachado de loco y no por tratar de preservar los tejidos, sino por sus ideas y fantasías paranoicas de la raza y la diferencia de genes en el ser. Los estudios del mapa del genoma humano le habrían ofendido demasiado, hoy sabemos que la “raza” humana es una sola, y, de hecho, su cuna está en una serie de homínidos que evolucionaron y se mezclaron, emigraron y así llegó usted, querido lector, a estar observando estas letras. Algún día, sus antepasados más remotos fueron africanos, bosquimanos del Kalahari, y más atrás, en algún momento de la noche de la humanidad, durmieron en un árbol.
Carrel también se habría admirado del destino de sus primitivas investigaciones, ya que fueron pioneras en técnicas que dieron frutos, en efecto, la creación del parche con moléculas del corazón humano y que late, pueden reparar los músculos del corazón tras un infarto. ¡Ni más ni menos!
Con Carrel no estamos realmente cerca de la inmortalidad, pero hoy, el hombre ha puesto ingenios que transitan libres sobre la faz de Marte, satélites artificiales que se han posado en cometas, estaciones espaciales que le dan la vuelta al globo a la velocidad de 3 balas, y gracias a los fisiólogos como Carrel o Santiago Ramón y Cajal, podemos transformar tejidos vivientes de una manera que, estamos convencidos, encantaría a Carrel y si, van más allá de la vida y han vencido a la muerte.
Este concepto, enloquecería también a los Sacerdotes Egipcios, a los también sacerdotes Incas y a todas las culturas que momificaron a sus muertos en pro de una vida de resurrección.
El tópico de la vida después de la vida abarca, de igual manera, a toda la doctrina católica y cristiana, así como de muchas más culturas. La pregunta es, ¿Por qué desea vivir una vida después de la vida el ser humano histórico y universal? Sigue siendo la auténtica incógnita del hombre. Tal pareciera que no le alcanzó esta para ser feliz o terminar de equivocarse.
Lo único cierto es, que la vida puede terminar en cualquier momento, y por ello, aplicar todos los esfuerzos posibles para emprender los desconocidos caminos de la felicidad, es el reto diario, ¡Se feliz y ten fe! Esa es la respuesta y selo hoy desde temprano:
¡Fe! ¡Esperanza! Y allá en la lozanía de tus tiempos, cuando el blanco de los pétalos más honorables del hombre corone el cumplir del deber ser: “nunca preguntes por quién doblan las campanas; están doblando por ti”.