
Tareas de Claudia sin AMLO: economía y Casa Blanca
Hacia el 1-J
El tigre
OAXACA, Oax. 25 de marzo de 2018.- He planteado que la acción social y política y su entendimiento responden a varias dimensiones, lo mismo que a instituciones formales y prácticas informales.
Hay abundante evidencia.
En la dimensión global, la lucha de las grandes potencias — Estados Unidos, China, Rusia y Europa, en particular Alemania– por no declinar sino, más bien, asegurarse el liderazgo en la primera mitad del siglo 21, opone al neoliberalismo un nuevo nacionalismo proteccionista táctico.
Ello es notorio en la política comercial promovida por el gobierno de Donald Trump y refleja,
entre otros elementos, las características del sistema político pluralista estadounidense.
Este, a diferencia del chino y el ruso, y al igual que el alemán, limita al líder presidencial o al jefe del estado en sus pretensiones continuistas y en su capacidad de decisión efectiva.
Por eso, han tenido que ceder algo a sus opositores: Trump el muro a cambio de presupuesto y Merkel estabilidad a cambio del ministerio de finanzas.
En la dimensión interestatal, es decir en las relaciones bilaterales y multilaterales entre estados, aquella lucha por el liderazgo global impacta a los países ubicados en la semi- periferia que pugnan por integrarse y no salir de la economía mundial central. Es el caso de México.
Aquí, el giro neo-nacionalista- proteccionista de Trump y la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ponen en riesgo la estrategia económica y ese objetivo mexicano, sobre el que ha porfiado, pese a sus costos en desigualdad, pobreza y anexos, durante el más reciente cuarto de siglo.
En la dimensión nacional, las dos variables arriba descritas, a su vez, inciden no solo en la rígida estrategia económica, la cual pasó del liberalismo-social “salinista” al “neoliberalismo” zedillista y ha sido profundizado durante el sexenio en curso.
Tanto o más relevante, dichas variables influyen en la posición, composición y dinámica de la coalición política dominante nacional y sus aliados locales o subnacionales.
En efecto, en el ámbito político de la dimensión nacional mexicana y también estadounidense, el giro neo-proteccionista del gobierno Trump en lucha por el liderazgo global siglo 21, que para ello en parte renegocia el TLCAN, halla a los dos países envueltos en una intensa competencia electoral: la presidencial, legislativas y locales en México, en julio, y las legislativas federales en el vecino del Norte, en noviembre.
En uno y otro casos, las coaliciones neoliberales confrontan a los neo-nacionalistas desde posiciones distintas: desde la oposición, allá, y desde el gobierno federal, aquí; el cálculo político conduce al transfuguismo y los adversarios de ayer pueden convertirse en los aliados de hoy.
Leales, pragmáticos y cínicos, ya se sabe, los hay en todos lados.
En niveles subnacionales, ya Oaxaca o Chiapas, la pugna entre grupos políticos sobrepasa
y desestructura a los partidos en la búsqueda de copar espacios, obtener beneficios e incidir en el nuevo escenario que puede abrirse después del 1o de julio.
Ahora bien, la política, lo mismo que la economía y la sociedad, operan en el marco de instituciones jurídicas y prácticas informales, incluso ilegales, forjadas a lo largo de la historia.
Vista así, la competencia política electoral mexicana exhibe su condición, digamos, “casino” y “crucigrama” que termina por confundir y desencantar, a lo que suma el lamentable espectáculo fraudulento de los candidatos independientes presidenciales.
A contrapelo, la historia de México permite extraer una enseñanza invaluable: así como los cambios en las coaliciones políticas dominantes suelen proceder de variables internacionales, por ejemplo, Napoleón y los liberales europeos y estadounidenses en la Independencia; liberales franceses y proto-socialistas en la Reforma juarista; y las luchas imperiales en la Revolución y la Guerra Fría, así también el recambio provino de las condiciones nacionales, las entrañas populares y los “tigres” ciudadanos del país.
De Miguel Hidalgo a José María Morelos,y de Vicente Guerrero a Juan Álvarez y Benito Juárez; de los hermanos Flores Magón a Francisco Madero, Emiliano Zapata y Francisco Villa, y desde Lázaro Cárdenas quizás hasta Adolfo López Mateos, el país forjó una parte esencial de su poliédrica identidad histórica.
Faltan escasas semanas para la cita de julio de 2018 y, una vez más, los mexicanos tenemos que reflexionar, participar y decidir para continuar defendiendo nuestra casa común, remediar sus males y hacer crecer sus bienes.
Para ello, habrá que pensar y debatir: Qué proyectos y políticas votar, que coalición(es) y liderazgos preferir, por cual escenario futuro optar.
Hoy los “tigres ciudadanos”, por fortuna, vamos a las urnas y no a las armas. El “tigre”, amigos y hermanos, mexicanos y oaxaqueños, medita en cada uno de nosotros.