
Tareas de Claudia sin AMLO: economía y Casa Blanca
Cipriano Flores Cruz
OAXACA, Oax., 30 de septiembre de 2018.- Ubicar ideológicamente a la Cuarta Transformación de México es un ejercicio que se debe hacer con el propósito de esclarecer el posible rumbo que tomará el país a partir del primero de diciembre del 2018.
En primer lugar, se debe decir que el propósito de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) es el inicio de un nuevo proyecto para México de largo alcance, que sustituya el estado de cosas prevaleciente, que a su consideración es injusta y corrupta.
Al no definir como socialista su proyecto, de acuerdo a la jerga conceptual de las ciencias sociales, no se le puede definir como un proyecto revolucionario, puesto que no se propone cambiar las estructuras de la producción capitalista, tiene razón en este caso el diputado Mario Delgado, coordinador de la fracción de Morena en la Cámara de Diputados, al declarar que el gobierno de AMLO no sería un gobierno revolucionario.
Que nadie se diga pues engañado sobre el alcance de la Cuarta Transformación.
Incluso autodefinirse como la Cuarta Transformación es ya un ejercicio de definición sobre sus alcances; sin embargo, al definir las antiguas revoluciones nacionales como Transformaciones, ofrece una relectura de la historia nacional, que nos hace pensar de un contenido de alcance revolucionario de la Cuarta Transformación.
Pues las revoluciones de Independencia, de Reforma y del Movimiento de 1910, fueron precisamente revoluciones y al equipararse con ellas, necesariamente nos conduce a esperar cambios profundos y radicales, si bien no en la estructura económica, como lo fueron en gran medida esas revoluciones, pero si en el régimen político, es decir, en la superestructura del sistema de producción capitalista de México, es decir, en lo político, jurídico, en lo social, ético, cultural e ideológico.
En América Latina se han desarrollado este tipo de proyectos, unos exitosos hasta el momento como el gobierno de Evo Morales en Bolivia, otros no tanto, como Venezuela, Brasil, Argentina, Ecuador, El Salvador y Uruguay, se les ha llamado “La Marea Rosa” para diferenciar estos movimientos de “La Marea Roja” por su tendencia socialista.
En la historia de los países latinoamericanos de antaño, se pueden encontrar proyectos de esta tesitura como el gobierno de Lázaro Cárdenas en México, Jacobo Arbenz en Guatemala, Getulio Vargas en Brasil, Juan Domingo Perón en Argentina.
A mi parecer estos movimientos son los antecedentes del futuro gobierno de AMLO y Morena, formará parte pues de La Marea Rosa.
Otros teóricos, como Antonio Gramsci, le llaman a este tipo de movimientos como “transformismo”, que si bien son movimientos radicales pero sólo a nivel de la superestructura, que significaron a la postre la subsunción de movimientos sociales, en razón de ello, Gramsci llama a este movimiento como revolución pasiva.
Esta revolución pasiva se compone de un gran caudillo, de un movimiento social y político que subsume a los movimientos más radicales, de una nueva moral pública, de un equilibrio de la lucha de clases, los poderosos no se pueden imponer como tampoco el movimiento popular, surge lo que se llamado bonapartismo o cesarismo.
Para Gramsci este tipo de movimientos pueden ser de avanzada como de retroceso, el Transformismo para él es de retroceso al no atreverse a tocar la base del capitalismo: la propiedad privada.
El análisis de Gramsci nos parece interesante pero que no sale de lo sucedido en Italia en el siglo 19 y en los comienzos del siglo 20. Me inclino mejor la referencia que hemos hecho con los países latinoamericanos.
Para empujar al nuevo régimen de la Cuarta Transformación hacia una Revolución Activa y no Pasiva en los términos de Gramsci, se necesita de la presencia de los movimientos subalternos, es decir, los grupos sociales que se les margina de la participación política, han alcanzado un grado avanzado de conciencia y organización que les permite ir más allá de un proceso de contrahegemonía y plantear un verdadero desafío a la hegemonía dominante, como el EZLN, la CNTE.
El movimiento indígena radical, debe plantear un nuevo papel en esta Cuarta Transformación con la elaboración de la Ley General de las Naciones Mexicanas (antes indígenas), la declaración del Estado Plurinacional y el reconocimiento constitucional de las tres formas de democracia: la comunitaria, la de base o participativa y la representativa, así como que el INEGI nos cuente bien mediante una nueva metodología.
Exijamos pues, un “Transformismo” de carácter amplio, profundo, de raíz, de la superestructura política, social, cultural e ideológica, vayamos por una revolución activa, de esta manera, iniciar una nueva época para nuestro régimen político.